20 Dec Naxos, una joya en medio del paraíso
Por Maricel Spini
La única opción para llegar a Naxos es la vía marítima. Las embarcaciones arriban a Hora, la capital de la isla y la ciudad más grande que, además, está conectada por el servicio de transporte público con una decena de pueblos del interior, lo que la convierte en el lugar ideal para hospedarse.
La llegada a la costa llana y con arquitectura veneciana, permite al viajero descubrir quizá la mayor maravilla de la isla, la Portara, una antigua estructura que fue la puerta de un templo consagrado a Apolo.
La Portara se impone sobre el islote de Palatia que sobresale del continente y al cual se llega después de una caminata de unos diez minutos desde el puerto. Sus atardeceres no tienen nada que envidiarles a los mundialmente famosos de Oia, en Santorini. Al ponerse el sol, llega un momento exacto -el más esperado para inmortalizarlo en una fotografía- en que el astro queda en medio de la puerta. Es el momento en que Apolo ingresa a su templo.
Pasada la fascinación por los colores violáceos del cielo sobre el turquesa del mar, al volver la vista hacia atrás el viajero encontrará también perfectamente centrada en la mitad de la Portara a toda la ciudad en su esplendor, con los reflejos dorados sobre la fortaleza veneciana.
El Castro es una vieja ciudadela amurallada de la época medieval. Allí, tras el triunfo de los cruzados a principios de 1200, Marco Sañudo estableció la capital del ducado veneciano y vivió junto a su familia y administración, mientras exilió a los católicos ortodoxos y judíos de la isla a otros barrios.
Sus pasillos escalonados forman una especie de laberinto donde es casi imposible no perderse, pero no hay que asustarse cuando eso sucede. Es más, se recomienda que eso ocurra. Escabullirse entre las casas venecianas, descubrir accidentalmente los signos del ducado es uno de los mejores planes para pasar una tarde en Hora. Entre los pasillos se halla el Museo Arqueológico y, en el antiguo mercado, tiendas de diseño de indumentaria, alfarería y joyería. Y, quien empiece a desesperarse al estar perdido, puede recurrir a la amabilidad de los lugareños y continuar su camino hacia la cima de la colina donde se encuentra la Catedral católica (del siglo XII) y su plazoleta, desde la cual se puede ver a un lado el mar Egeo y, del otro, toda la ciudad.
El regreso al centro debe realizarse por el paseo costero, donde se ubica la mayoría de los restoranes con sus terrazas hacia la costa. Como marca propia de la isla, con el atardecer llegan los últimos pescadores que exhiben en cada comercio gastronómico la pesca del día. Sobresalen los pulpos (como dijo un local: “No se engañe, el tradicional pulpo griego es de Naxos y de ninguna otra isla”). La cena en esos lugares es apacible, fresca y deliciosa.
Las playas
Cuatro playas de arena fina y aguas tranquilas, debido a la geografía de bahías que tiene la costa de Naxos, son las opciones para los visitantes de la isla.
Desde la capital (donde existe la mayor oferta de hoteles, muchos de ellos con balnearios propios), tras una caminata de cinco minutos se llega a Agios Giorgios, y con una de diez minutos, a Agios Prokopios. Ambas son las preferidas de las familias por sus aguas de baja profundidad y sin olas. Uno puede adentrarse al mar varios metros hasta perder la noción de la lejanía de la ciudad.
Hacia el sur se encuentran las playas Agia Anna y Plaka. Se puede llegar allí en un viaje de media hora en transporte público o en quince minutos en auto.
Naxos es una isla típicamente de turismo griego, por lo que los meses de verano boreal son los de temporada alta. Fuera de esa época, ambos balnearios son un remanso de soledad, una visión paradisíaca donde es imposible no relajarse.
Eso sí, los servicios en los meses de temporada media o baja escasean en esas zonas pero se compensa con el afable embarcadero de Agia Anna desde el cual es posible tomar un camino de madera serpenteante que atraviesa la forestación costera para llegar, tras unos cuarenta minutos, a la extensa costa de Plaka.
Para los amantes de los deportes acuáticos, principalmente del windsurf, las playas del sur son ideales por sus aguas igualmente tranquilas y sus vientos.
Viaje al interior de Naxos
Desde la capital de la isla, salen colectivos pú¬blicos con destinos a los principales pueblos del interior. O bien pueden contratarse tours en las agencias de turismo local que tienen sus precios unificados.
Naxos es la isla más grande de las Cicladas, con 428 kilómetros cuadrados, y los recorridos entre distintas urbanizaciones son extensos, pero valen la pena porque el visitante descubre una geografía única, ajena a las de las demás islas del Egeo, típicamente menos fértiles.
Naxos, por el contrario, es verde y escárpada. Tragea es la región central donde los pobladores cultivan verduras y hortalizas y donde se encuentran los viñedos. Según la mitología, el propio Dionisio enseñó a los habitantes el arte de la viticultura.
Camino a Halki, al costado de la ruta hay una bodega con cientos de años de antigüedad donde explican el proceso manual para producir vino, una técnica que pequeños viñateros siguen utilizando.
Ya en esa ciudadela, donde no se ingresa con vehículos, se descubre la lógica local, sus costumbres. La mayoría de los residentes originarios de Naxos viven ahí, alejados del centro turístico de la isla.
De allí, camino a Filotis, se encuentra el cementerio local y la capilla, que es la primera construida en toda la isla, con miles de años de antigüedad. Fue realizada por curas que moldearon una cueva y aún se conservan frescos pintados con tintes hechos a base de piedras de la isla. En el pequeño altar se realizan las misas de bautismo, casamiento y fúnebres.
En la ruta descubrirá la otra morfología característica de Naxos: sus montañas. A lo alto de las colinas se erigen solitarios monasterios bizantinos, que parecen flotar en el aire.
Ese paisaje único, que simula gotas blancas en las puntas de las verdes colinas, es resultado de la costumbre local de prometer a Dios, a cambio de un milagro, la construcción de sitios religiosos en los puntos más altos de la isla.
Otro punto obligado de visita es la ciudad de Apiranthos, la joya blanca de Naxos, dado que está construida casi enteramente de mármol fino. Esa roca abunda en la isla y en la antigüedad los barcos partían a Atenas con piezas enormes, muchas de las cuales se usaron para la construcción de la Acrópolis.
Apiranthos se ubica a 32 kilómetros de Flora y es un lugar único en Naxos, no sólo por su arquitectura sino porque sus residentes tienen un dialecto propio, surgido de los primeros habitantes que provenían de Creta.
REVISTA AMBITO PREMIUM