Ronaldo Fraga: “La moda es política”

Ronaldo Fraga: “La moda es política”

Por Ivana Romero
No tuvo una madre costurera ni hermanas a las que pudiera espiar mientras se probaban vestidos en la casa. De hecho, su madre falleció cuando era pequeño y su padre, cuando tenía once años. Así que él ayudó en la crianza de sus cuatro hermanos en Belho Horizonte. Tampoco, escribió en su blog, le interesaba vestir muñecas (quién dijo que eso es sólo cosa de nenas). Ronaldo Fraga asegura que lo suyo ha sido dibujar desde siempre. O mejor, encontrar las líneas adecuadas para los personajes de sus historias. Ilustró un par de libros para chicos y otro con los textos de su amado Carlos Drummond de Andrade. Además, publicó un libro con las memorias gráficas de sus desfiles. Sin embargo, Fraga es diseñador de modas. Y su trabajo se ha hecho mundialmente reconocido por rasgar al medio el frívolo envoltorio fashion y vestirlo con una ropa que proclama su identidad brasileña, construida al calor de los movimientos sociales, del fútbol, de la ecología, de la literatura y aún de los contrastes entre los grandes urbes y las zonas rurales. “Pasada la euforia de la globalización, el nuevo lujo es lo genuino. Por eso hay que recuperar lo local y lo autoral”, afirma.
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Según el Design Museum de Londres, es uno de los 100 diseñadores más influyentes del mundo. A la vez, fue representante de la Junta de moda en el Ministerio de Cultura brasileño e incluso hace unos años asesoró al gobierno para que dé apoyo a proyectos que proponen transformar el conocimiento que trae cada comunidad en emprendimientos productivos. De todo esto habló el fin de semana pasado, durante su visita a Buenos Aires. Invitado a la tercera edición del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA), que se realizó en el Centro Cultural Kirchner, Fraga brindó una de las conferencias más convocantes del ya de por sí convocante encuentro, a la que tituló Moda e inclusión social y cultural.
“Es importante que la moda promueva discusiones que vayan más allá de la ropa. Y es que la moda es política. No lo digo en un sentido restrictivo sino amplio. La entiendo como un instrumento de educación y de identidad cultural”, dijo este hombre menudo, de bigotes finos y una mirada agudísima detrás de sus lentes hexagonales. Y agregó: “De lo que se trata es de mirar alrededor. Por ejemplo, la gastronomía te dice mucho sobre la gente de ese lugar, sobre sus gustos. Es ahí donde hay que prestar atención. El oxígeno del mundo está en la cultura popular.”
Para comprender este modo de trabajo, basta con echar una mirada a sus colecciones. Por ejemplo, en 2009 presentó en Colombia su colección Disneylandia, que consistía en vestidos inspirados en los manteles mexicanos del Día de los Muertos y en faldas con bordados que evocan los trajes regionales centroamericanos, en combinación con peinados inflados como las orejas de Mickey Mouse. En medio de tanto despliegue multicolor no tuvo problemas en afirmar: “Esta colección busca representar con personajes de Disney la tiranía de la colonización. Se cree que en Latinoamérica tenemos pobreza cultural y yo creo justamente lo contrario”, dijo. En el verano de 2013, sus diseños estuvieron inspirados por el fútbol de las décadas del ’30, ’40 y ’50, una época con casacas de estampas geométricas muy bonitas pero también, según Fraga, habitada por una pasión genuina y aún, romántica.
Durante su conferencia también mostró videos de dos experiencias recientes. Una de ellas fue durante 2012 junto a un grupo de artesanas de Tucumã, en el sudeste brasileño, una zona que acusa altas cifras de violencia sexual contra las mujeres. Junto con una psicóloga y una experta en joyería, y con el aval de la fundación Vale (que así devuelve en algo lo que gana con la explotación minera en la zona) estas mujeres realizaron joyas que se exhibieron en la pasarela de San Pablo. Ellas subieron a saludar junto a Fraga al final del evento y participaron de las ganancias de las ventas. Más recientemente, el proyecto Sirenas se realizó junto a mujeres de pescadores de Paraíba, en el nordeste, que se capacitaron y crearon joyas con las escamas de un pez de la zona, “que tiene forma de pétalos de rosas”, explicó el artista. Muchos de esos diseños fueron lucidos por mujeres de todas las edades y con cuerpos reales en una performance especial que se hizo durante el desfile de presentación.
Nacido en 1966, Fraga se graduó como diseñador en la Universidad Federal de Minais Gerais y luego siguió sus estudios en la Parson’s School of Design de Nueva York, gracias a un concurso que ganó. También se formó en la Saint Martin’s School de Londres y según la leyenda, los sombreritos que creó fueron un suceso en las ferias de Camden Town y Portobello. El boom llegó en 2001, cuando sacudió las pasarelas del Sao Paulo Fashion Week con Quem matou Zuzu Angel? Se trata de un homenaje a quien él considera una de sus musas, tanto en términos estéticos como políticos. Zuzu Angel es una de las diseñadoras de vanguardia más importantes de Brasil, que brilló en los años setenta. Uno de sus hijos, Stuart Angel Jones, fue detenido y torturado en 1971 y su cuerpo nunca apareció. Zuzu –férrea opositora de la dictadura instalada en Brasil a mediados de los sesenta- denunció el caso ante Estados Unidos, específicamente a Ted Kennedy y a Henry Kissinger, el secretario de Estado del momento. Esto le costó el cargo al Brigadier João Paulo Burnier, presunto culpable de la muerte de Stuart. El gesto no le saldría barato a Zuzu. En 1976, a los 54 años, murió en un accidente de auto fraguado, según se supo después.
“Zuzu adoraba bordar angelitos en sus prendas. Y para denunciar el asesinato de su hijo, el mismo año de su desaparición hizo un desfile en el consulado de Brasil en Nueva York con las alas de los angelitos quebradas, cubiertas de sangre”, contó Fraga. En esa misma herida parece haber indagado él. Así devuelve al mundo una moda festiva, que el fondo sabe que en América Latina la alegría siempre tiene una sombra de dolor.
TIEMPO ARGENTINO