Es mejor perder el tiempo en la oficina que en casa

Es mejor perder el tiempo en la oficina que en casa

Por Santiago Igarzábal
Pese a ser día laboral y estar en horario de trabajo, me encuentro en la cama. El motivo de esta falta de decoro es que no me encuentro bien. Estoy demasiado mal como para levantarme, pero no como para no poder usar un teclado.
Desde esta postura, me he dedicado a escrutar el mundo laboral a través de la pantalla de mi portátil y he descubierto dos cosas reseñables.
La primera es un vídeo de TED (la genial organización que se dedica a las Ideas que Merece la Pena Difundir). Muestra a Jason Fried, un joven empresario de Internet vestido con vaqueros y una camiseta negra, explicando a la audiencia que la oficina es el peor sitio de todo el mundo para trabajar.
La segunda es el documento más difundido en Internet que no procede de Wikileaks: el nuevo código de vestuario de UBS. En 40 páginas maravillosamente ilustradas en las que se muestran perlas, detalles bordados y relucientes zapatos negros, dice a sus banqueros suizos cómo deben vestir, hasta el detalle más íntimo: las mujeres deben llevar ropa interior color carne de sencillo diseño y los hombres corbatas que se ajusten a la estructura ósea de sus caras.
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Individualmente, ambas descripciones no son moco de pavo. Pero, juntas, representan el espectro de la vida contemporánea de la oficina: desde la neurosis directiva extrema, donde la autoridad y el control llegan hasta la barra de labios, a la excesiva despreocupación, donde los intentos de las directivas por imponer el orden lo único que consiguen es obstaculizar la creatividad interna de los empleados.
Desde la perspectiva de mi cama, la diatriba de Fried contra la oficina podría parecer la más pertinente. Asegura que el problema de las oficinas son las continuas interrupciones, principalmente, a causa de reuniones y de los directivos. Estas interrupciones son un desastre porque el trabajo, explica, es como el sueño. Si te interrumpen, no puedes volver donde te encontrabas.
Podría pensarse que lleva razón. Mi ejemplo apoya esta tésis: he comenzado a escribir este artículo con un obstinado enfoque difícil de reproducir en el trabajo.
También tiene la lógica de su parte. La oficina perdió su utilidad hace muchos años. Tenía sentido en la época del papel, los archivadores y los ’¿puede escribir lo que voy a dictarle, señora Green?’ Pero ya no. Es cara, poco eficiente y requiere esfuerzos inútiles, especialmente si se piensa en el tiempo que se pierde en los trayectos.
Pero, en la práctica, Fried se equivoca por completo: sobre las oficinas, sobre la naturaleza de las interrupciones y sobre cómo vestir cuando se da un discurso.
Las empresas las forman personas y, para crecer, éstas tienen que pasar juntas un número de horas excesivamente alto. Lo que implica que lo más sensato es juntar a todo el mundo en oficinas.
Fried expone que la oficina es un clima hostil para trabajar porque las interrupciones las imponen otros, mientras que en casa suelen ser opcionales y, por lo tanto, positivas.
Eso demuestra que su voluntad es más fuerte que la mía. El tiempo que desperdicio es culpa mía. Mi último vicio es el Boggle para el iPad, al que estaría jugando ahora mismo si no se hubiera agotado la batería y el cargador no estuviera en el piso de abajo.
Lo que ocurre cuando trabajo en casa es que la primera hora es fructífera, pero después me harto. Es como si me rigiera por una ley interior de pérdida de tiempo que dice que la cantidad de tiempo desperdiciada al día es constante. La diferencia es que el tiempo perdido en casa es muy poco productiva el Boggle no beneficia a nadie mientras que en el trabajo es más sociable y, en ocasiones, una buena idea se materializa en un proyecto.
Hay algo más desmoralizante de trabajar en la cama que el Boggle, la ropa. Lo que más me gustaría ahora es levantarme de la cama e ir a la oficina arreglada y vestida con un uniforme que me predisponga a trabajar en un ambiente en el que las interrupciones las impongan otros, permitiéndome trabajar con comodidad entre ellas.
CLARIN