24 Jan Harrison Ford, el héroe eterno
Por Marcelo Stiletano
En el cine clásico, un personaje se recibe de héroe a puñetazo limpio. Cuando sabe pegar más y mejor que su adversario, y cuando consigue esquivar más golpes que los que acusa. Harrison Ford rindió todos esos exámenes y lleva ese título desde hace más de tres décadas.
Todo héroe clásico jamás termina una pelea con la misma cara que luce al comienzo. Lo saben también los fans de los grandes éxitos actuales y recientes del cine de acción, de Avengers a Rápidos y furiosos. En esas historias vemos cómo nuestros héroes emergen de cada batalla con heridas, marcas y restos de sangre en todo el cuerpo. Un muestrario de viejas y nuevas cicatrices que transforman al héroe de película en una figura cercana y creíble. Más parecida a cualquiera de nosotros.
Ford lleva esas huellas (las que se ven y las que sugiere el paso de los años) en cada uno de sus grandes personajes. Por eso, a sus 73 años, puede convertirse en pilar del regreso con gloria de Star Wars, que no deja de batir récords de taquilla en el mundo y que ayudó a superar en la Argentina el viernes último de diciembre una marca (50 millones de entradas vendidas) que no se alcanzaba desde 1986. Por eso también se dice que muy pronto podría volver a vestir las ropas de otros de sus viejos y entrañables héroes de la pantalla.
El regreso del héroe
Ese doble regreso incluye una certeza y una expresión de deseos hecha sueño. Lo primero sucederá muy pronto: para los primeros meses de 2016 está previsto el comienzo del rodaje de la esperadísima secuela de Blade Runner, todavía sin título, pero con guión y director confirmados. La historia futurista surgida de la imaginación de Philip K. Dick volverá al cine después de 34 años. Y quien volverá con ella es uno de los inolvidables héroes de la carrera de Ford: Rick Deckard, el detective que atravesaba con el aura de los viejos relatos de la serie negra una ciudad (Los Angeles) eternamente lluviosa. Sin Ridley Scott (su lugar lo ocupará el canadiense Denis Villeneuve, el mismo de Sicario y La sospecha) y con Ryan Gosling a su lado, Ford se prepara para reencontrarse, según sus propias palabras, con “un mundo lleno de posibilidades”.
El otro retorno soñado es el de Indiana Jones. A principios de diciembre, Steven Spielberg reconoció que estaba entusiasmado con la idea de hacer una quinta película con el personaje. Pero dijo algo todavía más importante: que ese lugar sólo podría ocuparlo Ford. “Jamás se me ocurriría llamar a otro actor”, dijo Spielberg para contestar a los rumores sobre una nueva vida de Indiana Jones con la cara de Chris Pratt, que después de lucirse en Guardianes de la Galaxia y Jurassic World aparece como un dignísimo heredero de la mejor estirpe del héroe clásico.
Pero lo de Spielberg es palabra santa, por más que en sus dichos (y sobre todo en su hiperactividad actual) se asome alguna duda. Y Ford trató de seguir esa línea en las sesiones de entrevistas con la prensa internacional previas al estreno de El despertar de la fuerza. “Tenemos un principio de acuerdo para hacer otra película de Indiana Jones. Si conseguimos un guión que nos deje satisfechos a todos, enseguida la pondremos en marcha”, señaló.
Sabemos que a lo largo de su vida de película interpretando a Rick Deckard y a Indiana Jones, Ford acumuló unos cuantos magullones y otras tantas cicatrices. Lo mismo ocurre con sus andanzas como Han Solo, cuyo regreso parece haber revitalizado al mismo tiempo el entusiasmo del actor por el cine. Hasta que llegó este luminoso retorno de la mano de J. J. Abrams nos habíamos acostumbrado demasiado (resignado, más bien) a ver el costado menos amigable de Ford, un hombre que mezcla en su temperamento dosis parecidas de dureza y timidez. El resultado es bien conocido por periodistas de todo el mundo, que por años han construido un retrato de Ford caracterizado por el malhumor, la irritabilidad y las respuestas monosilábicas.
De vuelta en casa
El actor nunca hizo demasiados esfuerzos para desmentir esa imagen de viejo cascarrabias. En algunas de sus recientes apariciones televisivas (muchos recuerdan especialmente una, en el programa de Conan O’Brien) llegó a interpretar casi una parodia de sí mismo, llevando al extremo esa conducta. Pero el regreso de Star Wars y de Han Solo tuvo el mismo efecto que una visita a la mítica fuente de la juventud. El tiempo es irreversible y no podrá retroceder, pero desde que Ford reconquista la pantalla como Han Solo en El despertar de la fuerza con el ya clásico “Estamos en casa” que pronuncia en compañía de Chewbacca, lo que aparece ante nuestros ojos es la imagen de un actor que ha sabido envejecer de la mejor manera.
“No me preocupa estancarme con un solo personaje. Además, la ventaja de que el público conozca a alguien como Han Solo es que hay una parte del trabajo que hasta cierto punto ya está hecho. El resto es tratar de traer algo nuevo a la mesa para darle un nuevo giro”, dijo Ford en los días previos al estreno ante una pregunta del diario español El Mundo.
En esas apariciones no había casi huellas de los percances que Ford debió afrontar durante los meses previos y que pudo sobrellevar con esa suerte de heroísmo a escala humana con el que fue modelando su vida. El primero ocurrió el 12 de junio de 2014, en pleno rodaje del Episodio VII, cuando una puerta del Millennium Falcon cayó sobre la pierna del actor en los estudios Pinewood, de Londres, La consiguiente fractura obligó a Ford a guardar reposo durante los dos meses siguientes.
El segundo fue mucho más duro, y pudo resultar letal. El 5 de marzo de este año sufrió un accidente de aviación, del que salió con vida sólo gracias a su pericia de piloto. Ford eludió una muerte segura tras el aterrizaje de emergencia del avión que piloteaba (una máquina de la Segunda Guerra Mundial) en un campo de golf próximo al aeropuerto de Santa Monica, en California, porque actuó en la vida real como si fuese de verdad Indiana Jones.
El actor pasó las tres semanas siguientes en una sala de hospital recuperándose de varias roturas de huesos en la pelvis y en un tobillo. No quedaron secuelas a la vista de esas lesiones, y mucho menos de la más temida por los médicos: una herida profunda y cortante de unos 12 centímetros que la maniobra provocó en su cuero cabelludo. Nada de eso quedó a la vista en las múltiples apariciones públicas (la última de ellas casi de incógnito en Australia, hace pocos días) que Ford viene haciendo para acompañar el lanzamiento mundial de El despertar de la fuerza.
A Ford le sobran alicientes para recuperar el brío que parecía perdido y abandonar al menos por un rato su reconocida fama de gruñón. Por un lado, el entusiasmo genuino que despertó en él el reencuentro con Han Solo y con algunos de sus viejos compañeros de Star Wars, como Carrie Fisher y Mark Hamill. Por otro, el trabajo junto a su admirado J. J. Abrams, quien logró convencerlo de volver al personaje y se esforzó especialmente en ayudarlo cuando sufrió el accidente en el set.
Y por último, aunque jamás lo reconocerá, porque esta nueva aparición en el cine engrosará todavía más su abultadísima fortuna, que los más indiscretos estiman en algo más de 200 millones de dólares. Antes de Navidad, la atención preferencial de toda la prensa de Hollywood se posó en el trascendido de que Ford cobró por su trabajo en El despertar de la fuerza un número 50 veces superior al del resto del elenco. Lo que Variety pudo confirmar es que para volver a ser Han Solo Ford recibió una cifra no inferior a los 10 millones de dólares y no superior a los 20. Casi nada en comparación con los 890 millones que hasta ayer recaudó la película en la taquilla global. Números que vuelan, propios de un clásico.
LA NACION