El detrás de escena del regreso de Perón

El detrás de escena del regreso de Perón

Extracto del capítulo “La devolución de los restos de María Eva Duarte de Perón”, del libro de Juan B. Yofre Puerta de Hierro. Los documentos inéditos y los encuentros secretos de Perón en el exilio. Sello: Sudamericana – Edición: 2015

Por Juan B. Yofre
El viernes 13 de agosto de 1971, con carácter exclusivo, La Opinión (matutino cercano a Lanusse y Edgardo Sajón, su secretario de Prensa) reveló en su tapa los documentos con los que el papa Juan XXIII había levantado la excomunión de Juan D. Perón. El texto final estaba fechado el 13 de febrero de 1963. De todas maneras, cuando se instaló en Madrid -algunos historiadores dicen que por sugerencia del gobierno de Franco-, Perón contrajo matrimonio con María Estela Martínez Cartas, “Isabelita”, el 5 de enero de 1961 en la iglesia de la Virgen de la Paloma, en Madrid. (…)
En una carta fechada el 20 de agosto de 1971, Paladino informa a Puerta de Hierro: He empezado a dar una fecha, cincuenta días, en todos los actos donde hablo y en otras declaraciones, para la devolución de los restos de Evita. Este plazo de los sesenta días como máximo que me dio Lanusse. También esto forma parte de la táctica de no sacarle el cuchillo para obligarlos a moverse. Sobre este asunto lo volvieron a embalar a Rucci y le mandó un telegrama a Lanusse pidiendo el cadáver. Lanusse le contestó que estaba resuelta la restitución a Perón. (…)
El viernes 3 de septiembre de 1971, el gobierno de facto de Lanusse cumplió con el permanente pedido del peronismo de que se devolvieran los restos de Evita. La ceremonia se realizó en la residencia de Juan Domingo Perón y fue formalizada con un acta firmada por los presentes. (…)
El 17 de septiembre, quince días después de la devolución de los restos de Evita, Lanusse anunció el calendario electoral dentro del marco de lo que denominaba el “Gran Acuerdo Nacional”. Las elecciones presidenciales se realizarían el 11 de marzo de 1973, y la entrega del poder al nuevo mandatario, el 25 de mayo. El anuncio intentaba desarmar el mecanismo de un golpe en ciernes dentro del Ejército. El comandante de la Armada, Pedro J. Gnavi, un firme aliado del presidente, habría de resistir entre el 2 y el 8 de octubre una embestida de varios oficiales superiores que objetaban la política del “Gran Acuerdo Nacional” (es decir, la participación del peronismo en el futuro electoral), el respaldo naval al calendario de elecciones y la incorporación al gabinete de “hombres competentes” de extracción política (…)

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Ya se sabía que habría elección presidencial y que el gobierno militar intentaba un acercamiento con el peronismo para llegar a un acuerdo. Perón no lo quería y vio la oportunidad de endurecerse para perfilar al movimiento. Sabía muy bien -como se lo dijo Paladino, entre otros- que la sociedad estaba “harta” de los militares: había llegado la hora de mostrar los dientes. El miércoles 3 de noviembre de 1971, La Opinión tituló en su tapa: “Circularon versiones sobre la renuncia de Paladino”. Al día siguiente el mismo matutino dice: “La renuncia de Paladino ratifica el liderazgo de Perón”, algo que el delegado nunca puso en duda. Se afirma que el sucesor sería Cámpora (aunque también se habló de Jorge Osinde), quien partió hacia Madrid la tarde anterior. El jueves 4, Roberto Ares y Eloy Camus viajaron asimismo a Madrid con la carta de renuncia de Paladino. El viernes 12, el periodista militante Luis Guagnini sostuvo en la tapa de La Opinión que “Perón a la larga va a jugar a la oposición radicalizada” y que el ex mandatario comenzó a aislar a Paladino “dando autonomía a dirigentes que técnicamente deberían depender de él”. Estaba hablando de los responsables de las ramas Femenina y Gremial del movimiento. Con la firma de John Davis Lodge, el 29 de noviembre de 1971 la Embajada de los Estados Unidos envió un análisis de la situación al departamento de Asuntos Latinoamericanos en Washington. En síntesis, decía: “El anuncio de que Perón aceptó la renuncia de Paladino y el nombramiento de Cámpora en su reemplazo son señales de una nueva fase de Perón en las negociaciones con Lanusse y los otros partidos políticos. Cámpora tiene reputación de ser el ‘sí, señor’; Perón va a dirigir la parte política del sector peronista y Cámpora va jugar un rol limitado en la estrategia de Perón de unificar el peronismo. El 9 de noviembre, Cámpora anunció a la prensa en Madrid su designación como delegado de Perón en Argentina (…) La designación de Cámpora llego después de meses de esfuerzos de la línea dura del peronismo y otros cercanos a Perón para cortar la autoridad e influencia que tenía Paladino sobre Perón. Hubo dos figuras importantes en la designación de Cámpora: Jorge Antonio y Julio Romero de Corrientes”.
El 27 de noviembre Cámpora llegó a Ezeiza, ungido delegado, y anunció una nueva composición del Consejo Superior. Entre las incorporaciones más destacadas figurarían las de Rodolfo Galimberti (Juventud) y el teniente primero (RE) Julián Licastro (Doctrina), y adelantó que el 4 de diciembre llegaría Isabel Perón al país. Horas más tarde, cuando el Consejo Superior aceptó la renuncia de Paladino a la Secretaría General, fue incorporado en el cargo Jorge Pianola, al que se agregaron dos consejeros: Alejandro Díaz Bialet y el teniente coronel (RE) Jorge Osinde. El nuevo delegado llegó precedido por un documento público de La Hora del Pueblo que expresaba: “Este año y medio (lo que faltaba hasta los comicios) será crítico, seguramente más crítico que los graves momentos pasados. La Hora del Pueblo asume su responsabilidad. La ciudadanía espera que el gobierno asumirá la suya, pero cree o duda, según los vaivenes de los portavoces oficiales”. (…)
El jueves 10 de febrero, regresa Cámpora de Madrid con nuevas directivas, reiterando en medio de la multitud que lo esperaba en Ezeiza que una de sus prioridades era el retorno de Perón. Como prueba, durante la gestión de Cámpora el justicialismo, con fondos privados del sindicalismo y de José Ber Gelbard, cerraría la operación de compra de la casa de Gaspar Campos 1065, Olivos, donde habría de residir el ex presidente cuando volviera.
Dentro de su portafolio, Cámpora traía una segunda carta para el titular de la Unión Cívica Radical, Ricardo Balbín, el socio más importante del peronismo dentro de La Hora del Pueblo.
El gobierno militar no tenía otro camino que la institucionalización, y en ese sentido, por distintos medios, la Confederación General Económica (CGE), el radicalismo, el peronismo y la CGT lo respaldaron. Aunque para la central obrera las elecciones presidenciales y los reclamos sectoriales iban por cuerdas separadas (…)
Mientras el caudillo justicialista observaba desde Madrid los pasos de Lanusse, luego de una reunión de altos mandos del Ejército se dejó trascender que debía iniciarse una operación de desmitificación de Perón. Tenía que volver a la Argentina, salir de su cómoda residencia en Madrid, abandonar el campo estratégico y exponerse en el campo táctico. Para los que pensaban ponerle fecha al retorno de Perón, el ex presidente escribió: “Yo ejerzo la conducción estratégica del Movimiento Justicialista y si supieran algo de estrategia, recordarían que, en las operaciones de ese carácter, se recomienda que el Comando esté lo suficientemente alejado de las acciones tácticas, a fin de no verse envuelto en episodios parciales que pudieran influenciarlo, como para asegurar su independencia y seguridad… los apresurados pueden estar seguros que, Dios mediante, cuando ese momento llegue, no he de faltar a la cita”.(…)
El 14 de mayo Lanusse presidió una reunión de gabinete cuyos detalles salieron a la luz dos días más tarde y, luego, se vieron reflejados en sus Memorias. Allí leyó un documento en el que expresaba que por razones de tipo personal e institucional no quería ser candidato a presidente de la Nación (…)
Mientras, Perón no se cansaba de recibir argentinos en Puerta de Hierro -el desarrollista Horacio Rodríguez Larreta incluido-. El miércoles 28 de junio alguien plantó un “chivo” con un recuadro en la tapa de La Opinión: allí se dejaba trascender que Lanusse, en la comida de camaradería del 7 de julio, anunciaría el inicio de negociaciones entre las Fuerzas Armadas y Perón, y daría a conocer “los objetivos nacionales a alcanzar por la vía del Gran Acuerdo Nacional”. La intención parecía clara, ver qué rebote llegaba desde Madrid. La respuesta del ex mandatario no se hizo esperar. (…) Lanzó una estocada al corazón del presidente de facto, al decir “tengo más posibilidades yo de ser elegido rey de Inglaterra, que Lanusse de llegar a ser presidente constitucional de la Argentina”. (…)
Perón dice: “Lanusse es un pacificador sui generis: pretende que yo regrese al país sin que estén dadas las condiciones mínimas para que mi presencia en el país sea un factor positivo para el logro de la Unidad Nacional. En cambio, lo que se pretende es frustrarla, como última instancia de un gobierno antipopular y antinacional que ha agotado ya todas sus posibilidades de perpetuar al régimen. Parece que a este caballero le molesta mucho El Mito y la autoridad que a su influjo se puede ejercer; él ha de ser partidario del mando, muy justificado en su oficio, pero anacrónico e inoperante en el gobierno. Por eso se enoja, por eso grita e insulta, tratando de ofender a hombres de los cuales podría aprender muchas cosas, útiles para este nuevo oficio que ha emprendido y para el cual carece de los más elementales rudimentos. En estos menesteres no hay peor consejera que la ira…”
EL CRONISTA