07 Dec Diez fotógrafos eligen las diez mejores fotos de América latina
En septiembre se inauguró en el CCK Aquí nos vemos, 350 imágenes de fotógrafos latinoamericanos incluidas en la muestra más ambiciosa jamás organizada aquí; los protagonistas votan su favorita.
“En Buenos Aires no hubo una muestra de fotografía latinoamericana tan grande y tan fuerte, nunca”, dice Juan Travnik. Aquí nos vemos. Fotografía en América Latina 2000-2015 reúne a 68 autores de la Argentina, México, Brasil, Perú, Paraguay, Uruguay, Cuba, Colombia y Chile, con curaduría de tres reconocidos referentes del medio, Travnik, Adriana Lestido y Gabriel Díaz. Y es bastante impresionante. La consigna fue reunir por afinidades imágenes de no más de 15 años de esta porción del planeta. El título es prestado de un libro de John Berger y refleja la condición de espejo de América latina que tienen estas fotos que estrenan dos salas del Centro Cultural Kirchner (CCK). “Fueron seis meses de trabajo, donde buscamos un diálogo entre consagrados y nuevos autores”, dice Lestido. Los curadores aclaran: no es un seleccionado de los mejores ni pretenden abarcar a todos los países. “Encontramos obsesiones y temas recurrentes”, comenta Díaz.
Entre los convocados hay figuras internacionales, como Maya Goded, Milagros de la Torre, Miguel Río Branco y Graciela Iturbide, y también representantes de distintas provincias, como Héctor Río, Julio Pantoja, Marcelo Abud y Hugo Aveta, muchos presentes en la multitudinaria inauguración porque, como rara vez ocurre, los artistas fueron invitados por la organización. “Un momento de unión muy importante, muy hermoso”, describe Guadalupe Miles. Cuando Travnik se emocionó en el discurso inaugural, no fue el único.
Las imágenes, de gran tamaño, admiten diversidad de técnicas y van de lo conceptual a lo experimental, de lo plástico al documentalismo. Pinturas sociales de Marcelo Brodsky, Rafael Calviño, Jorge Sáenz y Dani Yako. Arquitecturas desiertas de Esteban Pastorino, Hugo Aveta y Facundo de Zuviría, e interiores deshabitados de Lena Szankay. Retratos metafísicos de Eduardo Carrera, Res y Mariela Sancari, y retratos tierra adentro de Miles y Luis González Palma. Están los boxeadores de Diego Levy y las Madres de Plaza de Mayo de Marcos Adandía. Autorretratos como los de Oscar Pintor y Carlos Bosch. Familias de Verónica Mastrosimone, Valeria Bellusci, Cecilia Reynoso y David Fernández. Del blanco y negro profundo de Christian Cravo, Paula Luttringer y de la gran documentalista chilena Paz Errázuriz a coloristas como Marcos López y Alejandro Chaskielberg. Fotógrafos muy jóvenes, como Nahuel Alfonso. Y maestros de fotógrafos como Eduardo Gil, Ataúlfo Pérez Aznar y Alberto Goldenstein. Tantos y tan buenos, que muchos no aceptaron el desafío que propuso esta nota: elegir una imagen entre más de 300.
“Hay temas comunes como diálogo, identidad, memoria, que se fueron constituyendo en ejes, porque no escribimos un guión y después buscamos llenar los casilleros, sino que partimos de las imágenes, buscando una voz común”, explica Travnik. “Lo que encontramos es una gran diversidad que arma un todo. Miradas muy distintas sobre una misma historia”, dice Lestido.
¿Existe un rasgo que defina a la fotografía latinoamericana? “Comparada con la de Europa y Estados Unidos, que son las más difundidas, en América latina encontramos una cuestión más visceral, más de adentro, emotiva, orgánica”, reflexiona Travnik. “Es bien vital”, agrega Lestido.
En un mes, en el CCK se terminó de construir La Gran Lámpara. Vistas de afuera las dos salas son eso: una enorme estructura blanca iluminada desde adentro que cuelga del techo. Faltaba el piso, el durlock perimetral y de los paneles, iluminar, imprimir, enmarcar y montar. “Ahora estamos calibrando las condiciones de climatización. Trabajamos en tiempo récord, pero con un presupuesto acorde para una muestra compleja de producción, donde se puso toda la atención en la calidad”, dice Gustavo Vázquez Ocampo, que llegó al CCK desde el departamento de museografía del Malba, lo mismo que Fernando Brizuela. “Inauguramos 1500 m2 para el arte, con curadores y equipo de lujo”, reconoció Liliana Piñero, a cargo del área de exposiciones.
El 80% de estas fotos llegó por mail. Se imprimieron en tres laboratorios y se enmarcaron de manera consensuada entre curadores y autores. “Nos instalamos al lado de los impresores y marqueros los últimos treinta días. Le pusimos mucho esfuerzo y mucho amor”, cuenta Lestido. Para el brasileño Río Branco esto fue una solución: “Estoy feliz de integrar una muestra tan sólida. Mis fotos fueron impresas acá, porque hay una gran burocracia entre los países del Mercosur. La tecnología ayudó”.
Los artistas podrán retirar, donar o destruir las copias cuando la muestra termine de itinerar por el país. “Es un trabajo impecable, que espero que viaje por todos los países. Un ejemplo. Nos permite conocer en vivo obras que quizás habíamos visto en libros”, observa la mexicana Iturbide. “Con esta amplitud he visto pocas exposiciones. Hay fotógrafos de distintas generaciones y países. Me sorprende que siga habiendo bastante foto directa, además de mucha experimentación. La fotografía se ha abierto mucho, pero siempre pensé que lo que sirve es que te haga sentir algo”, analiza Pintor. Travnik coincide: “Si alguien sale transformado o siente que algo le pasa por dentro nos damos por satisfechos”.
LA NACION