Paraíso perdido

Paraíso perdido

Por Ezequiel Fernández Moores
Repp fue hombre de Adidas y Seb de Nike. Horst Dassler, el fallecido patrón de Adidas, formó a Joseph “Sepp” Blatter con sueldo y oficina propia en la sede de Adidas en Landersheim, en los Alpes franceses. De allí a la FIFA, hasta su despido reciente por corrupto. Y Nike irrumpió en el circo olímpico que dominaba Adidas gracias al triunfo del atleta británico Sebastian Coe (Seb) ante su connacional Steve Ovett en los 1500 metros de los Juegos Olímpicos de Moscú 80. Coe organizó los exitosos Juegos de Londres 2012 y, desde 2015, es el presidente de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF). Después de la FIFA, la IAAF es la Federación más expuesta en un año azotado por la corrupción. No se trata sólo del reciente escándalo de doping en Rusia y otros países, sino también de la asignación de sedes de Campeonatos Mundiales. A “Sepp” Blatter lo echaron. A “Seb” Coe lo obligaron a renunciar a su polémico sueldo de 142.000 euros anuales de Nike. Como sea, siempre será más fácil condenar al chancho y no a quien la da de comer.
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La responsabilidad de Horst Dassler en la corrupción del deporte mundial salió de las sombras y quedó definitivamente expuesta en el juicio de 2008 por la quiebra de ISL. La “agencia de sobornos”, como la llamó el periodista Thomas Kirstner en su libro FIFA-Mafia, pagó unos 140 millones de dólares en coimas a “importantes dirigentes” de la FIFA, la UEFA y la CAF (Africa) en fútbol, pero también del COI (Comité Olímpico Internacional), la FIAA (Atletismo), la FIBA (básquetbol), la FINA (natación) y la FIT y la ATP (tenis). Algunos nombres fueron públicos (en el fútbol, los brasileños Joao Havelange y Ricardo Teixeira, y el paraguayo Nicolás Leoz, y en el atletismo, el senegalés Lamine Diack, presidente de la FIAA hasta agosto pasado). Fueron dineros desviados desde bancos suizos como UBS a firmas ficticias como Sicuretta, Sanud, Renford y Nunca. A personas identificadas en documentos secuestrados por la justicia suiza, como “Z” (Havelange, presidente de la FIFA 1974-98) y “B2” (Teixeira, presidente de la Confederación Brasileña de 1989 a 2012), según los señaló el juez Thomas Hildbrand. El caso ISL abrió una de las principales puertas al escándalo de corrupción que desnudó en 2015 el FBI, un capítulo que marcó este año un antes y un después en el fútbol mundial. Pero la historia comenzó antes.
Horst Dassler colocó a Juan Antonio Samaranch en el COI en 1980 para que abriera los Juegos a los deportistas profesionales y a Blatter en la FIFA en 1998 para fortalecer el negocio de ISL. Fueron los años de oro para Horst. Antes, Avery Brundage, el millonario que exigía amateurismo a los atletas olímpicos y les prohibía que lucieran en los Juegos bolsos con el logo de Lufthansa, autorizaba en cambio a las tres tiras de Adidas. En la FIFA, Horst fue avisado la noche previa a la votación de 1974 que su buen amigo inglés Stanley Rous iba a ser derrotado. Dassler, carismático y políglota, rectificó con una llamada a tiempo a la habitación de Havelange, el ganador. “Si no es suficiente avísame”, fue la frase popular entre quienes esa noche cambiaron de voto. La alianza Dassler-Havelange debutó en el Mundial de Argentina 78. El de la pelota Tango y los militares argentinos dispuestos a pagar lo que fuere para no perder la sede de la Copa ante las denuncias en el exterior por las violaciones a los derechos humanos. Según me confiesa hoy un protagonista directo de aquellos días, el Mundial 78 fue acaso el inicio de la coima institucionalizada. ¿Habrá sido casual que el almirante Carlos Lacoste, capo del Mundial, fuera luego patrón en las sombras de Le Coq Sportif en la Argentina, la camiseta de la selección en España 82 y México 86, firma controlada justamente por Dassler? ¿Y que Havelange saliera de testigo de Lacoste cuando la justicia argentina procesó al almirante por enriquecimiento ilícito? Terminado Havelange, llegó Blatter. Y “Dassler -reconoció Sepp- fue mi maestro en la geopolítica del deporte”.
Horst Dassler, que murió en 1987, por un cáncer, con apenas 51 años, era hijo mayor de Adolf (fundador de Adidas). Sobreseído en la posguerra (la fábrica de Adidas cambió ropa por armas en el nazismo), Adolf denunció en cambio a su hermano Rudolf, que había combatido para Hitler y pasó unos años preso en Estados Unidos. Rudolf debió recomenzar de cero. Fundó Puma. El libro “Pitch Invasión”, de la periodista holandesa Barbara Smit (Hermanos de sangre, en español), cuenta con lujo de detalles la batalla de ingenio marketinero entre los Dassler para quedarse con el negocio del deporte. Pero también las trampas mutuas que destruyeron terrenos que parecían sagrados. “Habría que enviar a los Dassler a Siberia”, afirmó, por ejemplo, el dirigente olímpico holandés Adriaan Paulen en plenos Juegos de México 68, cuando unos atletas pasaban de una habitación de un Dassler a la de otro para ver quién pagaba más y hasta los atletas negros del célebre podio del Black Power subieron al escenario con una zapatilla Puma. Tiempos en los que Horst, convencido de la fragilidad humana, armaba un gran archivo sobre vicios, gustos y debilidades de cada dirigente cuyo voto pudiera servirle. “Mejor que el de la KGB”, se jactaba. “La CIA del deporte”, le decían los enemigos. Horst esconde micrófonos en los hoteles Adidas que albergan estrellas, dirigentes y ejecutivos. Viaja con un detector que permite descubrir micrófonos que quieran a escucharlo a él. Como lo había hecho en el 78 con los dictadores argentinos, Horst negocia con los burócratas del Este. Cuentan que Fidel Castro todavía viste Adidas porque recuerda triunfos gloriosos de atletas del comunismo. Todos con las tres tiras.
Nike solía recibir críticas por su publicidad agresiva, denuncias de trabajo esclavo en países asiáticos y algún documental de Michael Moore. Pero 2015 reflotó su responsabilidad en el escándalo de la FIFA descubierto por el FBI, que fue duro con los chanchos (los dirigentes presos), y no tanto con quienes dan de comer. Nike se declaró ajena y disponible para colaborar con la justicia, pero su contrato con la Confederación Brasileña que dirigía Teixeira, intermediado por Traffic, fue citado por el FBI como una de las mayores fuentes de corrupción. Algo similar está pasando hoy con contratos de Nike con la Federación de Atletismo de Kenia. Dineros que, según la acusación del investigador Richard Pound, habrían ido a parar a bolsillos de dirigentes. Todo forma parte del escándalo que obligó a suspender al atletismo ruso, medida inédita en 103 años de historia. La acusación, aceptada por el propio Vladimir Putin, habla de alentar, encubrir y luego extorsionar con los controles antidoping, una historia que incluye a entrenadores y atletas corruptos, servicios secretos y más de 1400 análisis que fueron destruidos. Y la pregunta del millón que me hizo en octubre pasado en Dinamarca Hajo Seppelt, el periodista de la cadena alemana ARD que desnudó el escándalo de doping: ¿cómo pudo no saber nada de todo esto Lord Sebastian Coe, flamante presidente de la FIAA, si él era el vice de Lamine Diack, aquel mismo dirigente citado en las coimas de ISL y uno de los principales acusados ahora en la trama rusa?
“Si hubiese sido africano (Coe) no habría sobrevivido en el cargo”. Lo dicen decenas de mensajes en foros de la prensa inglesa. Y no sólo por el doping. Sino también por su rol en la polémica elección de Eugene, vecina a Oregon, a la casa Nike, como sede del Mundial de Atletismo de 2021. Coe resistió a las presiones alegando que su salario de Nike no tenía nada que ver con Eugene. Pero lo obligaron a renunciar a su cargo como “Embajador” de Nike. Consciente de que, después de 2015, resulta imposible seguir vendiendo paraísos, Thomas Bach, el alemán nuevo presidente del COI, recordó que su entidad destina el 90 por ciento de sus ingresos al deporte (3,25 millones de dólares diarios) y otros 20 millones a los 500 que se usan para hacer 250.000 controles anuales. Poco, para el contrato de 7750 millones de dólares que el COI firmó con la NBC. “El deporte -cerró Bach citando a Nelson Mandela- tiene el poder de cambiar al mundo”. Seppelt me recordó días atrás su documental anterior sobre Bach, acusado de hacer trampas con guantes mojados en sus tiempos de esgrimista olímpico. Las imágenes lo muestran luego en Moscú 80 sonriendo junto con Samaranch. Al lado de ambos está Horst Dassler. Bach, director de Promoción de Adidas en los 80, fue elegido presidente del COI en 2013 en Buenos Aires. Imposible olvidar el título del día siguiente del Sueddeutsche Zeitung, acaso el diario más influyente de Alemania, anunciando la victoria de Bach: “Protegido de Dassler, fundador de Adidas”.
LA NACION