“Las selfies son una porquería, con un teléfono no hacés arte”

“Las selfies son una porquería, con un teléfono no hacés arte”

Por Ezequiel Vieitez
Aunque nació de tez blanca, Hugo Ordoñez tiene la piel como un africano y ahora sabrá por qué. Desde hace 16 años, todos los veranos, sin pausas, recorre las playas de Pinamar de domingo a domingo, unas siete horas cada día, sacándole fotos a todo. “No uso protector solar, la piel está acostumbrada”, dice con voz ronca de fumador. Se saca las sandalias Croc y muestra una miríada de lunares negros por la quemazón en los pies. Así de curtido, este fotógrafo profesional de 60 años es una suerte de ministro sin cartera de Pinamar al que consultan cada vez que quieren saber sobre cómo viene laq temporada y el ritmo de la ciudad empresarios, políticos, periodistas, vecinos y turistas.
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“Pinamar es para mostrarse, para hacer buenos negocios, pero faltan más servicios para el visitante”, dice en una mesa del café Innsbruck, donde religiosamente pasa las tardes, después de la mañana sobre la arena en el balneario CR. Critica la soberbia de los que solamente quieren impresionar con las 4×4 y se queja: “No existe la conciencia de brindarse al turista”.
En una hora de charla con Clarín, al menos tres veces hace pausas y se preocupa por indicarles cómo llegar a distintos puntos a gente que pasea por la calle Libertador y parece desorientada. A su manera, es un excelente representante de la ciudad en donde vive. Está atento, observa por encima del hombro de su interlocutor, contesta preguntas mirando a un costado, al otro, como si también escuchara otra conversaciones cercanas. Actitud de paparazzi. “No quiero perderme nada”, sonríe.
Toma el celular y responde un WhatsApp del ministro bonaerense Cristian Ritondo. “Es mi amigo”, dice. Un rato después, llama al móvil al intendente Martín Reza para saludarlo y, apenas corta, les indica por dónde se fueron sus amigos a la nieta del ex presidente de la Cámara de Diputados, Osvaldo Mercuri, que cruza la calle.
Hace poco, cuenta, el dueño de un Casino del interior perdió el celular. “Me vino a ver porque organizaba su cumpleaños. Me dijo: ‘Hugo, perdí los contactos importantes. Quiero que vaya mucha gente. Ocupate vos, que conocés a todos’”. La fiesta fue un éxito.
“Son muchos años acá, tengo buena relación con Eduardo Duhalde, Sergio Massa, Carlos Stornelli, Diego Santilli y Daniel Angelici, entre otros”, explica. Discreto, jura que con ellos no habla de política.
Pese a que se lo considera el último fotógrafo de playa de Pinamar, se irrita y convence de que su arte no va a morir. “La selfie es una porquería, no un buen recuerdo. La foto del celular y aplicaciones como Instagram te hacen creer que sabés sacar. Con un teléfono no hacés arte. Yo considero cada foto una obra, ahí está el ojo del fotógrafo que ve cosas que otros no”, remarca.
“Quiero ofrecer un servicio –palabra que repite–. Yo no tomo fotos típicas. A los que contratan carpas, los sigo varios días y armo carpetas con imágenes de ellos, de los chicos, en momentos en que se divierten, en que son felices”, explica. Leal, aunque el balneario CR se llena de famosos y políticos, dice que nunca vendería a los medios una foto de ahí. Córdigos son códigos. “Lo que veo acá, queda acá”, aclara y pasa a otro tema.
En la playa, camina, busca la charla, la salida humorística, y acepta invitaciones para comer en las carpas. Propicia llegar a la foto. Siempre con anteojos espejados o de marco blanco, algo excéntrico, imposible no reconocerlo. “Si veo que alguien se está haciendo una selfie, agarro mi cámara Nikon y le hablo como a mi madre: ‘Mamá, ayudame a llegar sin hambre hoy a casa’, digo con paciencia. Enseguida, me piden una”, se ríe.
CLARÍN