03 Jan Patricia Arquette: “Nunca me creí la fantasía de Hollywood”
Por Natalia Trzenko
“¡Éste es el peor día de mi vida!”, dice entre lágrimas la mamá en una de las escenas más conmovedoras de Boyhood. Así, sin nombre propio, identificada sólo por su filiación con el protagonista de la película realizada por Richard Linklater a lo largo de doce años, Patricia Arquette construyó una secuencia inolvidable en una película repleta de momentos así: melancólicos, sencillos, cotidianos y tan dramáticos como a veces puede ser la vida de cualquiera. Durante esos minutos fantásticos, Boyhood deja de ser el relato de la vida de ese chico para centrarse en esa madre, en Arquette, protagonista absoluta de “la escena del adiós” como la llama Linklater. Es, según él, el cierre emocional del film y cada uno de sus latidos depende de la actriz que acaba de ganar un Globo de Oro y que es firme candidata a llevarse el Oscar en la categoría de intérprete de reparto.
Esa que mientras todo el mundo la felicita por su trabajo en el cine se dedica a presentar CSI: Cyber, la nueva serie que encabeza y que en abril se estrenará por AXN. Un nuevo spinoff de la exitosa saga de investigadores forenses que, a tono con los tiempos que corren, ahora se dedicarán a investigar delitos cibernéticos. Esos crímenes que obligaron a la estrella del programa a pensar en hackeos, espías e identidades robadas.
“Estaba interesada en todo el asunto de las escuchas del gobierno. Y creía saber algo, muy poco, sobre hackeos, pero lo cierto es que no tenía idea. Nadie tiene idea. Metemos todos estos aparatos en nuestras casas, los incorporamos a nuestras vidas sin pensar siquiera en lo que se puede hacer con ellos. Lo que me parece extraño es la cantidad de gente brillante que dedica su tiempo y su inteligencia a hacer cosas terribles. Después de trabajar en este programa, sólo quiero que mis hijos tiren todos sus teléfonos, tabletas y computadoras, y se consigan lápiz y papel. Yo vuelvo al radiollamado”, dice Arquette, con ese hablar suave, delicado, que la caracteriza. Sonríe un poco, pero, sobre todo, agradece. Dice gracias cuando se la elogia y cuando se le preguntan sus opiniones, que son firmes, moldeadas por una infancia pasada en una comuna hippie tan lejos como se pueda imaginar del Hollywood que años después sería su hogar. Allí donde la rubia Patricia trabajó con Tim Burton (Ed Wood), John Boorman (Más allá de Rangún), David O. Russell (Flirting with Disaster) y Martin Scorsese (Vidas al límite), entre otros realizadores que pusieron su talento al servicio del de ella. Un secreto a voces que se haría vox pópuli gracias a la TV, a la serie Medium, que protagonizó durante siete temporadas, y que ahora la acumulación de premios y reconocimientos no para de confirmar.
-Con el éxito de la película, debe de tener ofertas para hacer cine. ¿Por qué decidió volver a la TV?
-Bueno, déjenme contarles un pequeño secreto del negocio de hacer películas: la industria cambió mucho en los últimos diez años y hay un montón de actrices increíbles que no trabajan y que la pelean, pero que apenas pueden pagar sus gastos. Así que, primero que nada, estoy muy agradecida de tener trabajo y de que haya gente que lo disfrute. Además, siempre amé hacer films independientes por el placer de hacerlos y al mismo tiempo también me interesó mucho la idea de participar de la TV de aire, que es básicamente gratis. Es entretenimiento para las masas. Soy la cuarta generación de artistas en mi familia. Mis bisabuelos eran comediantes de vodevil y cobraban una entrada de cinco centavos por show, su propia versión de la TV abierta. Me encanta la idea de continuar esa tradición.
-Hoy la diferencia entre hacer cine y TV es cada vez más difusa.
-Es cierto, pero eso es muy reciente. Hasta hace poco, había una actitud elitista de los actores contra la TV que siempre me molestó. He visto a mucha gente negarse a trabajar por cuestiones de ego, con delirios sobre el tipo de material que era digno de ellos por ser celebridades. Después de un tiempo, nadie los contrata. Así que yo agradezco esta oportunidad y me gusta la idea de llegar a una audiencia global. Me entusiasma estar en el departamento de alguien en Dubai o en una choza en México. En mis vueltas por el mundo trabajando como voluntaria, me sorprendió cuánta gente accede a la TV. A veces les falta la comida, pero la televisión está. Me gusta ser parte de esa momentánea distracción.
-¿Y cómo encaja todo eso en medio de la atención que está recibiendo por sus posibilidades de ganar un Oscar?
-Es algo extraño. Tengo 46 años. Hace décadas que formo parte de este negocio. Hice una película llamada Escape salvaje [dirigida por Tony Scott y escrita por Quentin Tarantino]. Los críticos la elogiaron, pero fue un fracaso de taquilla. A nadie le importó. Hice otros films, proyectos muy interesantes, como Carretera perdida, de David Lynch, que pasaron inadvertidos y entonces, honestamente, no pensé que pasaría algo así a estas alturas de mi vida. Por supuesto que es muy lindo que se destaque una película en la que trabajaste. Y especialmente esta película. Estamos orgullosos de lo que hicimos, somos los cinco mosqueteros y cada nuevo premio es una celebración de todos nosotros y de las 400 personas que ayudaron, que estuvieron en el set durante los doce años que llevó hacer Boyhood.
-Sus hermanos Rosana, Richmond, David y Alexis también son actores ¿Siempre supo que ésta era su vocación?
-Sí, pero también soñaba con ser partera, que se parece un poco a ser actor. El ambiente artístico era mi realidad, no conocía otra cosa. Tenía la intuición de que, probablemente, en mi casa las cosas eran un poco más dramáticas que en la de mis compañeros de escuela, pero que también era un lugar superdivertido para crecer. Aunque mis padres, en realidad, no querían que mis hermanos y yo fuéramos actores, lo cierto es que nos criaron para serlo.
-¿Y cómo fue llegar a Hollywood luego de esa crianza tan peculiar?
-Creo que la primera infancia afecta el resto de tu vida y la influencia de mis padres ayudó a formarme como persona. Hubo tiempos en que fuimos muy pobres, cuando vivíamos en una comuna hippie en Virginia. Lo único que me rodeaba era la naturaleza y lo que sobraba era la creatividad. Cuando nos mudamos a California, un chico de la escuela me preguntó qué auto tenía mi papá. Para mí, ya era una novedad que mi papá tuviera uno, porque en la comuna había dos camionetas que compartíamos entre todos. Yo no tenía idea de que había coches más caros o más baratos, más cancheros o menos cancheros. Y el chico insistía: «¿Es un Toyota, un Mercedes, qué marca es?» Y yo lo único que tenía claro es que no era una camioneta [ríe]. Así fue cómo crecí. Sé lo que es escuchar a tu mamá preocupada por cómo pagar las cuentas y comprar comida, y creo que eso me afectó mucho. Me enseñó a no tomarme las cosas demasiado seriamente. Nunca me creí la fantasía de Hollywood y todo ese asunto de la fama.
Un par de ilusiones que en el caso de Arquette, aunque ella no lo crea ni le importe, se hicieron realidad.
LA NACION