27 Dec El eterno resplandor de las estrellas
Por Manuela Antola
“¿Sentís el viento del subterráneo? ¿No es delicioso?”, pregunta ella parada sobre la reja de ventilación segundos antes de que la parte inferior de su vestido levante vuelo permita a los indiscretos ojos de la cámara observar la totalidad de sus piernas.
La escena, cuya toma original en las calles de Nueva York no formó parte de la película La comezón del séptimo año debido a problemas de sonido y sería recreada en estudio más de cuarenta veces hasta concretarse, llevaría a la joven Marilyn Monroe a la cima del estrellato y la convertiría en un icono.
Marilyn, junto con figuras como Audrey Hepburn, Greta Garbo, James Dean, Marión Brando, Rita Hayworth, Humphrey Bogart, Frank Sinatra, Ava Gardner, Elizabeth Taylor y Cary Grant, no solo protagonizaría la etapa más exitosa del cine de Hollywood, sino que todos ellos quedarían eternizados en la memoria popular como las estrellas cinematográficas más importantes de todos los tiempos.
Pero el halo que recubre a estas personalidades no es azaroso. Su construcción fue una de las partes indispensables del engranaje de la industria cinematográfica de la época. Conocido como el “star System”, la creación de un personaje alrededor de la vida real del actor fue una de las estrategias de los estudios para asegurar sus sucesivos éxitos en taquilla. Los estudios recrearon, entonces, romances entre las estrellas, exaltaron aspectos de sus personalidades que muchas veces no tenían nada que ver con la realidad, taparon otros menos convenientes y reforzaron numerosos mitos en tomo a sus historias de vida.
Cuando Margarita Carmen Cansino firmó su contrato con Columbia Pictures, fue uno de los más altos eje¬cutivos, Harry Cohn, quien le sugirió que cambiara su apellido y adoptara el nombre con el cual quedó registrada en la historia del cine: Rita Hayworth.
En una de sus frases más memorables, la actriz, que en 1946 personificó el papel principal en Gilda, ilustra esta dualidad en torno a su propio mito: “Todo hom¬bre que conocí se enamoró de Gilda y se despertó conmigo”.
Rock Hudson (Gigante) eligió aban¬donar su nombre legal, Roy Fitzgerald, por el propuesto por su agente Henry Wilson, pero se rehusó al pedido de Universal de acortarlo a “Roe”. No por¬que sí, dijo Hudson, en cierta ocasión que “no podía interpretar a un perdedor porque no lucía como uno”.
Fue conocido como uno de los más grandes galanes de Hollywood y man¬tuvo durante toda su carrera la etiqueta que le colocaron los estudios de “el hom¬bre ideal”. A pesar de haber mantenido una extensa relación con el actor Marc Christian y de permitir la publicación de una biografía sobre su vida en la que se indagaba sobre su sexualidad, Hudson nunca dio especificaciones al respecto.
También fueron los estudios por los que alimentaron la idea de que la distinti¬va cicatriz en el labio del protagonista de Casablanca, Humphrey Bogart, fue originada en la época en la que el actor servía en el ejército norteamericano. Para recubrir de glamour a Bogart, las ver¬siones alimentadas por los estudios por aquel entonces atribuían la cicatriz a un trozo de metralla que le impactó durante un bombardeo o a un entredicho con un preso al que escoltaba en su paso por la Armada. Parece ser que una versión divergente que decía que se había pro¬ducido, simplemente, debido a un golpe en su infancia no resultaba tan atractiva parada leyenda Bogart.
La imagen de los actores debía responder a modelos arquetípicos. Marilyn Monroe era una “bomba sexy”. Audrey Hepburn, una chica con clase. James Dean, un rebelde sin causa. Marión Brando, un misterio. Pero fueron mucho más que eso. Si bien Marilyn es elegida hasta el día de hoy por prestigio¬sas publicaciones, como las revistas People de Estados Unidos y Empire de Reino Unido como la mujer más sexy de todos los tiempos y fue la primera “Sweetheart of the Month” de Playboy, sus treinta películas significaron una ganancia de más de dos¬cientos millones de dolares, estudió teatro en el legendario Actors Studio y demostró sus dotes artísticas para el drama en produc¬ciones como Nunca fui santa.
En contraste con Marilyn, la figura de Audrey Hepburn se caracterizaba por su inocencia y elegancia. Tenía ante¬pasados con sangre azul (su madre fue la baronesa Ella van Heemstra), fue la musa del diseñador francés Hubert de Givenchy y su estilo puede apreciarse en filmes como Desayuno en Tifanys. Pero también participó en cinco de las cien mejores películas de todos los tiempos según el American Film Institute y fue hasta su muerte en 1993 embajadora especial de Unicef.
El caso de James Dean es particular. Murió casi un mes antes de que se estre¬nará Rebelde sin causa, la película que lo eternizó como el icono de la rebeldía, y fue el primer actor nominado de forma postuma al Oscar. Hasta el ex presi¬dente y actor norteamericano Ronald Reagan se refirió a él como “el rebelde de América”.
En 1957, el escritor y periodista Truman Capote (A sangre fría) entrevistó a Marión Brando durante la filmación de Sayonara en Japón. En el texto que publicó luego, titulado El duque en sus Dominios, Capote explica: “Definida con exactitud, una estrella de cine es cualquier intérprete que por sí solo lleva ganancias a las taquillas más allá de la calidad de la película en la que aparezca. Ese rebaño es tan escaso que son menos de diez los actores que califican hoy para ese título. Brando es uno de ellos”. Brando fue para muchos críticos el mejor actor de la historia del cine. Fue un pionero al incorporar en sus perfor-mances las técnicas de actuación del ruso Konstantín Stanislavski. Para preparar su personaje de un soldado parapléjico en Vivirás tu vida (1950), se instaló por semanas en un hospital de veteranos y utilizó una silla de ruedas. Este tipo de prácticas son comunes hoy en día, pero en ese entonces revolucionaron la actuación en Hollywood. Brando creó una forma de actuar que sería imitada por las próximas generaciones de actores de tal forma que en la época se comenzó a decir cuando aparecía un nuevo actor prometedor que era “el nuevo Brando”. Polémico como pocos, Brando no será recordado solamente por sus magistra¬les dotes histriónicas. Sus convicciones políticas lo llevaron a rechazar numerosas ofertas de trabajo y el segundo galardón de la Academia, que le fue otorgado debido a su personificación de Don Corleone en El Padrino (1972).
Volviendo a la escena de La comezón del séptimo año, hay un detalle curioso. En los párrafos iniciales se describe una escena que probablemente difiera de la imagen que su recuerdo evoca. ¿No forma parte de la memoria colectiva la figura del cuerpo entero de Marilyn sujetando su vestido y no solamente el plano detalle de sus piernas?
El afiche con el que se comercializó el filme y la imagen replicada una y otra vez en el cine, la moda y el arte la mues-tran a Marilyn de cuerpo entero; pero esta imagen nunca fue parte del metraje original del filme.
El filósofo esloveno Slajov Zizek en el documental The Pervert’s Guide to Cinema (2006) dice que “el cine es el último arte perverso. No te da lo que deseás, te dice cómo desear”. Por algo lo dirá.
REVISTA MIRADAS