A la mesa: el desafío de dar de comer a las grandes ciudades

A la mesa: el desafío de dar de comer a las grandes ciudades

La mesa está servida: distintas estimaciones calculan que en las próximas cuatro décadas habrá que producir una cantidad de alimentos equivalente a la que se consumió en los últimos 8000 años. El desafío tiene varias aristas, pero con una urbanización que crece a pasos agigantados y que muchas veces se produce a expensas de la agricultura, las grandes ciudades están en el centro del problema. Entre otras cosas, porque muchas veces ocupan tierras particularmente fértiles, dificultan el acceso a los alimentos e impactan en el precio y la calidad.
Éste es precisamente el tema en torno del que gira una nueva edición de la Semana Verde Internacional, la feria más grande del mundo dedicada a la agricultura, los alimentos y la horticultura, que desde hace 90 años se celebra en Berlín y que en esta oportunidad abrió sus puertas con más de 1660 expositores llegados de 66 países.
Con temperaturas que rondaron los cero grados, casi medio millón de visitantes colmó sus pasillos multicolores y degustó sabores de todos los rincones del planeta.
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El ministro de Agricultura alemán, Christian Schmidt, condujo también una cumbre de ministros de esa área que reunió a seis decenas de colegas y en la que participó el argentino Ricardo Buryaile. El país anfitrión de este año, Marruecos, estuvo a cargo de la ceremonia de inauguración, durante la que los discursos de los funcionarios y de la princesa de ese país, Lalla Meryem, se alternaron con números artísticos a cargo de cantantes y bailarines marroquíes.
Según el doctor Wolfgang Ingold, director de la Federación de Industrias de la Alimentación y de las Bebidas (BVE), en el país que conduce Angela Merkel la agricultura emplea a cinco millones de personas. Junto con la industria automotriz y la mecánica, el de la alimentación es uno de los tres sectores más importantes de la economía alemana, y produce comida para más de 100 millones de personas. Sin embargo, Ingold se quejó amargamente de que no se comprendan las dificultades que enfrentan para mantener los más altos estándares de seguridad y calidad, y para cumplir con las regulaciones y el control sanitario.
Aquí se producen diariamente 170.000 diferentes ítems alimentarios. Basta con ascender hasta el sexto piso del KaDeWe, el tradicional shopping de la ciudad, para deslumbrarse con la colorida oferta local y global, exhibida con el cuidado y la estética de una variada colección de joyas. Pero para los productores, el acelerado crecimiento poblacional, las transformaciones sociales, los recursos menguantes y el cambio climático presentan desafíos exigentes.

Cocinar menos
En estos días, los diarios berlineses informan que la industria alimentaria alemana arrojó el año pasado los peores resultados de los últimos cuatro, que se encuentra bajo enorme presión y que “las amas de casa en la cocina son una especie en extinción”. “Los consumidores compran y cocinan menos”, afirman.
El número de comidas que se ingieren en casa no hace más que disminuir. Sólo un tercio de los jóvenes de entre 29 y 49 años almuerzan en su hogar, igual que sólo cuatro de cada 10 chicos de entre 3 y 5.
Según un estudio de la BVE, apenas el 34% de los alemanes cocinan regularmente y el 42% directamente casi no lo hacen.
Ya más de la mitad de la humanidad vive en ciudades y se calcula que para 2050 lo hará el 75%. Por el contrario, la superficie de las tierras cultivables se reduce. “Sin la agricultura no puede tener éxito la urbanización -advirtió Peter Bleser, secretario de Estado del Parlamento alemán-. Sólo si desarrollamos las correctas cadenas de valor podremos cubrir la demanda de zonas urbanas y rurales.”
A lo largo de varias jornadas, en las actividades paralelas de esta exposición donde en los años setenta se presentó, como una curiosidad, el kiwi se discuten las alternativas que pueden ayudar a resolver los desafíos de alimentar a las grandes ciudades, tanto logísticos, como de producción, sustentabilidad y sanidad. Precisamente fue en esta ciudad donde a mediados del siglo XIX surgió la idea de crear pequeños jardines familiares y hoy éstos se multiplican en los techos de los edificios.
“La OMS declaró 2016 como el año sin hambre -agregó Sabine Toepfer-Kataw, secretaria de Estado del Senado de Berlín-. Pero cuanto mayor es la urbanización, menos importancia se le da a la producción rural. Hoy ya hay niños en las ciudades que no pueden distinguir los alimentos o no saben dónde crecen la papas. Las personas no conocen cómo almacenar la comida y esto se traduce en grandes desperdicios.”
Según Thomas Silberhorn, también parlamentario, la producción agraria deberá aumentarse en un 60% si se pretende alimentar a una población mundial a la que cada año se agregan 80 millones de personas.

Cuestión de diversidad
A pesar de que nos fuimos acostumbrando a contemplar góndolas atestadas en los supermercados, la biodiversidad alimentaria no hace más que reducirse. En el mundo existen alrededor de mil variedades de bananas, pero sólo una o dos llegan al consumidor: las que se transportan más fácilmente y soportan mejor las pestes. En todas partes, los menús se parecen cada vez más a un patrón común basado en carbohidratos refinados, proteínas animales, con grasas y azúcares agregados.
Colin Khoury y colegas del Centro Internacional para la Agricultura Tropical analizaron 50 años de datos sobre los principales cultivos que ingiere el 98% de la población. Ellos descubrieron que en el mundo las dietas se expandieron en términos de cantidad, calorías, grasas y proteínas, pero los alimentos se volvieron menos diversos. Sólo un puñado de ellos están difundidos en todo el planeta, mientras los cultivos regionales y locales se redujeron o desaparecieron.
Las Naciones Unidas calculan que en 2000 había 500 millones de consumidores de clase media. Para 2050, ese número podría rondar los 3500 millones. La primera aspiración de aquellos que logran salir de la pobreza es acceder a más proteínas, lo que exigirá mayor efectividad en la producción agrícola, una mejora de la sustentabilidad y seguridad alimentarias, y de los sistemas logísticos y de distribución. Por el contrario, se estima que se pierden alrededor de un tercio de las calorías que se producen localmente. En el mundo en desarrollo, hasta un 40% de los alimentos pueden echarse a perder antes de ser consumidos debido a inadecuaciones en el almacenaje, transporte y procesamiento.
“La formula que más se escuchó en estos días es «cadena de valor»”, comentó el argentino Martín
Fraguío, director de Maizar, invitado por los organizadores para participar en estas jornadas.
“Los dos eslabones más débiles de esta cadena son el productor y el consumidor”, agregó el ministro Buryaile.
Y Marcio Lacerda, intendente de Belo Horizonte, Brasil, sintetizó: “Ciudades y campo no deben ser enemigos, sino que tienen que complementarse; cada vez más las ciudades deben nutrirse de las áreas cercanas”.
LA NACION