Un escéptico sentado a una mesa del zodíaco

Un escéptico sentado a una mesa del zodíaco

Por Sebastián Ríos
Nunca leí el horóscopo. O, debo corregirme, nunca lo leí en busca de una señal de la que aferrarme para guiar o cuando menos organizar mi existencia cotidiana. Así, jamás sentí interés alguno por leer la sección Dinero antes de pedir un préstamo ni consulté el apartado Amor en momentos de soledad. Es más, las Claves siempre me parecieron frases hechas soltadas al viento, capaces de amoldarse a las necesidades de quien busca en ellas una respuesta.
Pero tiempo atrás me llegó una invitación al ya tradicional Almuerzo del Zodíaco, que desde su inauguración lleva adelante el Intercontinental Buenos Aires para agasajar a periodistas en sus cumpleaños. Era el turno de Aries y la propuesta era atractiva: un impasse a mitad de semana para juntarme a comer con colegas con los que comparto, además del oficio, haber nacido entre el 21 de marzo y el 20 abril.
Como lo sugería el nombre del evento, el almuerzo contaría con la presencia de una astróloga dispuesta a responder todas nuestras inquietudes. Acepté la invitación y me propuse acallar durante el tiempo que durara el encuentro todos los “peros” que me pudieran disparar mis más de 15 años de trabajo como periodista científico.
Así llegué al Almuerzo del Zodíaco, donde me encontré con varias caras conocidas, a las que ahora además de atarlas a un nombre, lugar de trabajo y alguna que otra anécdota compartida, habría de adosarle la etiqueta “ariano”. Pero, ¿qué se supone que comparte la globalmente repartida comunidad de arianos? La pregunta era inevitable, pero a pesar de ser yo uno de los nuevos en este convite la formuló otro colega.
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“Dicen que los de Aries se sienten el centro del universo, pero no”, prologa su respuesta Susy Forte, astróloga a cargo de la velada. “Cada signo está regido por un planeta, y la naturaleza de ese signo tiene que ver con la naturaleza de ese planeta. A Leo lo rige el Sol, por eso se siente el centro del universo. Aries, en todo caso, se siente el universo”, completa y, mientras trato de no interponer ningún comentario astronómico del tipo “eh, pero el Sol no es un planeta, ¡es una estrella!”, Forte prosigue con su conceptualización de mi condición de ariano: “Si hacemos una analogía entre un horóscopo en reposo, o sea el recorrido del zodíaco, y la vida de un ser humano, Aries que es el primer signo corresponde a un bebe recién nacido…”
-¿O sea que somos infantiles por naturaleza? -pregunto, ahora sí en voz alta.
-Son como un bebe, que llega a la casa y cambia la vida de todos -retoma o responde la astróloga-. El bebe no dice “son las 3 de la mañana y tengo hambre”, sino que llora a los gritos. Aries quiere algo y lo quiere ya, llora y no piensa en los demás.
Acá me quedo callado, y mi silencio es un reconocimiento de las infinitas veces que han criticado mi incapacidad para no considerar a mi entorno a la hora de decir o actuar. Me encuentro reflejado aún más cuando escucho decir que somos como el carnero que nos representa. Forte no usa la palabra “cabezones”, sino que apela a la imagen más poética del animal que agacha la cabeza para lanzarse de cabeza contra la pared una y otra vez, hasta abrirse paso al otro lado.
“Esa impulsividad puede ser positiva o puede ser negativa. Muchas veces a Aries le falla el filtro…” Ok, pienso, la próxima vez me escudaré en decir: “Bueno, che, soy ariano, soy como un bebe, ya saben lo que esperar de mí”. Mastico mentalmente esa respuesta, pero me suena facilista, tanto como pensar que lo que digo o lo que hago puede responder a algún tipo de mandato ajeno a mi conciencia, a lo aprendido en mi experiencia de vida o, en todo caso, a lo transmitido en mi crianza. Se me cruza por un segundo la imagen del personaje de la película Derecho de familia, de Daniel Burman, que escena tras escena se descubre en los gestos de su padre.
Pensando en rasgos de familia caigo en la cuenta de que mi hermano también es de Aires y, salvo por el aspecto físico, me cuesta encontrar similitudes de carácter entre nosotros. Ahí, la astróloga introduce un nuevo elemento, uno capaz de dar respuesta a todo cuestionamiento: “Como en todo signo, un ariano puede ser evolucionado o poco evolucionado: un Aries evolucionado va a ser un gran líder, mientras que uno poco evolucionado va a ser un tirano”.
En ese espectro de evolución, pienso, pueden caber todas las posibilidades del carácter humano. Después de todo, ¿un ariano evolucionado no podría aprender a controlar su impulsividad? Pero en ese momento alguien pregunta qué nos depararán este año los planetas y cambia el tema de conversión.
En resumidas cuentas, parece que no hay planetas en posiciones hostiles, así que los arianos podemos respirar tranquilos. Es más, nos alienta Forte, “además del renacimiento anual que implica todo cumpleaños, los arianos están renaciendo en varios sentidos este año. Han tenido muchas posiciones hostiles en los últimos años, y seguramente han tenido que aprender muchas cosas para superarlas, así que este es un momento de mayor madurez. Es una etapa de descubrimiento”.
Forte se dirige entonces a una de mis colegas arianas:
-Seguramente entre 2013 y 2014 tuviste muchos cambios en tu vida; quizá te mudaste, cambiaste de trabajo, ¿no?
-No, hace mil años que laburo en el mismo lugar; tampoco me mudé -dice y se encoge de hombros.
-Quizá cosas más pequeñas -sugiere la astróloga.
-¿Detalles?
-Puede ser que no se haya dado cuenta -acota otra ariana.
-Estaba pensando en eso -asiente Forte-. A veces uno hace un cambio, pero recién se da cuenta al tiempo, al mirar para atrás.
Llegan las cartas de tarot a la mesa, y se nos advierte a los no iniciados que deben tomarse con la mano izquierda (la del corazón) y las piernas descruzadas, para que fluya la energía. Forte recorre la mesa y cada uno toma una carta: salen, entre otras, El colgado, La torre y, de mi mano izquierda, El mago. “El colgado no está ahorcado, como se cree, está colgado de los pies. Lo que la figura indica es que se está detenido en el medio del camino. Es una figura buena -aclara la astróloga a la asustada ariana que extrajo la carta del mazo, profundiza en el significado y pasa a la siguiente carta-. Bueno, La torre.”
-Mmm, no me digas nada, con esa cara, mejor no escuchar -se ataja la dueña de La torre.
-La torre es muy rígida y lleva una tormenta, y la vida dice: lo que no se dobla, se quiebra. Indica que en algo podés estar siendo demasiado inflexible. Quiere decir que algo hay que cambiar para lograr la felicidad: puede ser una carrera, una pareja, un trabajo o una postura?
-Es una especie de seguí participando, volvé el año que viene a ver si te toca otra carta, ¿no? -se lamenta mi colega de La torre. Todos reímos, aunque yo no tanto: todavía no sé qué me deparará El mago. ¿Debería preocuparme?
-El mago es el inicio de algo nuevo. Tiene puesto el sombrero del infinito en la cabeza. Dice que estás en el momento justo para iniciar algo, y para que sea exitoso y dure en el tiempo. Excelente carta -concluye la astróloga.
“Excelente carta”, me digo. Veamos ahora cuáles son las que juega la vida.
LA NACION