10 Mar Cienciología, ¿negocio o religión?
Por Alejandro Lingenti
Pocas historias son tan exóticas e inabarcables como la de la cienciología. Nacida como una filosofía laica en 1952 e impulsada principalmente por un escritor de ciencia ficción nacido en Nebraska, Estados Unidos, L. Ron Hubbard, logró que se le reconozca el estatuto de religión en varios países -Estados Unidos, Reino Unido, Sudáfrica, Venezuela, Suecia y Australia-, estrategia que, como iglesia establecida, la eximió de pagar cargas impositivas y la transformó en un fenomenal negocio, gracias al generoso aporte de sus seguidores. Otros países, como Francia, Bélgica y Suiza, la consideran una secta o sencillamente un exitoso emprendimiento comercial.
Buena parte de la notoriedad de este movimiento se debe a la adhesión pública de algunos famosos. Tom Cruise , quien ingresó al culto en 1986, curiosamente el año de la muerte de Hubbard, y John Travolta son, sin dudas, los dos principales. Producido por HBO y dirigido por el experimentado Alex Gibney -el mismo de Steve Jobs: The Man in the Machine y Sinatra: All or Nothing At All (2015)-, el documental Going Clear: Scientology and the Prison of Belief reavivó la polémica, se convirtió muy pronto en el más exitoso de esa cadena en la última década y ya está disponible en Netflix.
Apoyándose en los testimonios de varios arrepentidos, la película -de dos horas de duración- ganó un Emmy y despertó la airada reacción de los cienciólogos, liderados desde la muerte de Hubbard por un personaje extravagante y violento, casi un villano de manual, llamado David Miscavige, acusado de maltratar física y psicológicamente a muchas personas del credo e íntimo amigo de Cruise.
La política de atraer a grandes figuras del mundo del espectáculo no es nueva en la cienciología: en su momento, Hubbard logró convencer a Gloria Swanson, la diva del cine mudo que en 1950 protagonizó la inolvidable El ocaso de una vida, una película que la interpelaba de manera directa. Del mismo modo, Miscavige atrajo a Cruise, quien ha puesto mucho dinero en el proyecto, le ha prestado más de una vez su jet privado y hasta comparte sastre con su amigo.
La confederación galáctica
Básicamente, la cienciología asegura que los humanos somos seres espirituales inmortales que hemos olvidado nuestra verdadera naturaleza y propone un método de rehabilitación espiritual destinado a revivir experiencias traumáticas, a menudo olvidadas, para liberarse de su carga negativa o efectos limitadores, una idea derivada del concepto del karma proveniente de las religiones orientales que funcionó como punto de partida para una receta más amplia que incluye la creencia en Xenu, un extraterrestre señalado como poderoso dictador de la Confederación Galáctica, encargada de traer, hace 75 millones de años, a miles y miles de personas a la Tierra en naves espaciales similares a los aviones DC-8. En teoría, esas personas desembarcaron alrededor de diferentes zonas volcánicas y fueron aniquiladas de inmediato con bombas de hidrógeno. Sus almas (denominadas por Hubbard body thetans) se pegaron a los cuerpos de los vivos para crear el caos. Aunque parezca insólito, tanto Cruise quien verdaderamente aparece como un desquiciado en una filmación producida por los cienciólogos para exhibir su apoyo a la iglesia que este documental recupera como Travolta creen fervorosamente que todo esto es cierto. Y de hecho se negaron a ofrecer su testimonio para la película de Gibney.
Quien sí aparece explicando las razones de su alejamiento de esta iglesia es Paul Haggis, director del exitoso film Vidas cruzadas, ganador del Oscar en 2005, y guionista de Million Dollar Baby y Cartas desde Iwo Jima, ambas de Clint Eastwood. Igual que otros ex miembros menos conocidos internacionalmente que colaboran en el documental detallando historias realmente bizarras y denunciando los abusos de Miscavige y la persecución a la que han sido sometidos desde que formalizaron sus renuncias, Haggis padre de dos hijas lesbianas narra su accidentada experiencia con los cienciólogos, finalizada cuando la iglesia apoyó en California la llamada “Proposición 8”, que retiró el derecho a contraer matrimonio a las parejas del mismo sexo.
Entre los adherentes a la cienciología que equivale a decir “entre sus aportantes económicos”- hay muchas estrellas de Hollywood, un lugar donde la iglesia hizo pie muy pronto, y figuras del show business: Will Smith, Juliette Lewis, Kristie Alley, Kelly Preston ex esposa de Travolta, Jason Lee, Elizabeth Moss, Beck Hansen, Dustin Hoffman, Oliver Stone, Larry King, Lisa Marie Presley, Jeniffer Lopez y Victoria Beckham son parte de un lista más extensa.
En el documental que exhibe Netflix, Marty Rathbun, un ex integrante de la iglesia que tuvo un alto cargo en la organización durante años, revela las oscuras tácticas que los cienciólogos pusieron en marcha para separar a Cruise de Nicole Kidman, criada en el catolicismo y siempre renuente a los postulados inventados por Hubbard. También habla la ex publicista Spanky Taylor, responsable inicial del acercamiento de Travolta al culto: la mujer asegura hoy que la estrella de Fiebre de sábado por la noche ha decidido no sacar los pies del plato por temor a escandalosas revelaciones sobre su vida privada.
Más impactante aún es la historia de la actriz Nazanin Boniadi, elegida por los líderes de la creencia para ser la novia de Cruise en 2004 (poco después del divorcio de Kidman y dos años antes de su boda con Katie Holmes) y abandonada por el actor luego de tres meses de relación. Después de la ruptura, Boniadi fue obligada a realizar trabajos serviles limpiar baños con un cepillo de dientes, por ejemplo, una denuncia que el documental reproduce a partir de la abundante data sobre el tema en el libro Troublemaker: Surviving Hollywood and Scientology, de la actriz Leah Remini, otra que huyó despavorida después de treinta años de lavado cerebral.
Hoy la cienciología -o cientología es un culto relativamente minoritario: se calcula que tiene unos 50.000 fieles en todo el mundo. Pero funciona como una potente organización económica: se dice que posee más de tres mil millones de dólares en bienes, en su mayoría conseguidos tras ganarle la batalla judicial al Departamento de Hacienda de Estados Unidos un resultado en el que Bill Clinton con su poder de lobby tuvo un papel nada menor y evitar el pago de impuestos gracias a su estatus de organización sin fines de lucro. Creer o reventar.
LA NACION