Las nuevas familias ya cambian las reglas a la arquitectura

Las nuevas familias ya cambian las reglas a la arquitectura

Por Marcelo Maller
Los matrimonios esperan más tiempo para tener hijos y son cada vez más las familias ensambladas y ampliadas; los jóvenes tardan más en dar el paso de dejar la casa paterna y, cuando se animan, eligen compartir la casa con sus amigos; surgió y se afianzó el home office (trabajo en casa). Todos estos factores, además de la búsqueda de minimizar el impacto ambiental y de aprovechar mejor los recursos naturales y tecnológicos, contribuyen a repensar la manera en que se diseñan las viviendas. Hace 20 años, el arquitecto Jorge Sarquis había realizado un estudio sobre las nuevas opciones de habitar, en el que afirmaba que había más de 70 nuevas formas de familia. El dato, más allá del paso del tiempo, sigue vigente y en la actualidad esas cambiantes estructuras familiares le modifican continuamente las reglas a la arquitectura. “Hay que pensar nuevas formas de interior y exterior. Hoy, si la abuela se quedó sola y pasa a vivir en tu casa ya es una familia ampliada”, explica Sarquis a Clarín.
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Daniel Silberfaden, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo, profundiza: “El diseño y la construcción de la vivienda contemporánea requieren de una nueva mirada debido a los cambios sociales, económicos, tecnológicos y ambientales. La vivienda, hoy, debe considerar varios factores que antes no eran contemplados como el trabajar desde casa, los cambios demográficos que repercutieron en las dimensiones de las viviendas y sus diferentes maneras de utilizar el espacio”.
Y sigue: “La sociedad del siglo XXI es altamente diversa. Las nuevas viviendas deben albergar diferentes usuarios; niños, mujeres y hombres en la adolescencia, juventud, adultez y vejez. Cada individuo tiene diferentes identidades a lo largo de la vida y la vivienda debe acoger estas distintas etapas. Ahora los matrimonios esperan más para tener hijos, la gente comparte la vivienda con amigos y la población mayor de 60 años se incrementó. El abanico de soluciones se está modificando ampliamente. Antes, las viviendas eran pensadas principalmente para las familias nucleares. Hoy, en cambio, no se puede pensar en un solo modelo para habitar. Aparecieron nuevas dinámicas: la demanda de viviendas en las periferias, los hogares con mayor demanda son los unipersonales, las remodelaciones son cada vez más frecuentes”. En ese sentido, Silberfaden asegura que “otro componente a considerar es la economía. Las familias se inclinan por nuevas estructuras laborales. Por esto, la vivienda no es sólo un espacio de descanso, sino que cobra cada vez más fuerza como espacio laboral”.
Según un estudio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, “la estructura sociodemográfica de la población porteña se modificó sustancialmente durante las últimas décadas, en especial en el incremento de los hogares unipersonales y el decrecimiento de los nucleares y familiares extendidos”. Desde 1980, los hogares unipersonales pasaron de representar el 16% al 29%. En contraste, los hogares familiares compuestos o extendidos bajaron de 29% a 12% en ese mismo lapso. Los hogares nucleares, en tanto, descendieron en menor proporción de 59% a 13%, en gran medida porque lo que se modificó fue el tamaño de este tipo de hogares”.
Pablo Sztulwark es arquitecto y docente en la cátedra de Introducción al Pensamiento Proyectual en el CBC de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA y ante la consulta Clarín explica: “Hoy trabajo con un cliente no específico, pero hago monoambientes o departamentos de dos ambientes. No es que cambió el espacio, cambió el equipamiento y el concepto de lugares”.
Y profundiza: “Hay separación entre las prácticas de la vida y las imágenes de la vida. La gente te pide algo que vio. Esto se llama la sociedad del espectáculo e incluye a todas las clases sociales. Antes, cuando veías la cocina, pensabas en cocinar, en guardar cosas o en un lugar de relación familiar, de charlas. Hoy la realidad es que cuando vemos la cocina, el horno muchas veces no se utilizó. Y el equipamiento más requerido es un freezer y un horno eléctrico incorporado. Es la transformación simbólica de los espacios”.
Eso sí, los cambios se producen en un contexto socio económico que no es el ideal y, por lo tanto, demoran en hacerse visibles. Según un estudio de este año del Departamento de Investigaciones de la Fundación de Estudios para Desarrollos Inmobiliarios (FEDI), en la Argentina hay 12,2 millones de hogares –el 16% son casas alquiladas– y aún faltarían unos tres millones de viviendas para satisfacer las necesidades habitacionales de la población. La lucha de muchas familias contra la falta de techo propio se evidencia también en estadísticas: la probabilidad de concretar el sueño de ser propietario descendió en la última década del 72 al 62,5% en la Ciudad de Buenos Aires.
Desde el estudio Cekada-Romanos de Rosario sostienen que hay que “conceptualizar la vivienda contemporánea como un organismo flexible capaz de contener y articular los usos demandados por una multiplicidad de individualidades en igualdad de jerarquías”. Todo cambia pero no siempre las ideas acompañan. “Un gran porcentaje de gente tiene bicicleta pero los edificios no están adaptados para guardarlas”, ejemplifica Silberfaden.
“La familia se fue transformando con el correr del tiempo. Para nosotros, desde el diseño, implica que la vivienda debería ser más transformable. ¿Cómo? Haciendo ampliaciones para afuera y reconvirtiendo interiores”, resume Eduardo Leston, director del Departamento de Arquitectura y Urbanismo de la UP.
CLARÍN