19 Dec Comics sin medias tintas
Por Jorge Otermín
Muchas de las mejores manifestaciones artísticas de todos los tiempos surgen luego de períodos de profundas crisis. El cómic noir no es una excepción, ya que irrumpió en plena depresión de 1929 (también en medio de la ley seca) tomando lo más oscuro de la época y trasuntándolo en dibujos de rasgos duros, con claroscuros que se apoyan en la mayor economía de medios, tintas plenas que transmiten el estado de una sociedad que muestra descarnadamente sus partes menos decorosas.
Se puede hablar de influencias, en su arquetipo, de los romances de ciego, aquellas piezas que circularon entre los siglos XVII y XIX, hechas en papeles ordinarios -como lo fue posteriormente el pulp- las que desde sus “pliegos de cordel” acerca¬ron historias del romancero tradicional donde se narraban hechos de cautivos y bandoleros, crímenes y pasiones amorosas, escritas por autores poco letrados y acompañadas de grabados alusivos que eran mostrados en las plazas públicas por ciegos o tullidos. Esos grabados fueron la didáctica para la comprensión de la historia y eran actuados por el ciego o recitador, que podía utilizarlos en varios relatos diferentes.
En 1931, Al Capone fue procesado por evasión de impuestos y esa noticia, más todo su historial, habían ocupado las primeras planas de los diarios. El historietista Chester Gould creó a Dick Tracy, el desenfadado detective privado influenciado por el género humorístico de tiempos idos, publicado en formato “daily strip” (en blanco y negro), y como página dominical a color. Los más puristas amarán la tira diaria, ya que abordaba historias más serias y de temática más negra, un manifiesto que, según Iván Tubau analiza desde su curso de dibujante de historietas, “la iluminación y la composición deben ser efectistas, con abundante sombra y el uso del negro con decisión”.
Se abrió una época que abandona humor por sátira e ironía, de profundos cuestionamientos éticos donde los buenos a veces no lo son tanto. Nacieron los álter ego de los héroes, como será el caso del Batman, de Bob Kane, o como The Spirit, nombre de fantasía del criminólogo
Denny Colt, que había sido dado por muerto, que se calza guantes y antifaz para combatir el crimen a su manera. Will Eisner desarrolló un cómic de crítica social, intriga, humor y crimen dirigido a un lector inteligente, plagado de ironías y guiños en relatos de denuncia social y de cómo la gente normal podría darse al crimen y la corrupción.
El cómic negro fundó su propia industria cultural, a la que adscribieron autores del policial negro clásico, como Dashiell Hammet para su Secret Agent X-9. Una era de oro, en la que la censura norteamericana magnificó el éxito de sus prohibiciones, como el caso del detective Mike Hammer, publicado en 1953 por el Phoenix Features Syndicate en tiras diarias y dominicales. Escrita por Mickey Spillane, Ed Robbins y Joe Gilí, fue cancelada debido a su violencia, demasiado explícita para el momento.
Las tiras de los diarios asumirían un protagonismo tal que mucha gente comenzaba a leer el periódico de atrás hacia adelante para enterarse primero de lo que había sucedido con su historieta favorita. Las editoriales empezaron a interesarse en este nicho y publicaron los comic-book, reuniendo en volúmenes lo mejor de cada uno. Entre el 1942 y 1957 aparecieron Crime dos not pay, SuspensStories y Shock SuspenStories, que abordaban tabúes como racismo, sexo y drogas, temáticas controladas por el Comics Code Authority, que limitó la referencia de actividades criminales o representaciones de asesinatos en las tiras.
En Estados Unidos es el momento del resurgir de los superhéroes, donde la fantasía se impone a un lenguaje con menos subtextos. También es el momento de la Guerra Fría, cuando se ponen de moda los espías como James Bond, cuya tira fue escrita por Anthony Hern e ilustrada por John McLusky.
En Europa y Latinoamérica emergieron usinas de cómics de autor, donde se destacaron los argentinos Carlos Sampayo y José Muñoz, quienes dieron vida a Alack Sinner, con nombre de pecador, un detective privado expolicía que dejó el cuerpo por coherencia, en una historia que incorpora los elementos imprescindibles de la novela negra: jazz, mujeres fatales, bares llenos de humo, amistades inquebrantables.
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