GPS Jardín Japonés: puentes y augurios que llegan de Oriente

GPS Jardín Japonés: puentes y augurios que llegan de Oriente

Por Judith Savloff
El agua recorre la caña de bambú y al caer, golpea una piedra una y otra vez. Incesante. Y ya eso refresca.
Sin embargo, los japoneses diseñaron ese sistema hace miles de años con otro fin: espantar jabalíes de sus campos. Acá, en la entrada al Jardín Japonés por Casares y Berro, en Palermo, no hay predadores. Y ese dispositivo no se exhibe sólo como una fuente tradicional. “Si uno se concentra en el sonido, entrará al Jardín relajado, mejor preparado para disfrutar”, explica Ayako Kishimoto, de la Fundación Cultural Argentino Japonesa.
Adentro, mirar transporta. Las islas, árboles y rocas. Los puentes, pagodas y faros. La cascada. Es difícil no desenchufarse, perderse en el paisaje. Tentarse con alimentar a los peces koi, de leyenda.
El Jardín, espacio de “meditación, paseo y recreación”, fue donado a la Ciudad en 1967 por la comunidad japonesa para la visita de los príncipes Akihito y Michiko, hoy emperadores. Luego fue descuidado y reabrió en 1979. “Como Japón es montañoso y el terreno era llano, trajeron 18 toneladas de roca de Córdoba”, cuenta Kishimoto.
Y a las tipas y magnolias más que centenarias les sumaron cerezos y ejemplares que renacieron tras el bombardeo de Hiroshima (1945).
Las piedras fueron “esculpidas por la naturaleza”. Y “la filosofía zen invita a descubrir en ellas, en su disposición, las formas que les dan nombre a los islotes que componen”. ¿Se ven grullas en el islote Las grullas?
Este espacio cuenta con una casa de té y un restorán (de vacaciones, pero en el patio se pueden comer 8 piezas de sushi ($ 120) o un pancho ($ 25). Y muchos hitos. Cuesta elegir. ¿La torre con el Buda o la caligrafía exquisita del Monumento al Esfuerzo del Inmigrante?
Sin dudas, entre lo imperdible está la contemplación del damero, que al intercalar cuadrados de césped y blanco evoca “verde y vacío, el follaje del pino atravesado por el aire”.
Damero. Una metáfora abstracta de cómo se relacionan el follaje de los pinos y el aire. / Lorena Lucca
La entrada principal al Jardín Japonés está en Casares y Berro. Abre todos los días de 10 a 18. Entrada general: $ 70. Menos de 12, gratis. Más información en su página web.
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Algunos hitos del Jardín Japonés:
1) De estreno. Aún no fue inaugurado oficialmente. Pero desde hace unos tres meses se puede recorrer el Patio de los Recuerdos, con placas dedicadas a las visitas ilustres de Japón. Es una réplica del portal de un castillo típico de Okinawa, de donde estiman que proviene el 70 % de los inmigrantes japoneses en Argentina. Okinawa tiene una cultura propia: desde un dialecto hasta cocina típica (principalmente con las variedades de algas y el azúcar negra que cultivan allí). No es casualidad. Como señala Ayako Kishimoto, la provincia está muy cerca de China. “Durante siglos, los chinos que iban por mar a comerciar debían pasar meses en Okinawa esperando vientos favorables para seguir viaje -indica Ayako Kishimoto-. Los okinawenses, hospitalarios, les preparaban espacios para que se sientieran como en casa”. Dos perros-dragones (Komainu) custodian el Patio. Uno tiene la boca abierta, para que entre la felicidad y el otro, cerrada, con el objetivo de que no pase nada malo. “Así simbolizan además el principio y el final”.

2) Oráculo. Se llama Omikuji y estiman que existe en Japón desde el siglo XIV, cuando empezaron a leerse “poemas de la suerte” en caracteres chinos numerados del 1 al 100. Se entregaban en templos budistas y sintoístas, dos religiones de ese país. Aquí, en el Jardín Japonés, hay que sacudir una caja llena de palitos mientras uno se hace mentalmente una pregunta. Cuando quiere, saca un palito de la caja. Tendrá un número: el de la respuesta. La asistente -Ana, en este caso- dirá en qué fila de papelitos ordenados en otra caja hay que buscar su “traducción” en prosa. “Si la respuesta es buena, el papelito se guarda doblado en tres. También lo podés colgar, atado, al lado del árbol de afuera. Si es negativa, la tradición es pedir ayuda a tu dios para que no se cumpla”, explica Ayako Kishimoto. La hilera de buenos augurios anudados está a la salida del shop. Dentro, no se pierdan las grullas de papel artesanales (desde $ 20).

3) Puentes y peces. Hay tres puentes clave en el Jardín Japonés: el recto, el curvo y el que va en zigzag. El curvo, que para muchos es una metáfora del camino al paraíso, tiene escalones y lomos leves, como para advertir que no es sencillo subir ni llegar a ese destino. El zigzag propone cambiar de punto de vista en cada modificación de dirección (y por ofrecer esas oportunidades, también se llama “de las decisiones”). Desde todos, se ven los peces koi, que según una leyenda, nadan contra corriente hasta la cima de una catarata y triunfan: se convierten en dragones.

4) Samurai. Esta escultura es obra de Baku Inoue (Japón, 1956), quien estudió en Tokio y expuso en Argentina y Brasil, además de Europa y su país. Se suele usar para denomirar diversos tipos de guerreros y a una especie de casta que se fortaleció hasta gobernar el territorio del actual Japón entre los siglos XII y XVII. El significado de “samurai” alude “al que sirve”. Según explican en el Jardín Japonés, sus representaciones se colocan en las casas como símbolos de “protección”.

5) Campanario. Se llama de la Paz Mundial y es uno de los 20 que la Asociación de la Campana por la Paz Mundial de Japón donó a ciudades de todo el planeta. El primero está en la sede de la ONU en Nueva York desde 1954. El de acá fue instalado en 1998, cuando se cumplió el centenario del Tratado de Amistad de Argentina y Japón. La gran campana o Tsuri-Gane se realizó con monedas del mundo fundidas y la estructura, con quebracho colorado de Santiago del Estero. No se toca con una soga: hay que golpearla con un poste. ¿Cuándo? Los 21 de septiembre, Día de la Paz, y para Año Nuevo. Dicen que para esta última fecha se tiene que oír 108 veces porque cada uno de esos sonidos marca un “pecado” sobre el que el sonido busca llamar la atención, concientizar.
CLARIN