11 Dec Crianza: los hombres también se deprimen después del parto
Por Soledad Vallejos
“Ella decidía todo. Si había que abrigarlo, si era tiempo de cambiarle los pañales, si el llanto era porque tenía hambre o si tenía sueño. En definitiva, yo estaba «pintado», quería participar y ayudar pero no sabía cómo, y al final me la pasaba discutiendo con mi mujer por cualquier cosa. No me daba cuenta pero estaba angustiado, y el primer día que llegué al taller [un espacio terapéutico y exclusivo para hombres que dirige el psicólogo Mauricio Strugo] lloré como loco”, cuenta Juan Pablo Pugni, de 32 años.
La vida de este padre primerizo dio un giro inesperado luego del nacimiento de Lucas, que hoy tiene 11 meses. La felicidad lo desbordaba, pero también estaba ansioso, de mal humor y desorientado. Mientras su mujer enfrentaba el puerperio; él -sin siquiera sospecharlo- sufría de angustia postparto. Ese padecimiento tan popular en el mundo femenino no es un cuadro ajeno ni novedoso entre los hombres, pero según coinciden los especialistas consultados por la nacion hoy tiene más incidencia en los modelos actuales de pareja, donde los roles tradicionales en el cuidado del bebe tienden a compartirse y, por eso, ellos suelen experimentar la misma frustración que las mujeres.
Por eso, y aunque con la certeza de que a los hombres aún les cuesta hablar de lo que les pasa, de que “ser duros y aguantar” es un mandato social que aún persiste con fuerza, Strugo se decidió y fundó Y Nosotros También, “un taller para padres que puedan reunirse y hablar de lo que les pasa, un lugar donde sea posible resonar a partir de lo que cada uno comparte y, fundamentalmente, de darse cuenta de que no están solos en esto”, explica el terapeuta y especialista en pareja y familia.
En la mayoría de los casos, los hombres que llegan al taller lo hacen por la sugerencia de sus propias mujeres, y ante la propuesta inicial todos suelen responder de la misma manera: un no rotundo. Así lo confiesa Víctor Calomeni, padre de Clarita, para quien la llegada de su primera hija, a sus casi 60 años, lo transportó, como él mismo define, a un universo desconocido. “Yo no quería salir a pedir ayuda a una tribu de hombres con hijos, así que lo primero que dije es no. Ya era bastante con lo que tenía en casa como para ir a compartirlo a un espacio terapéutico. Pero como tampoco me considero un tipo tan terco y cerrado acepté tener una entrevista”. La experiencia de ahí en adelante fue, según Calomeni, ciento por ciento positiva. “Lo que sucede es que comenzás a darte cuenta de que todos están en el mismo barco. Las historias se parecen mucho y sólo cambian los nombres de los protagonistas, pero lo más importante es que uno comienza a comprender cómo es la dinámica de la nueva realidad, cómo acompañar a la mujer y cómo acoplarse a esa nueva dupla.”
Para el psicoanalista Javier Díaz, docente y supervisor del instituto Fernando Ulloa, “la lógica inicial que impone lo corporal como primacía privilegiada de la madre en relación con su hijo marca una diferencia con la paternidad que merece especial atención para no quedarse fuera de la escena a través de la conocida ecuación de dos más uno”. Por eso, según Díaz, será fundamental vivir y compartir desde los inicios del embarazo ese lugar de progenitor y padre. “Mucho se habla de la angustia presente en la madre luego del parto: cambios físicos, hormonales, tensión, incertidumbre, dolor físico y psíquico enmarcan ese efecto displacentero de la mamá cuando transita su puerperio -reconoce Díaz-. Pero en ese mismo contexto, y reforzado por las presiones externas del entorno social, los hombres suelen experimentar un cansancio inmotivado, desgano, dificultades para dormir, disminución del apetito y dolores corporales. Además, como decía Freud, hay hombres que no están preparados para tolerar el hecho de poder amar y desear a una mujer que se ha convertido en madre. Y se les hace difícil fusionar, hacer convivir la corriente tierna con su corriente sexual.”
Heridas emocionales
Para la ciencia, sin embargo, detectar y cuantificar en qué medida las depresiones posparto constituyen cuadros frecuentes en los hombres todavía no está del todo claro. Mientras algunos estudios le atribuyen una incidencia que ronda el 4 por ciento, como el trabajo realizado por la universidad británica de Oxford, que estudió a unas 26.000 personas, otros análisis sostienen que el padecimiento es compartido casi en la misma medida por hombres y mujeres, sólo que los médicos están menos entrenados para detectarlo.
Sobre este planteo de la Universidad Hebrea de Jerusalén, publicado en la revista Lancet, Strugo fundamenta su forma de trabajo. Tras examinar la evolución de casi un centenar de padres desde antes del nacimiento de su primogénito hasta varias semanas después, un equipo conducido por Gil Goldzweig concluyó que la prevalencia de la depresión posparto en hombres llegaba al 17 por ciento, una cifra similar a la que se registra mundialmente entre las mujeres.
La incógnita revelada fue la siguiente: ¿por qué pasa entonces mucho más inadvertida entre ellos? Para Goldzweig, la respuesta está en que la manera de intentar detectarla es la incorrecta. En vez de indagar en sensaciones de tristeza, desdicha o cambios de humor, los investigadores hebreos sostienen que es necesario prestarle atención a la frecuencia de relaciones sexuales, la ingestión de bebidas alcohólicas y a las discusiones con compañeros de trabajo o de pareja.
Incluso, según dice Strugo, suele ser en muchos casos una época marcada por las infidelidades. “Planteo que como hombres respetemos nuestras características masculinas, reconociendo cuando el «ser macho alfa» se importa desde el miedo, desde la inseguridad, desde un lugar defensivo. Es importante poder acercarse a la mujer de una manera más empática y reconocer las propias heridas emocionales dejando de lado la armadura defensiva que solemos llevar.”
Algo que se refuerza en las conclusiones del estudio de la Universidad de Jersualén, al confirmar que “no se puede evaluar el cuadro a través de sentimientos porque el hombre es, en general, reacio a expresarlos”.
Cargar con la propia historia
Rodrigo De Francisco, padre de Helena, jamás imaginó que la llegada de su hija pudiera provocarle angustia. “Yo creo que es algo que también se contagia, porque uno trata de encajar en este nuevo mundo y no puede, y conectar con la paternidad es algo complejo. Uno también carga con su propia historia como hijo, y de repente te enfrentás a todo eso y no es fácil. Cada uno intenta armar su propio camino, pero hay condicionamientos que salen a la luz y te tomarán por sorpresa”.
Participar de Y Nosotros Tambiénfue para De Francisco una buena manera de conectarse con su nuevo rol, de compartir experiencias y de revisar cuestiones personales. “Yo creo que las expectativas de un mayor involucramiento de los padres en la crianza de sus hijos tiene mucho que ver, y este nuevo modelo de paternidad trae de yapa más inseguridades. Cuanto más te involucrás, más incertidumbres y ansiedades se ponen en juego.”
Como sostiene Díaz, “aparecen el temor y la angustia de saber si él podrá estar a la altura de sostener tal responsabilidad de ser padre, pero lograr nominarse en esa función no es una encomienda fácil. Entre otras cosas, la angustia debe ser vivida como un afecto que no engaña, es una señal que debe ser escuchada y que puede convertirse en guía de una elaboración quizá postergada. Nada mejor que ir paso a paso para escribir la propia historia que lo nombrará como padre”.
LA NACION