Un camino hacia las alturas

Un camino hacia las alturas

Por Maby Sosa
“Bienvenido hermano”, le dice la cacique huarpe, Claudia Herrera a Gustavo Santaolalla, al iniciar apenas el recorrido que dio luz a Qhapaq Ñan, desandando el camino, la serie que se estrenó en octubre por canal Encuentro y que también se ve por la TV Pública.
Con producción del propio Gustavo Santaolalla y la dirección de Andrés Nicolás Cuervo, la serie recorre las siete provincias que lo componen (Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Tucuman, Salta y Jujuy) y concluye en Bolivia para sumergirnos en el legado histórico que dejaron las antiguas civilizaciones de nuestro continente. “¿Qué te pareció que viste?”, pregunta, ansioso por teléfono el productor, desde Los Ángeles.
“Hemos estado muy metidos adentro del tema y parte del asunto era encontrar el lenguaje. No quería hacer el magazine –no porque tenga algo en contra– pero no quería eso del tipo parado diciendo ‘acá está la pirámide’, ‘acá está esto’. No quería hacer un documental supertécnico con un montón de data que terminás de verlo y no te acordás de nada”, completa. “Queríamos hacer algo muy visual y muy sensorial, que lo vieras y te dieran ganas de ir a esos lugares, de conocer a esa gente. Hicimos todo un plan para ver cómo lo íbamos a fotografiar y la verdad es que quedamos muy contentos, nos llevó trabajo llevarlo a un lenguaje distinto a lo que se ve en otros documentales.”
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El trabajo que está dividido en seis capítulos (ver recuadro) es un registro histórico pero también emocional de el Qhapaq Ñan a través de la mirada de sus propios protagonistas que contrasta con el asombro de Santaolalla.
–¿Cómo nace la idea de este proyecto?
–Todo viene enganchado con cosas que tienen mucho que ver con mi historia, con buscar gente vinculada nuestra historia. Desde Ushuaia a La Quiaca siempre tuve ganas de recorrer más nuestro país y poder mostrar otras partes. Había en un principio la idea de hacer la Ruta 40 pero, cuando nos enteramos que el Qhapaq Ñan se había declarado Patrimonio de la Humanidad cerró la idea. Me entusiasmó mucho porque se relaciona con mi vida. Hay una anécdota muy emotiva y es que cruzamos a Bolivia y pudimos ir al lago Titicaca y al Tihuanaco, yo nunca había estado ahí. Cuando llegué me encontré con dos imágenes, que son las imágenes que son dos de las tapas del álbum de Arco Iris, el de Sudamérica que es el hombre pájaro, y la de Inti Raymi que es la de Viracocha. Ver esas imágenes que estaban en mis discos hace tantos años, cuando yo tenía 20, fue también muy lindo. Entonces tenía todos estos enganches.
–¿Por qué “desandando el camino”?
–Empezamos en donde termina el camino. El Qhapaq Ñan es este sistema vial andino de altura, único en el mundo. Esta civilización vivía y hacía la mayoría de sus actividades o todas a más de 2000 metros. El camino a veces llega o pasa los 4000 metros de altura. Pasa que cuando decís Camino del Inca, la gente piensa que es ese camino que une Machu Pichu con el Lago Titicaca. Y no, en realidad, nace en Cuzco y hacia al norte llega hasta Colombia y hacia el sur se divide en dos: una parte va a Chile y la otra a Mendoza pero pasa por siete provincias argentinas. Nosotros comenzamos nuestra serie en Mendoza, o sea desandando. Arrancamos de la mano de los huarpes en Ranchillos, un sitio arqueológico de la mano de los huarpes. Ahí la cacique Claudia Herrera me regaló una pluma de cóndor –que es el ave sagrada para todos los pueblos originarios– con un hilito rojo para que le hiciéramos un nudo con cada persona que me encontrara en el camino. Cuando al final tenía la pluma cubierta, tenía que cruzar y entregarle al referente de los pueblos originarios que es Evo Morales. Un poco lo de la serie tiene que ver con rescatar toda la temática de los pueblos originarios y toda esa percepción tan diferente que tienen del tiempo y del espacio, y de la relación con la naturaleza.
–¿Qué ideas previas tenías y con qué te quedás ahora?
–En realidad, íbamos con bastante inocencia, si bien hubo una preproducción, la gente del CONICET nos ayudó a identificar lugares a los que teníamos que ir o gente que teníamos que encontrar sí o sí. Pero fuimos con un nivel de bastante inocencia como tendría cualquier persona, el rol se cumplía bien porque una de las cosas que queríamos era no tener protagonismo. Me interesaba fundirme con el paisaje y con las personas con las que me encontraba, iba con las expectativas porque sabía que era algo maravilloso pero superó lo que nos podíamos imaginar de estar en esos lugares. Hay sitios de naturaleza que hemos visitado que son impresionantes y que la gente no conoce. A lo que teníamos planeado, lo triplicó lo que en cuanto a expectativa. Íbamos abiertos a que pasara lo que tenía que pasar. Sabíamos lo que no queríamos.
–¿Y cómo fue a nivel físico? Porque estamos hablando de mucha altura.
–Fue muy demandante. Tuvimos viajes de 12 horas, donde no hay nada. Al final había un médico que esperaba por si alguno caía. Yo me llevo muy bien con la altura, no me enfermé nunca, no tuve problemas. De hecho en un momento, corro porque queríamos tener la imagen y la sensación de lo que era correr. Esos lugares estaban recorridos y unidos por los chasquis, unos mensajes que no sólo llevaban data pragmática de todas las cosas si no también tenían algo espiritual en su andar. Me mandé mis corridas arriba de 4000 metros y nunca tuve problemas. Estaba medianamente preparado.
–Tuviste además un encuentro con Evo Morales. ¿Ya lo conocías?
–Nos habíamos visto en París, pero seguramente él no sabía quién era yo. Esta vez nos citaron a las siete de la mañana porque él tiene sus reuniones de gabinete a las cinco. Ese día estuvo reunido de cinco a siete y nos atendió en un principio por un rato. Como se copó tanto con la onda de hablar, se quedó una hora con nosotros. Imaginate que fue un momentazo para mí.
–¿Cómo se hizo el trabajo de guión?
–Lo fuimos estableciendo con el director, Andrés Cuervo con quien se generó un equipo de gente impresionante. Con Andrés éramos una dupla, sobre todo para ver por dónde pasaba la cosa, lo hicimos mucho a partir de la gente con la que nos íbamos encontrando. Hubo un viaje previo de Andrés para identificar las locaciones y a la gente, y de ahí más o menos salió el guion partiendo de la base de ver qué pasa, ver qué ideas había cómo nos comunicaba lo que salía de ahí.
–¿Fue complejo a nivel emotivo?
–Encontrarte con esa gente que tiene una sabiduría tan especial, que tiene otra forma de mirar las cosas. desde otro ángulo, con otro ritmo diferente al nuestro y sobre todo la relación que tiene con la naturaleza. Todo el amor que ellos tienen es para aprender. Sirve para pensar y ver cuáles son los problemas que estamos teniendo con la naturaleza, que hay que volver a ellos y escuchar lo que saben para abordar lo que pasa hoy con la naturaleza.
–¿Te conocían?
–No, no tenían idea. Era irrelevante contarles quién era. Nosotros tratábamos de generar una onda antes de ponernos a filmar. Queríamos que se sientan cómodos y se sientan identificados con lo que pasaba y que ellos lleven el relato.
–Se estrena ahora en la Argentina, ¿han pensado en sacarlo del país?
–Sí, la idea es poder llevarlo al resto de Latinoamérica y después al resto del mundo. En la Argentina es el estreno por la TV Pública y Encuentro pero esperamos llevarlo a escuelas y otros lugares para que todos vean qué es el Qhapaq Ñan.
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