Mano a mano entre dos maestros de la fotografía documental argentina

Mano a mano entre dos maestros de la fotografía documental argentina

Por María Paula Zacarías
Ataúlfo Pérez Aznar y Eduardo Grossman se sentaron en 1983 a una mesa, garabatearon nombres en un papel y fundaron un grupo de fotógrafos que revolucionó para siempre la fotografía documental: el NAF (Núcleo de Autores Fotográficos), integrado también por Marcos López, Eduardo Gil, Helen Zout y Oscar Pintor. Después siguieron caminos diferentes. Pérez Aznar se volcó a la gestión cultural y la docencia. Fundó en 1980 la galería Omega y en 1991 creó el Centro de Fotografía Contemporánea (CFC), donde difunde la obra de colegas, a la vez que archiva documentos. Grossman, en cambio, se dedicó al fotoperiodismo. Al margen de sus ocupaciones varias, siguieron su trayectoria en la fotografía de autor y son reconocidos con muestras retrospectivas.
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En época de ventas, como en BA Photo, y de institucionalizaciones, como la creación de la primera Fototeca Latinoamericana, sentados nuevamente a una mesa -de la galería especializada en fotografía Rolf-, con miradas distintas y una misma pasión, reconstruyen la historia de la fotografía y repiensan su futuro.
Ataúlfo Pérez Aznar: -El día en que se escriba la historia de la fotografía va a ser más producto de anécdotas y recuerdos que de las cosas que se publicaron sobre la fotografía. Eduardo Grossman: -En la medida en que la fotografía argentina está siendo estudiada, investigada y difundida, esas cosas empiezan a salir. Vos además te dedicaste a archivar cantidad de documentación. ¡Tenés fotos mías que yo no tengo más!
A. P. A: -¿Te acordás de cómo me cargaban? Después muchos recurrieron a mis archivos para escribir sus propios currículums. Pero vos tenés el papel más importante: el acta fundacional del NAF.
E. G: -Pero lo importante no es ese papel sino quiénes éramos los fotógrafos, qué hicimos, lo que tuvimos en cuenta. Éramos fotógrafos jóvenes pero con cierta madurez, y la mayoría hizo carrera como fotógrafo, autor, docente. El grupo fue un espacio de discusión. Había miradas totalmente diversas, temáticas y estéticas. La autoría fotográfica no era sacar fotos de pobres.
A.P.A: -Nació de charlas informales, porque la fotografía estaba muy atomizada y los jóvenes no teníamos nada que nos representase. Todos teníamos fotos y muestras, pero necesitábamos unirnos para poder salir a América latina. Cobró relevancia por la carrera que hicieron sus miembros y por el evento que considero más importante para la fotografía, las Jornadas de Fotografía Buenos Aires – La Plata, en 1988. Un hito para el fotoperiodismo.
E.G: -Habremos sido unos 50 fotógrafos uruguayos, argentinos, chilenos y brasileros. Los talleres eran dictados por Sebastiao Salgado, Susan Meiselas, Abbas, Robert Pledge, Ortíz Monasterio… todas estrellas.
A. P. A: -En el año 80, cuando abrí la galería Omega, no había espacios propios de la fotografía. El Foto Club era la referencia y no había grandes desarrollos de trabajos. En los 80, reuníamos fotos aisladas, porque ¿quién tenía una muestra pensada como tal? Oscar Pintor, y no muchos más. Hoy el que empieza ya está con un desarrollo de obra en la cabeza.
E. G: -El antecedente de la fotografía que nos interesaba era Sara Facio y el Consejo Argentino de Fotografía. Teníamos disidencias con ella, que el tiempo obviamente limó, porque le adjudicábamos un intento de dominio del movimiento independiente fotográfico local.
A. P. A: -Con la democracia surgen muchos espacios y se abrió otro mundo. Lo que me resulta muy curioso es que, en los últimos años, las muestras de fotografía más importantes son retrospectivas de los participantes de aquella época, como las de nosotros y las de Marcos López, Res, Adriana Lestido, Oscar Pintor… ¿Qué pasa en la fotografía de hoy? Muestras pequeñitas, con cuatro fotos copiadas muy grandes.
E. G: -Parte de la lucha para que la fotografía se incorporara al mundo del arte se logró ampliamente. A partir de los 90 empiezan las escuelas, los talleres.. Todo eso inaugura una nueva carrera de fotógrafo, esencialmente distinta de la nuestra.
A. P. A: -Pero el problema, que ahora se está revirtiendo es el de la formación. Durante muchos años fuimos víctimas de críticos, galeristas y demás, que no sabían nada de fotografía, que criticaban desde lo pictórico y distorsionaban. Se llegó a pensar que la fotografía para ser arte tenía que ser intervenida o estar hecha por artistas plásticos. La fotografía requiere una reflexión más profunda. Los fotógrafos respondieron con su propio trabajo.
E. G: -¡Nos fue bárbaro! Todo lo que queríamos se logró.
A. P. A: -Lo importante es construir una obra coherente a lo largo de la vida. Nosotros dos ya hicimos nuestra carrera. El peligro de las becas es que obligan a miradas más cosmopolitas o folclóricas, y dejan de ser auténticas. Hoy muchos se valen del cliché de la fotografía documental para entrar en el mercado. Creo que lo documental es interpretar profundamente las contradicciones de un país. Tu fotografía es terriblemente documental, y esa foto interpretativa es lo que yo valoro. Cuando lo que se documenta es una idiosincrasia, ese trabajo va a perdurar en el tiempo. ¿Quién es el fotógrafo que mejor documentó el menemismo? Marcos López, y lo hizo desde la ficción.
E. G: -Toda fotografía es documental. Es una interrupción en el tiempo que crea una ficción perfecta de que eso es. Siempre es un registro de una época.
A. P. A: -Todos sabemos que la fotografía es subjetiva, pero la miramos y primero creemos. La duda es intelectual, y la fuerza de la imagen tiene una potencia que la supera. Si aprendemos el lenguaje fotográfico y lo desarrollamos al máximo, todo es posible. Lo más particular que tiene la fotografía es la mirada. Todo lenguaje requiere un conocimiento. Para una mirada revolucionaria se necesita conocer qué se hizo antes. Estoy entusiasmado con el salto cuantitativo que significa que todos tengamos cámaras en la mano con los adminículos modernos, pero falta el salto cualitativo, porque el problema es que todos se sacan el ombligo.
E. G: -Yo creo que todo es fotografía, y todas esas imágenes son tan buenas como las que hacía mi papá con el cajoncito Kodak. Como la que le sacás vos a tu hijo. La fotografía tiene un campo enorme, donde opera como agente de transformación cultural. En la vida cotidiana, todo se arma para una foto.
A. P. A: -Tanto Coca-Cola como Kodak nos han partido la cabeza: los momentos felices de la vida ¡hay que fotografiarlos!
E. G: -Ahí también hay un problema ideológico, en pensar que alguien te partió el cerebro. Nuestra fotografía consume, exige una lógica capitalista de constante renovación tecnológica.
A. P. A: -La fotografía documental está demasiado en las superficie de la cosas. Vi muchas cosas caducar. Se necesita un mayor compromiso con lo fotográfico. La fotografía como medio de expresión es la conjunción de la forma y el contenido. Ése es el amplio espectro de la mirada que uno puede construir a lo largo de su vida.
LA NACION