El Italpark revive en un documental comunitario

El Italpark revive en un documental comunitario

Por Lucila Rolón
Tres amigos porteños de 24 años decidieron desentrañar un misterio colectivo. Era 2013, y tenían que cumplir una consigna para aprobar Diseño audiovisual II, una materia de la facultad: relacionar conceptos de espacio y memoria en una filmación breve. Uno de ellos recordó una historia que siempre le llamó la atención y que nunca terminó de entender.
Apenas la escucharon, los otros dos amigos estuvieron de acuerdo. También conocían la historia y compartían la misma sensación: ¿por qué la gente más grande que ellos se conmueve cuando escuchan la palabra Italpark? ¿Cómo puede alguien ser fanático de un parque de diversiones? ¿Qué pasó con el parque? ¿Por qué no hay ni una placa conmemorativa en los metros donde hoy está el parque Thays, verde pero sin juegos para tocar el cielo con las manos?
Federico Bruni, Nicolás Vatenberg y Fabrizio Gamba aprobaron la materia, pero ese informe que presentaron se transformó en el germen de un documental que están produciendo, el primero que alguien realiza sobre el Italpark. De hecho, la tarea les resultó titánica desde el comienzo: “No hay registros audiovisuales del parque, no hay material oficial. Las notas de los diarios nos sirven como información, pero no para proyectarlas en imágenes. Y el parque sólo aparece en algunas películas y en videoclips de algunos artistas de los 70. Nada más. Es como si se lo hubiera tragado el tiempo” , dice Nicolás.

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Dos hermanos italianos
“Lo primero que supimos -dice Federico- fue que lo hicieron dos hermanos italianos, que iba muuuucha gente y que estaba en Callao y Libertador, donde hoy está el Parque Thays. Y no mucho más.”
Encontraron detalles de la historia en el relato de sus padres, de sus tíos y de amigos mayores. Pero con eso no les alcanzaba. Y con la lucidez típica de un millennial, los tres amigos salieron a pedir ayuda en las redes sociales. Armaron una fan page en Facebook – Itakpark El Documental – y convocaron a quienes quisieran enviarles material. A esta invitación le agregaron un video que hicieron especialmente con imágenes de un parque de diversiones de Luján, a modo de pista.
Lo que pasó después fue producto de la mano invisible de Internet: 1500 miembros en los primeros días, y un aluvión de mensajes, fotos escaneadas que resistieron al tiempo, tickets, fichas violetas, naranjas y celestes, videos familiares de cumpleaños , de paseos con la abuela, de tardes en familia al sol. Después de mirar todo y sentir al menos una partícula de lo que vivieron los chicos de ese entonces, las ganas de avanzar aumentaron.
“El parque de diversiones más grande de Sudamérica, le decían, ¿y terminó así? No lo podíamos entender”, dice Federico. Abierto en 1960, el Italpark funcionó en un predio de Retiro donde décadas atrás había existido el primer Jardín japonés. En sus primeros años, la propuesta se apoyaba en simples hamacas, toboganes y calesitas. En los 70, aparecieron los primeros juegos mecánicos (traídos de Italia y de Holanda) como la Vuelta al Mundo o las tazas giratorias.
En los 80, se les agregó una gran dosis de velocidad y vértigo, y aparecieron ejemplos como la montaña rusa Corkscrew, entre otros. Llegó a tener 35 juegos mecánicos en total: desenfado y adrenalina sin límites, la batalla contra los adultos ganada cada fin de semana. Hasta que, en 1990, pasó lo peor.

Una filmación casera muestra al Italpark en 1978

El Matterhorn y el final
“Cuando preguntamos por el Italpark, lo primero que sale de la gente son sus recuerdos personales, nunca los motivos por los que cerró -dice Nicolás-. Todos lo saben pero es tan fuerte la presencia del parque en sus vidas que no quieren ni mencionarlo.”
“Como si no lo hubieran podido superar”, agrega Fabrizio. Tal vez por eso, los tres decidieron abordar la historia desde la memoria emotiva, sin profundizar en la muerte de Roxana Alaimo, de 15 años.
Hace 25 años, ella, como miles de personas antes, decidió subirse al Matterhorn, uno de los juegos estrella que constaba de coches unidos a un eje central que giraban a mucha velocidad. Después se confirmó después: funcionaba carente de controles y de mantenimiento desde 1983 .
Después de un par de vueltas, el auto en el que viajaba Roxana con su amiga Karina Benítez se desprendió del eje central, voló y chocó contra las barreras protectoras. Roxana murió instantáneamente ; Karina sobrevivió después de meses de internación y rehabilitación.
Durante la investigación, Federico, Nicolás y Fabrizio se sorprendieron en varias oportunidades: “Leímos en los diarios que, después de la muerte de la chica, el parque siguió abierto un par de meses más… Eso nos llamó la atención, porque si hoy llegara a suceder algo similar, se pudre todo”, dice Nicolás, todavía asombrado.
“Nosotros, habiendo vivido Cromañon [tenían 14 años], viendo que Aníbal Ibarra fue destituido, que el juicio sigue siendo revisado hasta hoy, que hubo tantas clausuras. notamos un paralelismo que nos resulta muy extraño”, agrega Fabrizio.
Federico dice algo en relación al inconsciente colectivo: ” Si hoy cierra un parque por algo así, sería tachado de la historia y le darían con todo. Con el Italpark no… La gente no se olvida de la muerte de esa chica, pero es lo último que recuerda cuando preguntamos”, dice.
Los tres están en plena tarea de catalogar el material que van recibiendo: la fan page tiene más de un año, pero recién hace pocas semanas parece haber estallado en las redes sociales. Actualmente tiene más de 8600 suscriptores.
Al equipo se sumó Anabella Filomeno, en producción, y entre todos vienen haciendo entrevistas a ex trabajadores del parque, a coleccionistas, a artistas plásticos y sociólogos. Además, armaron una propuesta online para recaudar fondos y mejorar la calidad de post producción: al que ponga 50 pesos le dedicarán un agradecimiento en la película; al que ponga 150, una descarga gratis de la película; y al que aporte más le regalarán remeras u otros accesorios . “Esperamos acercar esta historia tan importante para muchos a nuestra generación”, dice Fabrizio.
“De parte de nuestros padres, no hubo un traspaso hacia nosotros de esa costumbre de ir a un parque de diversiones”, sentencia Nicolás. Y agrega que también es cierto que han cambiado las formas de entretenerse para los más chicos, y para quienes transitan la adolescencia: “La play, la compu, todas las posibilidades multimedia son geniales para el esparcimiento.”
Los tres recuerdan sus infancias entre muy pocos pero adorados videojuegos, y muchos sábados en el club, en el barrio de la abuela, en los bosques de Palermo. Han ido a los nuevos parques de diversiones que se abrieron en la Ciudad y sus alrededores, pero no guardan un especial recuerdo y mucho menos con sobrada emoción. Lo cierto es que no volvió a existir un lugar, una experiencia como la que proponía el Italpark. Y tal vez ya nunca exista. Porque los gustos cambian, porque el futuro se instala con nuevas propuestas de entretenimiento, y porque algo se esfumó de forma irreversible cuando la tragedia cerró las puertas de esa diversión. ?

De los hermanos Zanón al desguace
El Italpark estuvo abierto durante 30 años en un predio de cuarenta mil metros cuadrados, en el barrio de Recoleta. La concesión pertenecía a los hermanos Zanón, unos italianos que habían llegado a Buenos Aires en bancarrota y sin trabajo. Atravesó metamorfosis leves pero determinantes durante su existencia, hasta coronarse como “el mejor parque de diversiones de Sudamérica”, con sus inolvidables juegos: el Torpedo, el Pulpo, el Samba, los autitos de colores del Indianápolis.
Fue todo diversión hasta que Roxana Alaimo murió tras una falla en el Matterhorn. El juzgado en lo civil y comercial Nº 100 estableció una “condena solidaria” que obligó a las partes involucradas -los hermanos Zanón y la Municipalidad de Buenos Aires, con Carlos Grosso como intendente- a cubrir juntos los costos de la indemnización. Como el resto de los juegos, el Matterhorn no contaba con mantenimiento ni controles técnicos desde 1983.
De hecho, durante el juicio hubo quienes declararon que hasta faltaba personal en el parque, y un mismo empleado tenía que comandar varios juegos a la vez. En pleno gobierno de Menem, ambos pagaron 370 mil pesos en concepto de daños y perjuicios, que la familia cobró seis años más tarde. Karina recibió asistencia terapéutica y se la pagó Zanon.
Había habido antecedentes muy claros. En octubre de 1989, un año antes de la tragedia de Roxana, el Laberinto del Terror quedó destruido por un incendio: fuego en sus muñecos, en los puentes de soga, en los esqueletos de plástico y la lona de vinilo que cubría la estructura metálica del juego, de 20 metros por 50. No hubo muertos ni damnificados porque casualmente no estaba habilitado al público tras denuncias de agresiones a los actores que trabajaban en el juego.
Hasta hoy, no hay rastros de la mayoría de los juegos; algunos de ellos se encuentran en el Parque de Diversiones de Luján, y en Argenpark; y, según la La Asociación Argentina de Amigos de los Parques de Diversiones, otros están en perfecto estado en un gran centro de atracciones de Brasil llamado Beto Carrero World, en Santa Catarina.
El parque de diversiones más antiguo del mundo data de 1583, en Dinamarca. La Argentina fue pionera en la región, cuando abrió el primero, el Parque Japonés, el 3 de febrero de 1911, en el espacio donde 50 años después estaría el Italpark.
No tuvo autitos chocadores, tren fantasma ni montaña rusa hasta su segunda versión. Sí contaba con réplicas de las altas cumbres niponas, miradores de pérgola, lagunas donde pasear en barco y espacios diseñados en clave oriental para merendar y esperar a que la tarde se apague.
En 1982 se construyó Interama, en Villa Soldati, al Sur de la de la Capital Federal. Fue el primer gran parque de diversiones construido en el país, y pasó a llamarse Parque de la Ciudad un año después, cuando quedó en manos de la administración porteña. Desde entonces, tuvo varios cierres y reaperturas, y permaneció abandonado hasta 2013, cuando el gobierno PRO desmanteló el predio para habilitar las 18 hectáreas en las que desarrolló Ciudad del Rock, una jornada de recitales para 90.000 personas. De sus mejores épocas, sólo conserva la Torre Espacial -de 208 metros, el punto más alto del distrito- que fue habilitada en 1985 y sigue siendo su postal emblema.
LA NACION