25 Dec Navidad: los riesgos de un arbolito repleto de regalos
Por Soledad Vallejos
La lista tiene nueve ítems. La consola de videojuegos, la camiseta de Manu Ginóbili, una pelota de básquet, la tabla para barrenar, silbato, tarjetas y reloj de árbitro (que cuenta como uno solo), la pista de carrera, dos autitos, cartas de truco y el regalo sorpresa. Todo eso le pidió Santiago, de cinco años, a Papá Noel. Si en la medianoche de mañana se le conceden todos sus deseos, ¿será realmente un chico afortunado al recibir tanto?
La abundancia de regalos, coinciden los expertos consultados por LA NACION, puede obnubilar a un chico. Sí. ¿Pero esa abundancia lo hará más feliz? Psicólogos, pediatras y especialistas en niñez concuerdan en que no, y uno de los primeros efectos negativos se advierte en el mismo momento en que comienzan a abrir, con desesperación, un paquete tras otro: ante tantos estímulos, se dispersan. “Yo veía que las manitos no le daban abasto para romper los envoltorios, y a partir del segundo regalo casi ni los miraba. Sólo estaba preocupado por abrirlos todos -cuenta Fátima Turu, madre de Mathis, sobre lo sucedido en las últimas Fiestas-. En cambio, su último regalo de cumpleaños todavía lo recuerda. Fue sólo uno, y eso lo hizo especial.”
Para el psicólogo Fernando Adrover, el hecho de recibir muchos regalos al mismo tiempo tiende a devaluarlos. “Seguramente durante estas Fiestas recibirán más de uno y no está mal, pero si resulta posible, lo más conveniente sería poder administrarles su posesión.”
El decano de la Facultad de Psicología y Relaciones Humanas de la Universidad Abierta Interamericana (UAI) asegura: “Las razones son simples, pero poderosas. Los niños, en mayor medida incluso que los adultos, son sensibles a la novedad, pero también se aburren fácilmente o, si se quiere, necesitan nuevas experiencias, objetos y actividades. Un juguete nuevo aporta posibilidades a un chico. Una multiplicidad de juguetes nuevos también, claro, pero disminuye notoriamente la atención que le puede brindar a cada uno. Además, el proceso que conduce al aburrimiento en función de esa pérdida de novedad opera en todos ellos en forma más o menos simultánea. También son menores las ocasiones para que explore a fondo las alternativas que brinda ese juguete. Cuando un chico se aburre de un juguete y no tiene otro a mano, comienza a utilizar su imaginación para darle nuevos usos y funciones a ese mismo objeto, y eso potencia su fuerza creativa”.
Cómo saber qué regalar
Está en el jardín, tiene casi cuatro metros de diámetro y un trampolín reforzado. La cama elástica o saltarín, según los padres de Milagros e Iñaki, fue el regalo mejor amortizado que alguna vez le hayan hecho a sus hijos.
“A veces gastás una fortuna por un juguete o una muñeca que al poco tiempo queda olvidado en un cajón. Pero cuando das en la tecla con algo, la satisfacción es increíble”, confiesa Gabriela.
¿Cómo dar con el regalo indicado? A veces no es sencillo. Los creadores de Juguetes Universales tienen experiencia en el tema. Los hermanos Javier y Ana Siro comenzaron hace cinco años con la fabricación de una línea de juguetes para rehabilitación motriz, pensados para chicos que pasan por ese proceso, pero que por su estética y funcionalidad podían ser usados por cualquier niño. “Luego, investigando, nos dimos cuenta de que en la Argentina no existía ninguna juguetería especializada en estos productos. Entonces, el año pasado decidimos crearla -cuenta Ana Siro-. En estos casos suele ser más difícil todavía encontrar el juguete adecuado, aunque lo más importante es focalizar en lo que al niño le gusta y puede hacer, más que en sus limitaciones. Pero hay una regla que vale para todos por igual: si nos sentamos a jugar con él, le explicamos la forma de juego o juntos buscamos la manera de hacerlo, será más fácil que se enganche. Así, además del juguete también le regalamos nuestro tiempo y atención.”
Otra de las recetas para los padres requiere un entrenamiento no sólo en Navidad, sino durante toda la etapa de crecimiento: saber poner límites.
Enseñar a esperar
Según la doctora Mercedes Bellomo, del servicio de Pediatría del Hospital Italiano y una de las coordinadoras de los talleres de crianza para padres del hospital, la sociedad moderna ha dejado al consumo instalarse cada vez más como un valor. “Los chicos se encuentran bombardeados por ofertas publicitarias en todas partes, con imágenes coloridas y situaciones ideales donde los niños parecen felices. Y sería mucho pedir que eso no los encandile, que deseen todo y lo quieran ya. Pero como adultos somos los encargados de poner límites a nuestros hijos. Límites como un cuidado, como una protección que los chicos van experimentando desde pequeños y que, por más que se enojen, los sostienen en su crecimiento porque los hacen más seguros y más confiados. El hecho de poder desear un juguete o una salida y que no todo se dé con inmediatez los ayudará en su desarrollo.”
Otro de los consejos para poner en práctica en estas Fiestas es no comprar modelos demasiado específicos. “Quiero la muñeca de Elsa patinadora.” Error. Mejor regalar una muñeca, a secas. Como dicen los especialistas, cuanto menos figurativo es el juguete, más posibilidades les damos para que definan el juego. “Una muñeca cualquiera puede convertirse en múltiples personajes. Y en lugar de un castillo, un barco o un fuerte, podemos regalar bloques de madera, con los que se puede crear todo eso y muchas otras cosas”, explica Siro.
En cuanto a la celebración en familia, los expertos recomiendan a los padres “ponerse de acuerdo con Papá Noel” para que no haya una invasión de juguetes por parte de abuelos, tíos o padrinos.
Y si, incluso, pese a todos los esfuerzos el arbolito viene cargado, Adrover propone que se enseñe a los hijos el hábito de guardar. “Al margen del efecto beneficioso de que el niño aprenda un cierto orden, el hecho de que los juguetes estén todo el tiempo a la vista tiende a acelerar el proceso de aburrimiento. A veces, encontrar un juguete guardado es como redescubrirlo. Algo que suele suceder al regresar a casa luego de las vacaciones, cuando vuelven a jugar con renovado interés con sus chiches de siempre”, señala.
La intención de Adrover, asegura, no es promover una estética minimalista en los cuartos infantiles o un manierismo por el orden, “sino revalorizar la idea de guardar, que en muchos casos se ha perdido o no se fomenta”.
María Lombardi reconoce que para Navidad sus hijos reciben más regalos de los que deberían y lo negativo, dice, es que no lo valoran en absoluto. “Pero pasa lo mismo cuando reciben uno solo. Creo que es una generación que no le da valor al regalo en general”, concluye. Igualmente, sus hijos abren más de media docena de paquetes cada uno, y ella disfruta “viéndoles la carita de alegría en ese momento”. Por eso, como para compensar el exceso, los Reyes llegan con las manos vacías. “No lo festejamos; ni siquiera saben que existen”, indica.
“Es bueno que como adultos podamos enseñar y transmitir verdaderos valores a nuestros hijos, y, sobre todo, tener una mirada crítica sobre las ofertas que se les hacen -reflexiona Bellomo-. Los niños son capaces de comprender que el dibujo de la tele no siempre es igual que el juguete real, algo que seguramente ya han experimentado con otro tipo de productos, como galletitas, postrecitos o yogures. Pero la enseñanza no es sólo desde la palabra; lo que se dice debe coincidir con lo que se hace, y una buena oportunidad para comenzar puede ser mañana.”
LA NACION