Lo negro en la literatura argentina

Lo negro en la literatura argentina

Por Ariel Basile
“El crimen lo comete la Policía”. El escritor 1 Carlos Gamerro elaboró un decálogo de la novela policial argentina y abrió el listado con esa premisa. Está claro: novela negra no es lo mismo que policial. Pero hay trazos que se tocan, se superponen y separar las aguas no es tarea fácil. El policial contiene al género negro, dicen los puris¬tas. Lo negro creció tanto que hoy contiene al policial, reformulan otros. Que el crimen sea cometido por la Policía abre nuevas perspectivas: nadie sabe quiénes son los buenos -ni los malos-, se borran las barreras, los límites se trastocan, la ley desciende al barro, todo se vuelve oscuro.
Quizás esta característica, que explica lo literario, pero que se nutre de la realidad, hace de la Argentina un terreno fértil para la novela negra, género que se expandió en nuestro país en los últimos años con una movida que incluye colecciones editoriales, semanas negras en diferentes provincias, programas televisivos en cable y una avalancha de autores dispuestos a sumergirse en atmósferas violentas que, en general, desnudan grietas sociales y lo más sucio del sistema. Una forma de contar juegos de poder y de corrupción que convierte la narrativa en un acto de denuncia política.
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Qué es negro
“Creo que es una sensación de boom, hay un entusiasmo de los autores, se generó una cofradía entre los escritores del género y hay más gente que escribe este tipo de policiales. Pero este boom no es comercial, no tiene correlato en las ventas”, dijo a Ámbito Premium Horacio Convertini, quien con la novela “La soledad del mal” ganó en 2013 el premio Silverio Cañadas en la Semana Negra de Gijón, uno de los festivales del género más importantes de habla hispana. Este premio es una muestra de la presencia internacional de los autores argentinos: el galardón en 2014 se lo llevó el chaqueño Mariano Quirós y en 2012 había sido para el porteño Kike Ferrari. Este último, autor de la novela “Que de lejos parecen moscas”, observa un incipiente nicho de mercado alrededor de los policiales negros. “Parece que estamos algo inflados; hay autores que estaban escribiendo otras cosas y se corrieron a la novela policial porque tienen más repercusión. Otros fueron llegando desde otros caminos, como los periodistas de secciones policiales”, afirmó Ferrari.
En estas pampas hay autores de largo aliento en el género: Juan Sasturain, Juan Martini, Mempo Giardinelli, Guillermo Saccomano, Vicente Bautista o Ricardo Piglia. Para este último, lo “negro” tiene que ver con un marco de referencia y una percepción del mundo contemporáneo. ¿Qué es negro y qué no?, se debaten. Hay puntos de acuerdo, o casi: tienen que contarse al menos un crimen y una trama social. A diferencia del policial clásico donde aparece la figura del detective que resuelve enigmas sin mancharse a través de la lógica y las deducciones intelectuales, en el género negro los detectives carecen de lupas: bajan a ambientes sórdidos, se mezclan con ellos y no dudan en involucrarse en pactos espurios con tal de conseguir una pista. Estos detectives pueden no serlos de profesión, tal vez se trate de periodistas u hombres de a pie que quieren resolver un enigma. Incluso puede no haber detectives, siempre y cuando se muestre lo negro y su violencia. O, volviendo a Piglia, apa¬rezca esa percepción del mundo.
Kike Ferrari explicó: “Hay dos vertientes con las que no puedo concordar: unos que creen que el género negro es algo acotado a los Estados Unidos de 1929 y alcanza apenas a unos diez autores, ya que no se pueden repetir las condiciones de coyuntura. Para otra vertiente, cualquier texto en donde haya un crimen es negro; entonces la Biblia es género negro. A esto último yo lo llamo pannegrismo”. Para Ferrari, lo negro es algo más amplio: “Una forma de contar y mirar las corruptelas del capitalismo tardío: la alienación laboral, las formas mañosas, el fordismo alimentan al género”. El crimen, claro, no sólo tiene que existir, sino que debe ser el eje del argumento. “En ‘El extranjero’, de Camus, hay un crimen, pero no se erige como tema de la novela. Por eso no es género negro”, agregó.
Horacio Convertini señala que se han ampliado los márgenes. Para el autor de “New Pompey”, entre otros, los autores no deben preocuparse por los límites de un género. Sin embargo, destaca que en las novelas negras “además de un enigma se cuenta una sociedad”. “En el conflicto tiene que emerger un hecho de sangre. Ante ciertas modas literarias, estas novelas son una reserva de la trama y de las historias. Hay personajes, hay objetivos”, sostuvo Convertini.

Promoción
El crecimiento del género en nuestro país tiene su correlato en proyectos materiales. En el plano editorial, aparecen colecciones como “Negro absoluto”, dirigida por Sasturain; “Código Negro”, de Punto de Encuentro; “Tinta Roja”, de Edu- vin; y “Extremo Negro”, de Del Nuevo Extremo. En estos espacios se promueven autores jóvenes, entre los que se destacan Leonardo Oyóla, pero también a aquellos con un largo recorrido literario, como Raúl Argemí o Rubén Tizziani.
De alguna forma, estas colecciones son deudo¬ras de El Séptimo Círculo, la colección que en 1945 fundaron Bioy Casares y Borges para Emecé, donde se publicaron clásicos del policial. Dé¬cadas más tarde, en 1969, Ricardo Piglia dio otro paso fundamental, con la colección Serie Negra, que acercó a los lectores argentinos a los estandartes como Raymond Chandler o Dashiell Hammett, los padres de la novela negra.
A su vez, también dan cuenta de este fenómeno la propagación de festivales. El más importante del país es el BAN! – Buenos Aires Negra-, organizada por el escritor Ernesto Mallo. La última edición (la segunda) contó con la participación de más de cien invitados especiales de la Argentina, España, Italia, Estados Unidos, Francia, México, Congo, China y Uruguay, y periodistas locales. “BAN! no se limita a la literatura, sino que incluye a artistas de diversas disciplinas, así como a especialistas en temas educativos, legales y jurídicos, médicos forenses, criminólogos, sociólogos, policías y exdelincuentes. Además de promover la creación literaria, se propone una reflexión sobre la criminalidad real y sus vínculos con la literaria”, explicó Mallo a esta revista. “La idea surgió a partir de mis experiencias en otros festivales similares a los que asistí, como la Semana Negra de Gijón, de Barcelona, Getafe Negro, Polar du Sud, entre otros. Me resultó claro que un festival de novela policial tenía que funcionar en Buenos Aires dada nuestra larga tradición en el género”, aclaró Mallo.
En el mapa también figuran: “Córdoba Mata”, “La Chicago argentina: Rosario, crimen y cultura”, y “Azabache”, este último realizado en Mar del Plata y con cuatro ediciones en su haber.

En la frontera
Se dice que el género negro nació en 1929 con la publicación de “Cosecha roja”, de Hammett, en Estados Unidos, meses antes del crack en la Bolsa de Nueva York. Tres años antes había aparecido en la Argentina “El juguete rabioso”, de Roberto Arlt. Sin embargo, y pese a no ser un escritor de novelas negras, hay elementos de éstas que ya brotan en Arlt, quien es clave para la formación del género en nuestro país: le da voz a los personajes subalternos, oscuros, que pueden delinquir, y al mismo tiempo, aporta a la literatura local otro punto de vista, lejano a las costumbres aristocráticas. “Lo negro en Arlt es el voceo del canillita anunciando el suicidio del asesino Erdosain en el tren de las 9.45 con destino a Moreno”, dijo Ferrari en alusión a “Los siete locos”, novela escrita en 1927.
Otra referencia que orilla el género es Rodolfo Walsh. En este caso, se acerca desde otro ángulo, desde la investigación periodística y la crónica. La novela de no ficción “Operación Masacre”, que echa luz sobre los fusilamientos clandestinos en José León Suárez en 1956, pone de manifiesto el crimen y el ocultamiento enlazado al poder.
Ni Arlt ni Walsh son autores del género, pero están en la frontera (de límites siempre difusos) y son ineludibles en el desarrollo negro de la literatura argentina.
Desarrollo que no se detiene y que sigue ganando visibilidad a fuerza de una notable expansión.
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