31 Mar Onassis: de inmigrante a millonario
Por Eduardo Parise
Está claro que Buenos Aires es una Ciudad cosmopolita. La mejor prueba la otorga el cruce de inmigrantes llegados desde todo el mundo, conformando una especie de Babel que resulta, a la vez, misteriosa y abierta. Dentro de esa mezcla de culturas, idiomas y tradiciones, aparecen personas que, con el tiempo, terminaron convirtiéndose en personajes que dejaron alguna huella en su paso por estas tierras. Y algunos alcanzaron fama mundial no sólo por sus actividades sino fundamentalmente por sus fortunas. Un ejemplo contundente es el del multimillonario Aristóteles Sócrates Onassis, quien llegó a la Ciudad el 23 de septiembre de 1923 con más energía que dinero y una década más tarde se fue convertido en un magnate naviero.
El hombre nació el 15 de enero de 1906 en Esmirna, por entonces un territorio griego, pero con serias disputas con Turquía. Cuentan que esos enfrentamientos políticos fueron determinantes para que aquel joven emigrara con rumbo a Buenos Aires. Su padre, un próspero comerciante de tabacos, había sido detenido y su fianza para liberarlo obligó a la familia a pagar 25.000 dólares. Después, Aristóteles salió con rumbo al Sur, donde tenía algunos parientes. Dicen que en el bolsillo sólo traía unas cartas de recomendación con comerciantes locales y apenas cien dólares. El embarque lo hizo en Nápoles en la tercera clase del transatlántico “Tommaso di Savoia”, un barco de 7.900 toneladas, botado en 1907 y desguazado a fines de la década de 1930. Se estima que ese barco realizó unos 70 viajes hacia nuestro puerto.
Las distintas fuentes afirman que aquel muchacho griego, después de pasar por el Hotel de Inmigrantes de la zona de Retiro, se instaló en el barrio de La Boca, donde se hizo habitué del café Edén (también conocido como el café de La Turca), que estaba cerca del cruce de Necochea y Pinzón. Otros, en cambio, lo ubican en una pensión vecina a Corrientes y Pueyrredón. La leyenda dice que trabajó en distintas actividades (una lo muestra como mozo en un boliche llamado “El Estaño”, en Corrientes y Talcahuano) hasta que lo conectaron con un mayorista de quesos de origen griego que lo llevó a trabajar a una verdulería que estaba en Leandro Alem y Córdoba. También lo ubican en una tabaquería que estaba en Viamonte entre 25 de Mayo y Reconquista.
Pero dicen que el gran salto para Onassis lo marcó su ingreso a la River Plate Telephone Company, donde para entrar tuvo que mentir su edad (se agregó 6 años) y su lugar de nacimiento (dijo que era de Atenas). El mito afirma que pidió trabajar en el turno noche y que allí escuchó conversaciones de accionistas de Estados Unidos, Inglaterra y Suiza. Y que en una de esas escuchas se enteró de la inminente compra de un importante frigorífico del país. Entonces, cuentan que compró acciones de esa empresa, las que tuvieron una fuerte alza y le permitieron ganar una buena cifra en dólares. A partir de allí, inició negocios con la fabricación de cigarrillos, importando tabacos griegos y turcos, en contacto con su padre.
Esas actividades conectaron a Onassis con la gente de Piccardo, una tabacalera importante que tenía sus depósitos en la avenida San Juan 350, actual sede del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Aristóteles fabricó cigarrillos suaves, porque quería captar el mercado de las mujeres fumadoras. Así produjo las marcas propias “Osman”, “Primeros” y “Grecos”. Y que una gran promotora de esas marcas fue la soprano italiana Claudia Muzio, a quien relacionaron sentimentalmente con Onassis cuando ella actuó en el Teatro Colón. Pero las malas lenguas sostienen que el tema de los cigarrillos era sólo una pantalla porque al hombre lo vincularon con negocios ilegales que le permitieron ampliar su fortuna. Hacia 1929 lo nombraron cónsul de Grecia en Buenos Aires. Ya tenía contactos con empresarios navieros como Nicolás Mihanovich y Alberto Dodero.
Aristóteles Onassis, quien también tenía la nacionalidad argentina, dejó Buenos Aires en 1932, pero volvió muchas veces. Por ejemplo, en 1946 pasó dos meses de su luna de miel en una suite del Plaza Hotel. Se había casado con Athina Livanos, con quien tuvo dos hijos: Alexander y Christina. El magnate murió en Francia el 15 de marzo de 1975, a los 69 años. Sin embargo, su apellido siempre quedó ligado al tiempo en el que vivió en la Argentina. Inclusive, por un hecho trágico: su hija Christina murió en Buenos Aires el 19 de noviembre de 1988, cuando estaba alojada en una casa de su amiga Marina Dodero. Tenía apenas 37 años. Pero esa es otra historia.
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