12 Mar Lujos paradisíacos
Por Santiago Igarzábal
Pensar en algunas de las mejores playas del océano Índico conduce inevitablemente hasta las islas Seychelles, ubicadas al noreste de la gran isla de Madagascar. Dentro del archipiélago, Bird Island es la única isla coralina y se presenta como un espectáculo imperdible para fotografiar aves marinas. La isla Praslin es la que más llama a la curiosidad, albergando el Valle de Mayo, un bosque de orquídeas y lianas con senderos que se internan entre una vegetación de proporciones colosales. A su vez, en la isla de Mahé se encuentra la capital de las Seychelles, Victoria, donde además de paseos urbanos -no puede eludirse la visita a una réplica en miniatura del Big Ben-, vale la pena visitar el parque de la Residencia, donde se aprecian de cerca las tortugas gigantes.
Otro destino idílico en el Índico es Zanzíbar, a 40 kilómetros de la costa de Tanzania. El centro cultural de esta isla es la seductora Stone Town. Hasta allí llegan ferrys desde el puerto de Dar es Salaam que demoran una hora y media. Esta ciudad fue el principal puerto de intercambio de los portugueses, pero alcanzó su esplendor bajo el dominio musulmán, por lo que abundan las mezquitas, bazares y grandes mansiones de estilo árabe. Sus calles de piedra son verdaderos laberintos que vale la pena recorrer a pie.
La hora de alcanzar la arena permite elegir entre más de 25 playas, algunas de las cuales son completamente vírgenes y sólo permiten el acceso embarcado. Entre las imperdibles figura Kendwa, a cinco minutos en bote de Nungwi. Dispone de dos restaurantes que ofrecen comida típica y un par de cabañas, aunque muchos concurren especialmente por las famosas fiestas de la luna llena, que se realizan todos los meses. Tampoco puede dejar de conocerse Mneba, que para muchos resguarda las mejores playas del archipiélago: se trata de una isla en medio de una laguna de coral ubicada en la costa este de Zanzíbar. Además de su belleza natural, Mneba tiene condiciones perfectas para bucear y practicar snorkeling.
Otro verdadero paraíso insular que en los últimos años ha ganado cada vez mayor fama, aunque sin perder su carácter exótico y exclusivo, es Mauritius. Esta isla surge del mar de un modo casi onírico, mostrando 330 kilómetros de costa rodeada por grandes arrecifes coralinos en un sitio privilegiado del océano Índico, justo al norte del Trópico de Capricornio, a 850 kilómetros de Madagascar, África.
Port Louis, su capital, invita a recorrer la plaza principal, la Place dArmes, los antiguos edificios de estilo colonial francés y el espléndido boulevard Eduardo VII. Pero lo que más seduce de este destino es la arena blanca y fina de sus playas, en un entorno realzado por las comodidades de lujosos resorts. Las propuestas de Mauritius son variadas, el buceo puede practicarse casi en cualquier parte, e incluso quienes esperan disfrutar de los placeres de la pesca tienen en Mahebourg (bahía de Grand Port) un excelente lugar para cobrar buenas piezas y, por supuesto, no dejar de disfrutar de increíbles paisajes.
Exclusividad de hotel
Además de seducir como islas exóticas por su ubicación, sus paisajes y sus increíbles atractivos naturales, tanto las Seychelles como Zanzíbar y Mauritius acompañan sus atractivos con la exclusividad que ofrecen algunos de los más lujosos hoteles y resorts del mundo.
En Seychelles, más exactamente en la exótica isla Praslin, se encuentra el Coco de Mer Hotel, un alojamiento que toma su nombre de una rara especie de flor gigante que crece en sus alrededores. En la isla de Mahe, uno de los alojamientos destacados de la capital del archipiélago es el Hilton Seychelles Northolme Resort and Spa.
Entre los resorts de Zanzíbar no puede dejar de citarse al exótico Breezes Zanzíbar y al Serena Hotel, ubicado junto al mar, cerca de Stone Town. A su vez, en la isla de Mauritius dos hoteles que sorprenden tanto por sus servicios como por esos detalles que deparan vivencias inolvidables son Belle Mar e Plage Hotel y Dinarobin Hotel Golf & Spa. Ambos ofrecen acceso exclusivo a los mejores campos de golf de la isla.
EL CRONISTA