24 Feb Nutrición: para contribuir a la confusión general
Por Nora Bär
Acabo de llegar a Berlín para asistir a la Semana Verde Internacional, una exposición que desde 1926 congrega en esta ciudad a políticos y científicos de más de cien países en un foro global sobre alimentos, agricultura y horticultura. La temperatura es gélida (dos grados), cae una lluvia penetrante y se espera que nieve. El sol cae a las cuatro y media, y los transeúntes andan apurados, cubiertos de pies a cabeza. Es difícil no comparar esta oscuridad con los días luminosos del hemisferio sur. Pero la inusitada oferta de comidas que ofrece esta feria me hace pensar que en Buenos Aires, en Berlín y en todas partes, en esta época del año muchos deben estar penando como Renée Zellweger en El diario de Bridget Jones, la película coprotagonizada por Hugh Grant y Colin Firth: están tratando de perder kilos que se acumularon durante el invierno y las fiestas de fin de año.
A primera vista parece sencillo: hay dietas y programas para todos los gustos. Pero la cruel verdad es que la mayoría de los que deben iniciar esa lucha sin cuartel lleva las de perder. Meses o un par de años más tarde es probable que recuperen parte o todo lo que perdieron.
La pregunta que carcome a médicos e investigadores es ¿por qué? Gary Taubes, periodista científico y cofundador de la Nutrition Science Initiative, ensayó una respuesta en un artículo de opinión para The New York Times. A nuestro pesar, su punto de vista no es reconfortante: para Taubes, aunque en el último medio siglo se publicaron cientos de miles de trabajos sobre nutrición, abundan las hipótesis pero faltan evidencias sólidas que las confirmen o refuten.
“Desde los años 60, la ciencia nutricional fue dominada por dos observaciones conflictivas -explica-. Una es que sabemos cómo comer saludablemente y mantener un peso adecuado. La otra es que los índices crecientes de obesidad y diabetes sugieren que algo del pensamiento convencional simplemente está equivocado.”
Aunque nunca se supo tanto sobre el valor nutricional de los alimentos, los procesos metabólicos del hambre y la saciedad, y la importancia de la actividad física, la obesidad y sus patologías asociadas van en aumento.
En los Estados Unidos, en 1960, menos del 13% de la población era obesa y sólo el 1% había recibido diagnóstico de diabetes. Hoy, el porcentaje de norteamericanos obesos se triplicó, y el de los que tienen diabetes se multiplicó por siete. Hace unos días, en el ciclo Conversaciones en LA NACION, el doctor Adolfo Rubinstein, director del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), mencionó que en la Argentina la obesidad creció un 40% en los últimos diez años. La última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud mostró que más de la mitad de la población es obesa o tiene sobrepeso.
En estas décadas, también explotó la literatura de investigación acerca de la obesidad. “En 1960, se publicaban menos de 1100 artículos sobre obesidad y diabetes -subraya Taubes-. En 2013 fueron más de 44.000. En total, se publicaron más de 600.000 trabajos sobre estos cuadros. Sería lindo pensar que este diluvio de investigación echó luz sobre el problema. Pero los datos sugieren lo contrario. Si entendemos estos desórdenes tan bien, ¿por qué fallamos miserablemente al prevenirlos?”
La explicación convencional es que la obesidad es un rompecabezas casi imposible de modificar. Pero hay otras aristas del problema que contribuyen a la confusión general.
La ciencia es un método que avanza sobre la base de hipótesis, ensayos y refutaciones, destaca Taubes. Pero como los ensayos sobre qué estilo de alimentación nos permite mantenernos saludables involucrarían a miles de personas durante decenas de años, y serían enormemente caros, complicados y difíciles de reproducir, nos contentamos con estudios en ratones y otros animales de laboratorio, con asociaciones que no prueban causalidad, o con ensayos en humanos demasiado breves como para sacar conclusiones valederas.
Cuando las hipótesis se toman como hechos, proliferan de tal manera que cada día nos enteramos de una nueva y se contradicen unas a otras. Si a eso le sumamos los condicionantes sociales, vencer la obesidad es una empresa tan desafiante como escalar el Everest. Lo era para la desopilante y enternecedora Bridget Jones hace 15 años y sigue siéndolo hoy para millones de personas en todo el planeta.
LA NACION