29 Dec Deportistas que inspiran
Algunas son profesionales, otras amateurs, pero todas comparten una misma pasión: la del deporte. El esfuerzo diario y los sacrificios son enormes -horas de entrenamiento, privaciones, dietas estrictas-, pero las recompensas también: felicidad, satisfacción, salud y confianza en sí mismas. Cuatro mujeres inspiradoras nos cuentan por qué aman sus disciplinas y cómo hacen para combinar vida familiar y deporte.
Giro al deporte
Luisa Miguens cambió el mundo glamoroso de las revistas femeninas por el deporte, y mal no le fue: este año salió tercera en el tetratlón de Chapelco y en 2013 obtuvo la misma posición en el Tour de los Andes. “Empecé corriendo. Me anoté en una de 5 km y quedé contenta porque la hice sin parar. Después corrí una de 10, también sin parar. El orgullo me hizo terminarla. Esos pequeños logros me llevaron a hacerlo cada vez con más intensidad y más disciplinas”, cuenta. Su especialidad son las carreras combinadas, donde los deportistas tienen que competir en mountain bike, kayak, esquí y running.
“Nunca fui deportista. Empecé a correr por necesidad de hacer algo, de sentirme mejor. Fue impresionante. Yo estaba metida en las redacciones full time, sin tiempo para otra cosa, pasaba horas sentada”, dice Luisa, que trabajó en Para Ti, Elle y Sophia. Si bien es amateur, entrena con la bici todos los días, seis veces por semana. El deporte, dice, la ayuda a estar mejor con los demás: esa satisfacción se le nota en la cara. “Cuando puedo hacer mi entrenamiento bien, los chicos se dan cuenta. Tengo una sonrisa de oreja a oreja.” Hace poco empezó a nadar con miras a probar otras disciplinas. Con 41 años, dice que aunque empezó grande, todavía está en la etapa de superar sus marcas. “El deporte te da seguridad. Tengo muy claro que después de entrenar me voy a sentir bien, es matemático. Cuando te pica el bichito, no lo dejás más. Vale la pena el sacrificio.”
Correr, siempre correr
“El running es como la vida misma: hay obstáculos, por momentos de¬cís qué hago acá, falta un montón, no aguanto más. Pero la diferencia es que al correr, aprendés a cambiar los pensamientos negativos por positivos”, dice Virginia Gálvez, que con 34 años corre profesionalmente. En 2008viajó a Villa La Angostura para correr el K42, una maratón de montaña. “Fui a competir sin esperar nada. En el km 10 me dicen que voy cuarta. Pensé que se habían equivocado. Sigo a mi ritmo y me dicen que voy tercera; en el km 25 paso a una chica y me dice que voy segunda, y cuando hago cumbre me dicen que soy primera. Fue un sueño inesperado.” Además de ganar batió el récord: fue la primera mujer en completar la carrera en menos de 4 horas. Este año ganó también el Cruce de los Andes y el Rey de los Andes de Purmamarca por segunda vez consecutiva.
Conciliar el deporte con la vida familiar, dice, no es tan difícil. Lo importante es la constancia: salir pese a la rutina, el trabajo, los hijos, el cansancio. “Tuve la suerte de casarme con un corredor, así que me entiende. Además, con mi hija de 13 compartimos la pista de entrenamiento: yo corro y ella hace atletismo con un profesor.”
Entre sus sueños está participar de la maratón de Nueva York y otras carreras del exterior. Mientras corre piensa muchísimo: “Lo más importante es seguir a pesar de todo. Correr te forja la voluntad y el autoconocimiento. Es tu momento de ser libre. Cuando ya lo tenés incorporado, lo aprovechás para pensar o a veces sólo disfrutás del paisaje”.
Querer es poder
“Esto es uno por ciento inspiración y 99 transpiración”, dice la escribana Bárbara Mazzoni mientras se toma el primer café del dia y empieza a contar cómo el crossfit entró en su vida. “Arranqué hace dos años, a los 32, y me dijeron que era buena. Yo pensaba que no, aunque es verdad que tengo mucho tesón. Veía los games por lntemet y pensaba: Qué lindo, qué sueño llegar hasta ahí. A los seis meses, mi marido me regaló za¬patillas de levantamiento y en la caja puso Soy tu fan número uno. Hasta los games no paramos.” Una vez en el equipo de atletas, Bárbara empezó a entrenar en serio: “Me compré la moto y me iba al mediodía, de 2 a 4, hacía malabares”.
La disciplina, que nació en Estados Unidos hace diez años y hoy hace furor en la Argentina, combina ejercicios de levantamiento olímpico, gimnástica con barras y ejercicio aeróbico. En sus orígenes estaba pensado para poner en forma las fuerzas militares, pero lo puede practicar todo el mundo. “Lo lindo del crossfit es que te alienta a aprender cosas nuevas, como cuando eras chico. Te empezás a parar frente a la vida de otra manera”, cuenta Bárbara, que en 2013, después de entrenar un tiempo en otro gimnasio, abrió junto a su marido y su familia el box Bigg en Recoleta, que ganó en los regionales de Chile de 2014 y clasificó para el mundial de crossfit.
“Muchas veces me dijeron que había empezado tarde, pero eso me dio más ganas de seguir. Ahora muchos me agradecen por hacerles creer que querer es poder.”
Campeona a los 47
Cuando se le pregunta por los premios ganados en competencias de rally, la ciclista Jacqueline Brugnoli contesta con humildad: “Desde 2008 fui 20 veces campeona nacional”. De chica hizo de todo: atletismo, tenis (estuvo rankeada), patín, natación. Estudió educación física y siempre compitió, pero tuvo que parar cuando nacieron sus dos hijos, que hoy tienen 22 y 24 años. “A los 40, mi marido me regaló una bici. Empecé con cicloturismo para distraerme. Me gustaba tanto que saqué licencia para enseñar spinning, y en 2007 un grupo de ciclismo que iba a competir a Córdoba me insistió para que fuera. No pensaba volver a la competencia, pero hice podio, ese año gané dos más y se me encendió la chispa. Al año siguiente contraté un entrenador.” Hoy compite en el equipo de Olmo.
Con terrenos llanos, subidas y bajadas, y extensiones de hasta cien kilómetros, el rally requiere mucha resistencia. Además, a Jacqueline le diagnosticaron celiaquía a los 29 años, por lo que cualquier transgresión accidental en su dieta puede ser trágica para su desempeño. Con respecto a la vida familiar, asegura: “No podría hacerlo si mi marido no me apoyara. A veces llego arrastrada de cansancio. Él se encarga de las compras, de la comida. Me acompaña a todos lados. En este deporte hay muchos matrimonios separados; si no te comprenden, no aguantan el ritmo”.
A pesar de los sacrificios y el esfuerzo quiere seguir pedaleando toda la vida. “En las carreras conocés a mucha gente. Y la sensación de estar pedaleando en grupo en medio de la montaña es alucinante”.
LA NACION