18 Mar El fantasma de Elena Ferrante. Un nombre detrás de la saga del momento
Por Claudia Acuña
Elena Ferrante viene escondiéndose del mundo desde el principio, desde 1992, cuando se negó a participar de toda clase de actividad promocional de su primer libro. Hoy, a pesar del éxito de la tetralogía Dos amigas, cuya primera entrega, La amiga estupenda, acaba de llegar a las librerías locales, la escritora mantiene firme su anonimato y ahuyenta la sed de gloria, mientras que no ha hecho otra cosa que obligar a críticos y a lectores a detenerse en una obra que se sostiene por sí misma al margen de quien la escriba.
Cuando se sabe, cuando se conoce la verdad de las cosas, no hay margen de especulación. Los datos están ahí, objetivos, reales, transparentes, al alcance de todos, casi insignificantes. La intriga surge, claro, cuando a la vista no hay más que unos pocos hilos para atar que no conducen a nada. Ferrante es admirada, en principio, por la decisión firme de mantenerse en el anonimato y de ahorrarse, entre otras cosas, los eventos y las entrevistas -tediosos, según la mayoría de los escritores- que implican la promoción de un libro en la actualidad. Una elección que implica también algunas renuncias: resulta admirable dejar el ego a un lado y reprimir las ganas de gritarle al mundo que esa genialidad tan celebrada es sólo suya.
En octubre de 2015 se editó la última entrega de la tetralogía de Ferrante, La niña perdida, que hasta hoy lleva 22 semanas en el top five de los libros más vendidos que publica The New York Times. En nuestro país, el fenómeno llega con delay: La amiga estupenda, el primero de la saga, acaba de estrenarse en las librerías locales, al que le seguirán Un mal nombre, La niña perdida y el más reciente publicado en Europa y Estados Unidos.
Junto con la tetralogía Dos amigas, Ferrante ha publicado nueve novelas desde 1992, aunque sólo diez años después consiguió convertirse en best seller en su país gracias a la aparición de La amiga estupenda, en 2012, el relato de la historia de una amistad, la de Lila y Lenú, dos mujeres nacidas en Nápoles destinadas a sufrir y a atravesar los devenires de más de cinco décadas de humanidad. Los que saben aseguran que se trata de una obra autobiográfica en la que la escritora tiende a identificarse con Lenú, la narradora. Sin embargo, al margen de las suposiciones de la ficción, poco se sabe de la verdadera Ferrante, de quien se cree que nació en Nápoles y que es posible que haya vivido en Grecia y en Turín, además de tener hijos, vivir sola y ser licenciada en Filología. Son tantos la locura y el alboroto alrededor de su identidad que un profesor de la Universidad La Sapienza de Roma llegó a encargar una investigación para averiguar con qué escritura conocida podría coincidir la de Ferrante. De acuerdo con los resultados del estudio, basado en complejos algoritmos, las páginas de la escritora coinciden bastante con las del italiano Domenico Starnone, aunque el autor se ha negado a responder y ha dicho que se llevará el secreto a la tumba.
¿Anonimato o marketing?
Lo cierto, en definitiva, es que nada se sabe, salvo la escritura. Es en esta instancia donde el anonimato comienza a provocar sospechas y especulaciones en clave de marketing Hay que reconocer que lo de la escritora es una genialidad ayudada por ciertos eventos que le han conseguido fama y reconocimiento.
El año pasado, el escritor italiano Roberto Saviano -que volvió a ser noticia estos días por una acusación de plagio- publicó una carta en el diario La Repubblica en la que invitaba a la autora a concursar por el premio Strega, uno de los más importantes del país. Enseguida, algunos miembros del jurado se quejaron con el argumento de que quien elige ser un fantasma no tiene derecho a presentarse en un concurso. Haciendo historia, muchos recordaron que en 1959 Lampedusa ganó el premio por El gatopardo cuando ya llevaba dos años muerto. Por lo tanto, entre otras discusiones inútiles, no hubo forma: la Ferrante obtuvo un digno tercer lugar en el concurso literario más prestigioso de Italia.
Quienes sin quererlo también vienen sumando simpatizantes para la escritora napolitana son algunas celebrities que se han dejado encantar por sus historias. En septiembre de 2015, James Franco, enfundado en un esmoquin, publicó en redes sociales una selfie con un ejemplar de La amiga estupenda entre manos como excusa para llegar tarde a una fiesta: “Llego tarde, pero lo que pasa es que este libro es maravilloso”. Gwyneth Paltrow también dijo que Ferrante es capaz de explicar la infancia y la amistad con una fuerza asombrosa. Ken Follet y Zadie Smith son otros que también se cuentan entre sus fanáticos seguidores.
Pero más allá del marketing y de los nombres influyentes, lo de Ferrante sabe sostenerse por sí mismo sin la palanca de nadie debido al fascinante relato que reconstruye más de medio siglo de historia a través de la amistad de dos mujeres. No en vano The New York Times ha descripto a la escritora como deslumbrante, mientras que The Guardian asegura que se trata de la primera autora italiana en mucho tiempo digna de obtener el Nobel.
A medio camino entre el melodrama, el thriller, lo realista y lo fantástico, el trabajo de Ferrante se permite hacer un mix de géneros para dar como resultado una obra inclasificable que es capaz de abordar cualquier tema, desde el sexo, la vida cotidiana, la maternidad y el feminismo hasta la muerte.
En una entrevista realizada por sus editores -quienes sí la conocen- para la edición primavera 2015 de The Paris Review, Ferrante dijo que “lo más difícil de la escritura es poner en palabras sin domesticar la verdad de un gesto, de un sentimiento, de una serie de acontecimientos para llegar a caminos nuevos de expresión sin caer en la pereza de reducir una historia a una bolsa de clichés para el consumo masivo”.
Son muchos los críticos que alaban la honestidad de sus relatos. En este sentido, la escritora vuelve a responder que para ella, en la sinceridad se encuentran la tortura de escribir y, a la vez, el motor para encarar cada proyecto: “Para mí, la pregunta más apremiante es descubrir qué palabra y qué tono se ajustan mejor a aquello que quiero contar. Sin los términos adecuados puestos en el orden correcto, nada sale vivo ni verdadero. No es suficiente decir que los hechos realmente ocurrieron porque la literatura no es un informe policial ni una sentencia legal. Ni siquiera la verosimilitud asegura un relato bien construido, sino que se trata de la energía que uno como escritor es capaz de imprimir en cada frase. Cuando esto de verdad sucede y funciona, no hay ningún estereotipo capaz de eclipsar la verdad literaria”.
LA NACIÓN