24 Nov Un nerd que reinventó el negocio de los gadgets
Por Leslie Hook
En su primer día de universidad, en 1983, Michael Dell compró tres computadoras que guardó en su BMW. No era solo la tecnología que contenían estos equipos lo que le atrajo: era la posibilidad de ampliar la capacidad tecnológica para revenderlas a un precio mayor al que había pagado. Un año más tarde, Dell abandonó la universidad para dedicarse a la venta de computadoras full time. A los 19 años, registró la compañía que hoy lleva su nombre: Dell Computer Corporation.
La semana pasada su instinto de emprendedor volvió a aparecer. La compra de EMC por u$s 63.000 millones es la adquisición tecnológica más grande en la historia. Cargada de deuda barata, la firma de storage y soluciones cloud representa una oportunidad para una estructuración financiera inteligente y, para Dell, demostrar su intuición para reconocer el valor de una tecnología madura. “Michael es un pensador muy lógico”, dice Pat Moorhead, analista de la industria. “Sabe cómo hacer dinero de cosas que usted ni se imagina que aún mantienen viva esa opción”, agrega.
Quienes lo conocen afirman que su pasión siempre fue el negocio. Otros, como Bill Gates y Steve Jobs, se inspiraron en la ingeniería y el diseño. En el caso de Dell, las innovaciones se centraron en encontrar un mejor modo de hacer y vender. Su primer modelo de venta apuntaba a comercializar PCs a los consumidores por teléfono o fax y la llegada de Internet permitió escalar el modelo. A los dos años, su firma generaba u$s 60 millones anuales.
Para evaluar si convenía salir a bolsa, Dell reunió a un equipo de referentes. Entre ellos, la inversora y periodista especializada Esther Dyson. “Era tenaz y lo vuelve a demostrar ahora pero cuidando cada paso”, dice. Dell llevó su compañía a bolsa a los 23 años, dos menos de los que tuvo Steve Jobs cuando dio el mismo paso con Apple.
Dell se convirtió en uno de los valores más buscados en los 90. Sin embargo, la relación de su fundador con los mercados financieros no siguió la cotización. A principio de 2000, Michael Dell criticó la visión cortoplazista de estos y, en 2013, decidió retirar su empresa del listing. Solo como firma privada, Dell volvería a crecer, auguró.
Los críticos, liderados por el inversor Carl Icahn, lo acusaron de recomprar su firma por barata y para librarse de la molestia de la responsabilidad ante los accionistas. Dell respondió con un post en LinkedIn: “Las actividades requeridas de una empresa pública consumen cerca del 20% y la atención de un director general. Y, francamente, se trata del 20% más molesto”.
Con su compra de EMC, Dell puede haber dado con una fórmula que se adapte a su estilo. Su holding vuelve a Wall Street con la emisión de una nueva clase de seguimiento de acciones. Si bien exigen informes trimestrales, el grueso de los intereses comerciales de la firma se mantienen aislados en una subsidiaria privada. Parece un compromiso apropiado para un empresario que demostró un don para el uso de los mercados financieros a su favor, mientras exige la libertad para hacer las cosas a su manera.
EL CRONISTA