Raymond Chandler y el cine

Raymond Chandler y el cine

Por Diego Curubeto
Si mis libros hubieran sido un poco peores, jamás me habrían contratado en Hollywood. Por otro lado, si hubieran sido un poco mejores, yo jamás habría aceptado ir a trabajar ahí”.
Más allá de la ironía típica de Raymond Chandler, autor de superclásicos de la novela negra como “El largo adiós”, “El sueño eterno”y “Adiós muñeca” -sólo para citar algunos de los más celebres entre sus formidables libros protagonizados por su inmortal detective Philip Marlowe-, lo cierto es que si bien no hay forma de que sus libros sean mejores de lo que son, aún hoy siguen siendo subvaluados por pertenecer a un supuesto género menor.
Dado que no querríamos volvernos cómplices, ni mucho menos asociar al lector con este tipo de conceptos profundamente subnormales, nos dedicaremos a recorrer algunas de las adaptaciones de Chandler al cine, sin dejar de mencionar los guiones que este máximo escritor del policial (tal vez, sólo comparable con Dashiel Hammett) escribió para obras maestras de directores como Billy Wil- der o Alfred Hitchcock adaptando libros de otros escritores memorables.
En este último sentido, hay que reconocer que Chandler fue mucho más lúcido, preciso y respetuoso a la hora de convertir en guión las novelas de colegas como Patricia Highsmith (“Extraños en tren”) o James Cain (esto a pesar de que Chandler detestaba al autor de “Pacto de sangre”).
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En cambio, en el caso del prototípico Philip Marlowe encarnado por Humphrey Bogart -todo un icono indispensable del cine negro-, al ser fil¬mado por Howard Hawks en “The Big Sleep” (“A borde del abismo”, 1946), el guionista de lujo William Faulkner hizo tal lío con la trama de la antológica novela de Chandler -complicada, pero no como para ser confundida con “Rayuela”, di¬gamos- que luego de terminado el film, el director confesó que nunca entendió bien quién había matado a quién.
Chandler detestaba Hollywood. Tanto la boca de Marlowe como la de él mismo aseguraban que era una ciudad “con la misma personalidad de un vaso de plástico”, y por eso se dedicó a aceptar el dinero por los derechos de sus libros para cine, aunque no quería pasar el mal trago de estar involucrado en su transformación en películas.
Sí escribió dos guiones originales: uno fue “The Blue Dhalia”, que filmó Fritz Lang, pero que según el escritor no fue todo lo que podría haber sido debido a problemas con la performance de su estrella, Verónica Lake.
También, hacia el final de su carrera, decidió escribir un guión original protagonizado por Marlowe, de tal manera que Hollywood pudiera tener una película del detective escrito por su autor. Pero los estudios Universal tuvieron congelado el proyec¬to hasta que Chandler se los quitó y terminó pu¬blicando “Playback” en forma de novela, que fue la última en la saga del mitológico “prívate eye”.
Nacido en Chicago en 1888, Raymond Thornton Chandler estudió en Londres, se hizo ciudadano británico, publicó algunos poemas, fue periodista, participó en la Primera Guerra Mundial y finalmente volvió a los Estados Unidos y se instaló en California, donde llegó a ser vicepresidente de una empresa petrolera. Pero su carrera como ejecutivo terminó a medida que se dedicó a beber a toda hora y a perseguir a toda secretaria que tuviera a mano.
A partir de ese momento, se ocupó exclusivamente en escribir relatos policiales construidos con un estilo propio, pero que en un principio intentaban seguir la tradición de Hammett. Sus cuentos eran publicados en revistas baratas como “Black Mask” y recién publicó su primera novela en 1939, cuando tenía 51 años. El libro era “El sueño eterno” (“The Big Sleep”), con un persona¬je que servía para que Chandler describiera el lado oscuro del “american way of life”.
Pronto Hollywood requirió al detective de Chandler, pero la relación con la industria del cine comenzó con el pie izquierdo: en 1942, los productores de la serie del detective “The Fal- con” compraron “Adiós muñeca” y convirtieron a Marlowe en personaje de esa saga. La película era “The Falcon Takes Over” (dirigida por Irving Reis en 1942), y Chandler debe de haber detestado saber que la trama de su novela estaba puesta al servicio del suave y elegante investigador Gay Lawrence, personificado por George Sanders.
Apenas dos años más tarde, Marlowe aparecía por primera vez en la pantalla en la segunda adaptación de “Adiós muñeca”, rebautizada para el cine “Morder my Sweet” (“El enigma del co¬llar”), bien interpretada por Dick Powell y excelentemente dirigida por Edward Dmytryk, y con un elenco que incluía a Claire Trevor y a Mike Mazurski. Powell estaba asociado al musical, pero lograba un creíble Marlowe, sobre todo cuando la pasaba mal, lo que sucedía bastante a menudo, incluyendo al sufrir horribles alucinaciones cuando los villanos lo drogaban para sacarlo del juego.
Pero a pesar de lo confuso del guión de Faulkner, el Marlowe prototípico siempre será el Humphrey Bogart de “The Big Sleep”, gracias a los antológicos climas de film noir logrados por el director Howard Hawks, que consiguió escenas memorables entre Bogart y Lauren Bacall que distraen la atención sobre el argumento que, según confesión, es imposible de entender.
Otra gran adaptación es “Lady of the Lake” (“La dama del lago”), protagonizada y dirigida por Robert Montgomery en 1947. El film tiene la particularidad única y casi experimental -sobre todo, en una producción del Hollywood de esa era- de que todo está filmado desde el punto de vista subjetivo de Philip Marlowe (Montgomery), cuyo rostro sólo se veía cuando él se miraba en un espejo y otras tomas por el estilo. El film es excelente y original, aunque por momentos el truco de la cámara subjetiva se vuelve cansador y alarga excesivamente las escenas de diálogos que terminan convirtiéndose en un plano único del eventual interlocutor del detective.
Ese mismo 1947, no Robert, sino George Montgomery se convirtió en Marlowe para la adaptación de “La ventana siniestra” (“The High Window”), dirigida por el experto del cine B John Brahm, que alcanzó menos éxito que los films anteriores, por lo que durante largos años Marlowe quedó recluido a especiales y unitarios de la TV, como la serie “Climax!”.
Recién en 1969 el personaje de Chandler reapareció en la divertida “Marlowe” de Paul Bogart, adaptando “The Little Sister” y presentando a un James Garner que intentaba modernizar al detective. En una gran escena, a Marlowe le aparece Bruce Lee y le rompe la oficina a patadas de kung fu.
Pero la gran versión moderna del personaje es “The Long Goodbye” (“Un adiós peligroso”, 1973), de Robert Altman, con un Elliot Gould en una composición totalmente distinta y personal de Marlowe, dándole un tono especialmente irónico muy al estilo Chandler, pese al cambio de época y los detalles argumentales.
Finalmente, en los 70 reapareció un gran Philip Marlowe personificado por Robert Mitchum en dos excelentes films, “Adiós muñeca” (“Farewell my Lovely”, Dick Richards, 1975) y “El sueño eterno” (“The Big Sleep”, Michael Winner, 1978). Ambas películas lograron lo que tal vez no logró ninguna cuando Chandler, que murió en 1959, aún vivía. Que un film basado en sus novelas mostrara en imágenes toda la crudeza y desesperanza que Marlowe iba revelando en cada una de sus investigaciones.
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