17 Feb Una hora con Ken Follet. El rockstar de los best sellers
De paso por Buenos Aires, donde estuvo poco más de un día antes de iniciar un viaje por crucero con su esposa rumbo a la Antártida, el escritor británico Ken Follett (Cardiff, 1949) aprovechó la ocasión para presentar El umbral de la eternidad, el cierre de su trilogía The Century. Mediante una serie de novelas protagonizadas por los integrantes de cinco familias, Follet repasó los acontecimientos más significativos del siglo XX para él. “Fue el siglo de las luchas por los derechos civiles y la libertad”, comenta el autor en su entrevista con LA NACION.
Con una sonrisa más blanca que la nieve y una dicción clara y pausada al responder, recibió a la prensa en el Salón Valentino del hotel Four Seasons. Como una coqueta estrella de rock, había solicitado una base de maquillaje para las sesiones de fotos y que los fotógrafos no se dirigieran a él directamente. También pidió que siempre hubiera té, café y agua a su disposición, y reclamó que los entrevistadores enviaran en los días previos al encuentro una foto y algunos datos personales.
Custodiado por su joven agente, una intérprete y las encargadas de prensa del sello (Plaza y Janés, otra pieza del megagrupo Penguin Random House) y vestido de impecable traje (probablemente también maquillado a las diez de la mañana), el escritor se explayó sobre aspectos de su producción y oficio con buen humor y precisión. A la tarde, se reuniría con sus lectores y fans en la librería El Ateneo Grand Splendid acompañado por la periodista Cristina Pérez, admiradora como él de la obra de William Shakespeare. En 45 minutos, Follet firmó más de 300 ejemplares de sus libros.
“Se siente muy bien tener más de ciento cincuenta millones de lectores”, dice en alusión a la hiperbólica cantidad de ejemplares vendidos de sus obras. Los pilares de la Tierra, agrega, es el libro que más satisfacciones le ha dado y el que él recomendaría a un lector que quiere empezar a conocer su obra. “En la novela histórica, la historia debe permanecer en segundo plano, y los personajes, sus emociones y sus incidentes, en el primer plano. De otro modo, la trama se ahoga y la novela se convierte en un manual”, advierte.
El melodrama, el suspense y el thriller, el espionaje y el erotismo soft sazonan sus frescos históricos, ambientados en diversas capitales del hemisferio norte. Follett eligió para su trilogía familias de cinco países ?Estados Unidos, Alemania, Rusia, Polonia e Inglaterra? que le permitieron abarcar los episodios históricos en su opinión fundamentales del siglo XX: las dos guerras mundiales, los estragos causados por el nazismo y el estalinismo, la Guerra Fría, la lucha por los derechos civiles, la caída del Muro. “La Guerra de Malvinas sólo fue importante para los ingleses y para los argentinos, pero no representó un conflicto de magnitud mundial”, dice.
El autor de La clave está en Rebeca cuenta que para escribir novelas históricas elige circunstancias “terminadas”, lo que en cierta manera lo exime de riesgos y errores. En la actualidad, Follett trabaja en una novela de espías ambientada en el siglo XVI, cuando la reina Elizabeth de Inglaterra, temerosa de que sus enemigos españoles la asesinaran, creó el primer servicio secreto inglés. “Murió muy tranquila en su vejez, por lo que se puede decir que ese organismo dio buenos resultados.”
Follett escribe un primer borrador de sus obras, la mayoría de más de 500 páginas, que luego da a leer a su editor y a un historiador que salva los anacronismos y los datos inverosímiles. Escucha los comentarios de ambos y vuelve a escribir el libro en su computadora; de ese modo corrige los ripios y perfecciona uno de sus recursos favoritos: los diálogos. Los personajes de las novelas de Follett conversan sin parar. Páginas y páginas destinadas a diálogos definen las diferentes personalidades y a la vez permiten que la trama avance. Los personajes tienen, además, una vida sexual envidiable. “Es uno de los placeres de la vida y ahora, a diferencia del siglo XIX, es posible hacer referencia a la intimidad sin eufemismos en la literatura.”
Follett reconoce que es usuario de redes sociales: Facebook para comunicarse con su familia, YouTube para difundir las entrevistas audiovisuales y Twitter para mantener contacto con los lectores: la mañana del viernes contó que había subido una foto de la librería porteña donde firmaría ejemplares y recibió de inmediato la respuesta ferviente de sus seguidores.
Enredos cinematográficos
“En un feria del libro le di un beso a Isabel Allende. Es una mujer encantadora”, responde cuando se le pregunta por su conocimiento de la literatura latinoamericana. Nombra a Gabriel García Márquez y a Mario Vargas Llosa. No ha leído a Borges, a quien por un instante confunde con el autor La muerte de Artemio Cruz, Carlos Fuentes. Registra el nombre del autor de Ficciones para leerlo en el futuro.
En los años 70, Follett escribió un par de novelas juveniles que no tuvieron mucho éxito. Es un género al que admite que no volverá, pero que respeta enormemente. Una de las razones es de índole cuantitativa: “J. K. Rowling tiene más lectores que cualquier otro escritor del mundo”.
Varias novelas suyas, como La isla de las tormentas, fueron llevadas al cine, y otras se convirtieron en series televisivas debido a la extensión y a la multiplicidad de tramas. “No escribo los guiones porque es una habilidad que no tengo; sólo sé contar las historias con palabras”, dice con humildad.
Antes de concluir la hora concedida a cada medio de prensa, se le sugiere que podría incluir la ciudad de Buenos Aires en alguna de sus tramas futuras. A modo de respuesta, Follett vuelve a sonreír mientras se pone de pie para dirigirse a la sala donde tendrá lugar la primera sesión de fotos de la jornada.
LA NACIÓN