06 Feb Slow Connection
Por Sol Peralta
Ese universo tan tentador que contienen el celular, la tablet o la laptop es, al mismo tiempo, causante de ansiedad y de estrés. Desde su pantalla, la rutina cotidiana irrumpe en las vacaciones y puede opacar el descanso. Es imposible negar que Internet es una herramienta que te ayuda a resolver muchas cuestiones de la vida cotidiana, pero es sano comprobar que se puede vivir sin estar hiperconectado. La conexión que debería tener relevancia durante las vacaciones está muy lejos del Wifi o el 4G. El tiempo de ocio lo podes aprovechar para bucear en tus sentimientos, pensamientos y en proyectar tus deseos, tanto como para renovar la energía de los vínculos con tu familia, pareja o amigos que te acompañan en el viaje.
Al llegar a destino y apoyar la valija, el primer paso para desenchufarte y establecer una slow connection podría ser desactivar todas las notificaciones. Las casillas de mail, las redes sociales, los SMS y sobre todo, los mensajes de Whatsapp no deberían interrumpir los días de descanso. “Para que el contacto no sea invasivo hay que eliminar las alarmas y articular momentos de chequeo del teléfono”, sugiere la psicóloga Laura Jurkowski, directora de Reconectarse, centro especializado en la problemática de Internet, videojuegos y el uso de la tecnología.
Hay un corte que resulta obvio: el que hacés con el trabajo. Cuando usás mucho el correo electrónico, una buena opción es activar la función de respuesta automática, para que quien te escribe sepa a partir de qué fecha puede volver a contactarte. Para los mensajes de Whatsapp lo mejor es pensar una respuesta amable y sintética que informe sobre tus vacaciones y le derive el trabajo a algún colega, si corresponde. A veces no está de más conversar con tus compañeros y comentarles que preferís no ser molestado durante el viaje, a menos que resulte indispensable.
Pero este paréntesis de la rutina durante las vacaciones también debe incluir a la familia y los amigos que, muchas veces, mantienen la misma intensidad de comunicación que durante el resto del año. Para que funcione bien, conviene avisarles a los más cercanos que no vas a estar online todo el tiempo y que, si necesitan contactarte en el momento, te llamen en vez de mandarte un mensaje.
“La idea de que con el celular encima tenés la vida bajo control es una fantasía”, afirma la psicóloga Gabriela Martínez Castro, directora del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad. Entonces, ¿el teléfono queda en el hotel? En este punto hay discrepancias. “Una propuesta para reducir el uso de las redes es establecer un horario para chequear el celular y tenerlo el resto del tiempo apagado”, sugiere Martínez Castro. “Podría ser después de compartir el desayuno y antes de la cena”. En cambio, Jurkowski considera que no hay reglas generales, porque cada persona sabe qué necesidad real tiene de estar disponible o de resolver situaciones de la cotidianidad con el teléfono, como usar Google o el GPS. “No es todo o nada, hay grises, y durante el veraneo se puede decidir cómo hacer uso sin estar hiperconectado”, opina. Con respecto a este punto, el doctor Enzo Cascardo, psiquiatra del Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad, recomienda hacer un autoexamen para descubrir qué tan apegado estás a Internet. “Al no tener obligaciones laborales, uno podría proponerse pasar 24 o 48 horas sin encender el celular ni la computadora. Al principio puede costar, pero con el paso de las horas es notable cómo baja la ansiedad y se experimenta una agradable sensación de libertad”.
El círculo vicioso digital
“Estos dispositivos de comunicación provocan ansiedad y retroalimentan la necesidad de estar conectados. Usarlos nos genera cada vez más curiosidad por saber qué están haciendo los otros y aumenta el deseo de publicar algo para que los contactos sepan y vean qué estamos haciendo”, dice Jurkowski. Entonces, el estrés es cada vez mayor.
Uno de los factores que provoca ese estrés es lo que se conoce como FoMO, por la sigla en inglés de Fear of Missing Out, o “miedo a quedarse afuera”. Martínez Castro cuenta que “lo sufren más las mujeres que los hombres, porque ocupan muchos roles y se sienten obligadas a estar al tanto de lo que pasa con los hijos y la pareja y se encargan de la coordinación de la casa, así como de su trabajo o su actividad académica”. El FoMO da cuenta del miedo exagerado a llegar tarde a una situación en la que se debería intervenir, tanto como a perderse una noticia o evitar que algo malo suceda. Cuando advertís que durante el veraneo le dedicas más atención a ver dónde hay WiFi, a cargar la batería del teléfono y controlar la llegada de alguna notificación que a la conexión con el paisaje y las personas con las que estás compartiendo el viaje, la alarma que debería sonar es interna. Para Cascardo, el corte con la rutina te puede ayudar a redimensionar la relación que estableciste con Internet, así como a relativizar la importancia de lo que publican los demás o de la cantidad de ‘Me gusta’ que cosechan tus posteos.
Los usuarios de redes sociales pueden tomar también el reto de dejar para el regreso la publicación de fotos y anécdotas de las vacaciones. Todo eso puede esperar. Simplemente hay que desterrar la necesidad de comunicar las cosas apenas ocurren. “Ayuda mucho compartir esta decisión con otros. En este caso, lo mejor sería llegar a un acuerdo con la pareja o con los amigos con quienes estás pasando unos días afuera”, sugiere Cascardo.
Al no madrugar y tener menos preocupaciones en mente, los días de descanso suelen provocar un reordenamiento del sueño. Esto es muy importante para las personas con insomnio o trastornos relacionados. Una forma de colaborar con esta puesta a cero es no usar ningún dispositivo electrónico durante la noche, ya que el tono azul de la luz que emiten las pantallas altera el ciclo del sueño.
Para que el aterrizaje en casa no sea una experiencia tan dura, lo mejor es comentar con poca gente la fecha de regreso de las vacaciones. De este modo se puede disponer de dos o tres días para ambientarse, reubicarse mentalmente, contactarse poco a poco con las personas más cercanas. Y, recién después, “reaparecer” en la vida virtual.
Todos somos gamers
Los juegos online son geniales para despejar la cabeza y un gran entretenimiento, pero también pueden ser adictivos. Es complicado tenerlos a disposición durante las vacaciones pero usarlos un rato. Nada de esto sería casual, ya que según las teorías conspirativas fueron diseñados para que el jugador no advierta cuántas horas pasaron desde que se conectó.
Lo que es seguro es que cuando estás jugando quedás totalmente sumergido en la acción y no tenés conciencia de nada más hasta que se te terminan las vidas o el partido. Por eso, “los jueguitos” suelen ser motivo de pelea en las parejas y también en las familias, que tienen dificultades para sumar a sus hijos adolescentes a las salidas, ya que ellos prefieren quedarse en la computadora.
“Si este entretenimiento le quita horas a otras actividades que podrías hacer únicamente cuando estás de vacaciones, no tiene sentido jugar”, afirma Jurkowski. Pero muchas veces, pasar de esta actividad no es fácil. El doctor Cascardo explica que los videojuegos online generan mucha más adicción que las redes sociales o Whatsapp. “Para el adicto no hay vacaciones que valgan, ya que va a dedicarse a esta actividad como si estuviera en su casa. Pero para los otros usuarios puede sumar, porque es un pasatiempo propicio para divertirse después de un día de playa”. Vos verás.
LA NACION