“Los actores siempre queremos hacer un western”

“Los actores siempre queremos hacer un western”

Por Gill Pringle
Muchos recordarán que Tim Roth protagonizó dos de las primeras películas de Quentin Tarantino, Perros de la calle y Pulp Fiction, y también colaboró en Cuatro habitaciones, antes de esperar unos 20 años para volver a trabajar con el director.
Tarantino y Roth mantuvieron una estrecha amistad a lo largo de esos años, incluso el director escribió un papel para él en Bastardos sin gloria, que Tim lamentablemente debió rechazar por haberse comprometido anteriormente para hacer una serie de drama para TV, Lie To Me.
El actor británico ha esculpido una carrera excepcional, interpretando personajes complejos y trabajando con directores como Francis Ford Coppola, Tim Burton, Woody Allen y Tom Stoppard. Hoy vuelve a unirse a Tarantino, para encarnar al personaje Oswaldo Mobray en Los 8 más odiados, que aquí se estrenó esta semana.
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-Trascendió que 18 meses atrás hubo una lectura del guión en el Ace Hotel en Los Ángeles. ¿Cómo fue ese primer punto de partida?
-Quentin escribió la parte pensando en mí, así que eso fue bueno. La lectura se dio cuando terminó de escribir el primer borrador del guión, entonces decidió hacer una lectura en vivo, pero al estilo Quentin, en un gran teatro antiguo y céntrico, un evento único. Lo hizo sólo para la gente del público, nada de cámaras, y convocó a un grupo de actores, algunos de los cuales están en la película y otros que quizás hayan sido seleccionados también. Ensayamos tres días y, en realidad, lo hicimos por diversión, por la experiencia. Ensayamos en un pequeño espacio del teatro, le dimos forma, nos levantamos y lo reprodujimos, nos sentimos cómodos, y más tarde lo representamos mientras Quentin nos leía todas las direcciones escénicas, algo que conformaba un personaje en sí mismo.
-¿Hubo momentos humorísticos?
-Sí. ¡Absolutamente! ¡Fue divertidísimo! Fue una noche maravillosa. Había una cola que rodeaba la manzana, así que fue uno de esos grandes eventos. Quentin después se encargó de reescribir algunas cosas.
-Es bien sabido que usted sufre de pánico escénico. ¿Cómo superó esos miedos en la lectura pública de Los 8 más odiados?
-Sí, el teatro me da pánico. Me aterra. Cuando estuve en Inglaterra hice Metamorphosis, de Berkoff, y eso fue 20 años antes de hacer una pequeña obra con Sam Shepard en Nueva York. Pero la lectura no me dio pánico escénico, hacer una obra es lo que me aterra. Debería obligarme a volver al teatro, pero no lo sé…
-Trabajó con Quentin en los comienzos de la carrera de ambos, pero después, hay una brecha de 20 años. ¿Qué sucedió?
-No se suponía que habría una brecha tan grande. Primero, está esta cosa con los actores que trabajan con el mismo director una y otra vez. Como actor, una está deseando ésto, especialmente con Quentin: “¡Por favor, ponme en tu próxima película! ¡Volvé a trabajar conmigo!” Porque el diálogo como el de Quentin es poco común y, además, la experiencia de trabajar con él es extraordinaria. Es muy poco usual y único.
-Ambos viven en Los Ángeles. ¿Se ven bastante?
-A veces, pero más seguido es que no. Nos vemos en los festivales de cine, si es que los dos formamos parte del jurado, y aprovechamos para ponernos al día con las películas. De Los 8 más odiados se habló cuando coincidimos en el festival de cine de Lyon. Yo estaba ahí para honrar a Quentin, y Harvey Keitel también, y en ese entonces estaba escribiendo lo que sería Los 8 más odiados. Mientras escribe va viajando por todo el mundo, y escribe a mano. Tuvimos una charla maravillosa, nos pusimos al día, y creo que fue una circunstancia fortuita que ambos estuviéramos allí, que hizo que me pusiera en su cabeza para el papel.
-¿Le hubiera gustado participar en alguna de las otras películas de Tarantino?
-Por supuesto que sí. Iba a hacer Bastardos sin gloria con él, escribió un papel maravilloso para mí, pero me salió la serie de televisión Lie To Me, y el tiempo no me daba en absoluto. Podría haber experimentado una versión más nueva de las bufonadas cinematográficas de Quentin en ese momento, pero no fue posible.
-¿Es cierto que rechazó el papel de Snape de las películas Harry Potter por El planeta de los simios?
-Es cierto. Ambas me surgieron al mismo tiempo, y si bien las iban a acomodar, me hubiera implicado viajar 12 horas de aquí para allá, de Los Ángeles a Londres. Lo tenían todo planeado, pero al final hice una llamada y cancelé Harry Potter. Creo que fue la llamada correcta. Alan Rickman hizo una gran labor con Snape, y si lo hubiera hecho yo habría sido un personaje completamente diferente. Pero no quería pasar por todo eso en aquél entonces porque qquería estar en casa con mi familia. Con Harry Potter debía asumir un compromiso por lo que durara, así que era algo muy grande. Solía leer los libros a mis hijos, incluso antes de que supieran que había rechazado el papel.
-¿Qué aspectos de su propia personalidad le aporta al personaje de Oswaldo Mobray?
-¡Creo que mi sano desprecio hacia las clases altas! Quentin me dijo que si le daba ese personaje a una persona que perteneciera a ese mundo, no habría nada de esa pizca de sarcasmo y odio hacia lo que eres. Me dijo que quería que en el interior del personaje hubiera ese desprecio por ese tipo de gente, y lo escribió para que yo lo hiciera. Cuando lo descascarás, obtenés una mirada de quién es realmente el personaje.
-¿Creció amando los westerns?
-De chico, siempre estaban en la tele, pero no tuvimos tele por un tiempo, y no, no era un gran admirador de ese género. Más tarde le tomé el gustito y me empezó a gustar Érase una vez en el Oeste. Lo vi en The Brixton Ritzy, también Río Rojo y El bueno, eo malo y el feo, que es la película favorita de Quentin. Pero a mí no me gustaban mucho los westerns. Después me convertí en actor, y los actores siempre queremos hacer un western. Finalmente, ahora se me da estar en uno.
-La película da la sensación de mucho frío, en medio de una tormenta de nieve, pero entiendo que los actores también debieron estar bajo condiciones sumamente frías.
-Sí. Cuando filmamos en Telluride, Colorado, estábamos en la montaña y teníamos que tomar té caliente todo el tiempo para darle ese efecto de aliento caliente. En ese momento fue donde el ambiente del grupo de teatro se formó, ya que nos sentábamos a contar historias. Quentin no nos permite tener celulares en el set, así que uno crea vínculos sin ninguna distracción. Fue muy divertido y nos hicimos muy unidos. Cuando estábamos en el set de Los Ángeles hizo instalar estos equipos de refrigeración masivos, y hacía mucho, mucho frío.
-Se dijo que, cuando dejó de nevar, muchos de los integrantes del elenco participaron de la tradición local, conocida como “quema de esquíes” en Telluride. ¿Podría describir esa experiencia?
-Me la perdí. ¡Justo estaba jugando al billar! Durante la filmación, Quentin siempre organiza eventos, entonces había muchísimas cosas para hacer. Además, todas las semanas proyectaba una película, y muchas de ellas eran importantes para los personajes. La mía era una película de Terry-Thomas y Jack Lemmon, How To Murder Your Wife, que muchos integrantes del equipo no habían visto.
-¿Considera que posee la capacidad para sobrevivir en ese lugar inhóspito en la frontera de la post Guerra Civil? ¿Puede desplumar un pollo o despellejar un conejo?
-No. Me muero en un segundo. No poseo ninguna habilidad. Ninguno de nosotros podría hacerlo, somos todos unos verdaderos “pavos”. No sabemos lo que hacemos. No tenemos la más mínima idea. Ni siquiera podemos prender un fogón. Estaría frito en cinco minutos. Quizás Kurt Russellpueda hacer ese tipo de cosas, porque en realidad tiene toda la pinta de poder hacerlo.
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