Crecimiento en altura

Crecimiento en altura

Por Gabriela Koolen
¿Quién no soñó ver la ciudad desde las alturas? Hace tiempo que los porteños no necesitan volar para hacerlo. Nacidas a finales del siglo XIX en ciudades con altos índices de población como Chicago, Nueva York o Londres, las torres fueron ganando terreno -y espacio en el cielo- en todo el mundo.
Primero fue el mítico Palacio Barolo, en Avenida de Mayo, que en la década del ’20 se erigió como el edificio más alto de Latinoamérica con un diseño que propone un misterioso juego de alusiones a “La divina comedia”, la famosa obra del poeta Dante Alighieri -sus 100 metros de altura, por ejemplo, coinciden con el número de cantos de la obra. En 1936, el edificio Kavanagh, frente a la Plaza San Martín, tomó el puesto de su antecesor en el ranking y se animó a ir un poco más arriba con un estilo racionalista y comodidades de avanzada para su época, entre las que se contaba aire acondicionado central.
Hoy, Buenos Aires se encuentra entre las ciudades con más torres de América Latina y el mundo. Los modernos rascacielos que pueblan Puerto Madero con múltiples y variados usos dan cuenta de una arquitectura de alto vuelo, en sintonía con las tendencias urbanas mundiales que apuntan a un di¬seño urbano vertical.

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De cara al río, los edificios más altos ofrecen deslumbrantes vistas panorámicas y permiten apreciar una gran variedad de estilos y modos de uso. Allí está, por ejemplo, la Torre YPF, diseñada por César Pelli -el creador de las emblemáticas torres Petronas en Kuala Lumpur; el Edificio Malecón -del estudio Aisenson, asociado con Hok-, que significó la introducción de una tecnología de aluminio y de performance de vidrios inéditos en el país, o la Torre Bouchard Plaza. Un poco más cerca de Retiro, en Suipacha y Santa Fe, la torre Brunetta -más conocida como el edificio Olivetti, porque en varios de sus pisos funcionaba la conocida empresa de máquinas de escribir- fue en la década del ’60 el primer edificio de oficinas en torre con muro cortina -que permite resistir la fuerza del viento- y se convirtió en un hito infaltable en Buenos Aires.
Todos estos edificios aportan a la personalidad de la ciudad. “Una torre es un elemento singular y distintivo dentro del paisaje urbano. Nuestra visión se centra especialmente en la forma en que se insertará en dicho paisaje y como será su relación con el entorno inmediato. Por eso tratamos de satisfacer las demandas de nuestros comitentes, buscabdo propuestas que generen formas y espacios innovadores, como una manera de contribuir a la diversidad y sumarle carácter a la ciudad”, señala Oscar Zurdo, uno de los socios fundadores del estudio PFZ -a cargo, por ejemplo, de las torres gemelas del complejo Madero Harbour, en Puerto Madero.
Zurdo destaca que las cuestiones estructurales tienen una especial relevancia en este tipo de edificios. A la hora de tomar decisiones proyectuales, explica el arquitecto, se debe tener en cuenta que las cargas más importantes que deben soportar las torres de gran altura son las producidas por efecto de los vientos. El criterio que se adopte para soportarlas tendrá consecuencias directas en su imagen exterior. Otros puntos cruciales son el target de los usuarios y el grado de flexibilidad del edificio.
Entre los emprendimientos más recientes del estudio, sobre el boulevard Azucena Villaflor, se abre camino hacia las nubes la Alvear Tower. Una vez terminado, este edificio alcanzará los 235 metros, convirtiéndose en la torre residencial más alta del país. “Tendrá una morfología de volúmenes cilíndricos que irán “trepando” en torno a un núcleo central, que se descubrirá neto en el último tercio de su altura”, describe Juan Pfeifer, otro de los socios fundadores del estudio. Allí, adelanta, habrá una diversa oferta para desafiar al vértigo.

Residenciales y oficinas
Si bien muchas de las primeras torres estuvieron asociadas con oficinas -dado que permitían una mayor concentración de personas y servicios en un mismo edificio-, la utilización residencial también se difundió rápidamente, planteando nuevas relaciones entre el espacio urbano y sus habitantes.
“Una tendencia que se puede verificar en el mundo es la densificación de las ciudades para aprovechar las infraestructuras existentes y evitar el interminable (e inconveniente) derrame hacia la periferia rural. En esta dirección, las torres -junto con acciones urbanas complementa¬rias entre sí que protejan la identidad de cada barrio- tendrán un lugar destacado en el desarrollo de las ciudades”, vaticina Eduardo Di Clérico, del estudio PFZ.
Las viviendas en altura han proliferado en los últimos años en diferentes zonas, siendo la imponente torre Le Parc -construida con la dirección de Mario Roberto Álvarez en Oro y Cerviño en 1994- una de las precursoras en esta nueva generación de rascacielos. Los usos inciden en el diseño, y los proyectos destinados a oficinas se distinguen de aquellos enfocados para la vivienda.
Para Pablo Pschepiurca, socio del estudio Aisenson -que actualmente posee entre sus proyectos la Torre Bellini Plaza San Martín, en Retiro- las diferencias entre las torres de oficinas y las de uso residencial son enormes, aunque, aclara, hoy se están utilizando muchos conceptos tecnológicos de envolventes y de sistemas de inteligencia de los edificios de oficinas en las torres residenciales -un fenómeno que, según señala, no es nuevo y se remonta a las Lake Shore Drive de Mies en Chicago. “Lo que nunca será igual es la relación de la torre con el terreno, ya que en el caso residencial el diálogo entre ambos elementos es fundamental”, subraya el arquitecto.
Walter Pfeifer, del estudio PFZ, cuenta que las plantas de oficinas requieren una mayor flexibilidad para el armado de diferentes layouts en el tiempo, por lo que en general en estos proyectos el estudio parte de la idea de planta libre. Sin embargo, en el caso de Alvear Tower – una torre residencial – la flexibilidad también fue una condición. “Todas las plantas tienen una losa baja en toda su superficie, lo que permitirá a los futuros propietarios intervenir en la personalización de sus residencias”, dice. En cuestiones de diseño, la innovación siempre está a la orden del día.
Entre las tendencias que pisan fuerte la flexibilidad y el uso de tecnologías de inteligencia en el diseño son claves en este tipo de edificios que en su camino al cielo buscan un equilibrio entre confort, modernidad y una relación positiva, en armonía con el entorno. Sólo resta animarse a tocar las nubes.
EL CRONISTA