05 Nov Mejor fuertes que flacos
Por Sebastián Ríos
“Mi nutricionista siempre me dice: «Si querés ser flaquita, tenés que dejar de hacer CrossFit», pero yo no busco la delgadez, no quiero ser modelito. Sí quiero estar cómoda y sentirme fuerte para afrontar mi jornada de maestra jardinera y maestra particular, que empieza a las 7.30 y termina a las 20”, dice Florencia Govea Gómez, de 35 años, que en esa búsqueda llegó hace dos años al CrossFit, disciplina que en la actualidad practica cinco días a la semana y que siente ideal para ella. “Soy alta, ni gorda ni flaca, pero tengo los huesos grandes, como mi papá, y quiero sentirme cómoda en mi cuerpo”, agrega Florencia, que reconoce que su actual look de abdominales y brazos marcados no le desagrada: “Está bueno sacarte la remera y estar durita”.
El desapego del ideal de belleza basado en la delgadez extrema y su reemplazo por otro basado en la imagen de un cuerpo fuerte (y sano) hoy se sintetiza en la frase de moda strong is the new skinny -fuerte es el nuevo delgado-, una ecuación que quedó expuesta recientemente cuando la cantante norteamericana Pink fue criticada a partir de las fotos que ella misma publicó antes de asistir a una gala benéfica. En vez de contradecir a quienes señalaban que había subido de peso, Pink defendió su cuerpo “voluptuoso y enloquecidamente fuerte”: “Veo que algunos de ustedes están preocupados por mí a partir de sus comentarios sobre mi peso -escribió en su cuenta de Twitter-. Tengo que admitir que me siento muy bien. De hecho, me siento bella”.
La imagen corporal de Pink -que ella misma difunde a través de redes sociales, donde aparece vestida en ropa deportiva reproduciendo rutinas de gimnasia de su personal trainer- se encuentra lejos del ideal de belleza esquelético cultivado durante décadas. Es la misma imagen que hoy proyectan incluso figuras locales, quienes no dudan en conceder entrevistas mientras realizan abdominales o participan de extenuantes clases de entrenamiento funcional.
Es que en la búsqueda de un cuerpo “fuerte” muchos encuentran un punto intermedio entre dos modelos de belleza que ya no despiertan tanta admiración como antes. “Ni la delgadez de quien cuida su alimentación ni la musculatura exagerada que denota un gran trabajo físico: los dos extremos que en algún momento fueron ideales físicos terminaron siendo íconos de enfermedad (anorexia y bulimia) y abuso de drogas (esteroides y hormonas), lo cual nos llevó a buscar el bienestar de forma natural a través de una alimentación saludable y del ejercicio físico”, comenta Will Vargas, coach de BoostGirls Adidas.
“Hoy se piensa, de manera acertada, que no es posible lograr lo uno sin lo otro. Un cuerpo bien marcado y fuerte es el resultado de buscar salud de manera integral”, completa Will. El interés por un estilo de vida saludable es el que hoy acerca a los gimnasios a una tribu diferente de la que habitualmente solía encontrarse en esos lugares: gente que no quiere un cuerpo de modelo, pero tampoco uno de “patovica”.
“Con el concepto de una buena alimentación, entrenamiento y, por sobre todas las cosas, vida saludable, vemos en el último año personas, principalmente a mujeres, que se suman al concepto de entrenar y alimentarse para sentirse bien y no para verse bien únicamente -señala por su parte Martín Casas, de Tuluka CrossFit-. En todo caso, la parte estética es una consecuencia de estar saludable y tener una buena calidad de vida. La gente realmente quiere sentirse fuerte y saludable, y no sólo aparentarlo.”
Pablo Guida, consultor en administración de empresas de 44 años, destina tres mañanas a la semana a una intensa rutina de actividad física que tiene como elemento central escalar en palestra. “Necesito tener un cuerpo en el peso adecuado y lo suficientemente entrenado como para que responda cuando lo necesito en mi actividad preferida, que es escalar en roca -dice Pablo-. Este entrenamiento genera un círculo virtuoso, que es que entreno para poder disfrutar luego de mi actividad, pero a su vez ese entrenamiento me devuelve mucho desde el punto de vista de la salud.”
“Desde hace años, la gente tiende a entrenar más por salud que por estética”, acota Martín Etchalec, coordinador de capacitación técnica en musculación de Megatlón. Con ese objetivo, a la hora de entrenar, el darle más valor a la masa muscular que al descenso de peso es algo que hoy se observa principalmente entre las personas de 25 a 40 años. “Sentirse fuerte para algunos hombres de este segmento puede ser más importante que lo que diga la balanza. Al sentirse fuertes se ven más saludables, con lo cual entendemos que esta tendencia se encuadra en aquellos que vienen al gimnasio en búsqueda del bienestar más que del bien parecer. Las mujeres, por su parte, buscan verse delgadas pero firmes, sin llegar a que los músculos se marquen demasiado”, precisa Martín.
¿Y qué lugar tiene hoy la delgadez de piel y hueso reproducida durante décadas hasta el hartazgo por generaciones de modelos anoréxicas? “Creo que la delgadez extrema ya no es atractiva, o por lo menos no es lo que la mujer de hoy busca. Para mí lo lindo es tener un cuerpo esbelto, bien formado, que se note fuerte y tonificado”, opina Martina de Nicola, estudiante de 22 años, que tres o cuatro veces a la semana participa de clases de entrenamiento funcional. “Hice muchos tipos de gimnasia antes, pero esta es la primera vez que encuentro resultados, como haber estilizado y tonificado las piernas, sin aumentar de más mi masa muscular”, cuenta.
“Para nosotros, la delgadez es sinónimo de debilidad -dice Martín, de Tuluka-. Nunca buscamos que una persona sea delgada, a lo que apuntamos en el común de la población que se acerca para realizar nuestra actividad es a mejorar su salud y su calidad de vida. ¿Cómo se logra esto en el aspecto físico? Haciendo que la persona no se canse cuando realiza sus actividades habituales, ya sea ir al supermercado, jugar con sus hijos o nietos, o incluso practicar un deporte amateur o profesionalmente. Ahora, si una persona pierde peso y se pone más delgada de lo que vino, buscamos que esa pérdida de peso sea en pos de mejorar la salud y no en detrimento de la misma.”
Ese cuerpo fuerte de formas marcadas, pero no exageradas, en el que se hace visible la anatomía de músculos de dimensiones normales en lugar de la escuálida silueta paradigmática de los 90, responde a rutinas de actividad física que se nutren más de la intensidad que de la interminable rutina necesaria para quemar las calorías, y no pueden pensarse fuera de un esquema de alimentación equilibrado que ya no hace eje en la restricción calórica.
“Las actividades físicas más adecuadas para trabajar el cuerpo de esta forma son aquellas en las que existe un componente de entrenamiento de la fuerza”, precisa Martín, de Megatlón. “Esto puede lograrse con ejercicios en los que haya que vencer la resistencia que ofrece el propio peso corporal o algún elemento externo: mancuernas, bandas elásticas, sacos de arena, máquinas con carga. De todas maneras, el resultado final siempre estará sujeto al tipo de alimentación que haga cada persona. Si al mismo tiempo que se sigue un plan de entrenamiento se descuida la calidad y cantidad en la alimentación, la consecuencia del esfuerzo puesto en la actividad no quedará a la vista”, advierte, y agrega: “Es importante destacar que la fuerza no se entrena únicamente en el gimnasio con aparatos. Hoy hay muchas propuestas de clases grupales (megacross, localizada, entrenamiento funcional) que proponen un desarrollo armónico de la masa muscular y la energía, con actividades muy divertidas, variadas y con distinto grado de intensidad.”
“Consideramos que el CrossFit es la disciplina ideal para trabajar el cuerpo de esta manera -afirma por su parte Martín, de Tuluka-, ya que no trabajamos con los grupos musculares ni buscamos una especificidad dentro de la actividad, sino que apuntamos a mejorar las diez capacidades físicas de las personas: velocidad, potencia, fuerza, resistencia cardiovascular, resistencia muscular, coordinación, equilibrio, flexibilidad, agilidad y precisión. Con esto se logra encontrar el atleta más completo.”
¿Una obsesión por otra?
Pero no todos encuentran en este nuevo modelo corporal el fin de la tiranía del espejo. Sucede que donde antes primaba la obsesión por la delgadez otros hallan una nueva obsesión, tal vez incluso más inabarcable: la del cuerpo sano y la vida sana. “El nuevo tipo de fascismo corporal no sólo tiene que ver con ser gordo o flaco -escribió Roisin Kiberd en The Guardian-. Lo saludable ahora funciona como un hashtag aspiracional, uno quizá más poderoso, autosuficiente y engañoso que lo que nunca fue delgado. Alimentado por una dieta de blogs de salud e imágenes etiquetada como fitspo [abreviatura de fitspiration o cuerpo en forma que inspira], corremos el riesgo de confundir lo que es saludable con aquello que recibe más clics.”
Detrás del hashtag #fitspo es posible encontrar la misma tiranía que la que se encontraba antaño detrás de #thinspo (abreviación de thinspiration o cuerpo delgado que inspira), que no es otra que la tiranía de la imagen, afirma Kiberd: “Mientras que thinspo era la búsqueda de una vida, y (frecuentemente) una muerte, en la que se cambiaba el comer regularmente por cigarrillos, Coca-Cola Diet y se glorificaba la autodestrucción, fitspo asume un tono más moralizante, que regaña tanto como seduce con selfies de gimnasia a las 6 AM y fotos de comidas sanas. El lenguaje puede ser brutalmente reduccionista: tu valor se mide en cómo se ve tu cuerpo”.
Para Mónica Katz, médica especialista en nutrición, el nuevo modelo corporal que abreva de fitspo presenta puntos en común con el modelo de delgadez extrema que reinó hasta no hace mucho. “Aunque el modelo musculoso y fit parezca diferente, ambos imponen reglas rígidas dietarias”, advierte Katz, que cuenta que en la consulta cotidiana recibe “cada vez más gente de peso y forma normal que acude a la consulta prisionera de un ideal tiránico que nunca aprueba el resultado”.
“Creo que el modelo fuerte y fit esconde tanta o más infelicidad corporal que el modelo de la delgadez extrema. Éste sólo impone un peso o talle que al menos son medidas objetivas, mientras que el fit depende del espejo que siempre refleja una imagen distorsionada del cuerpo”, opina Katz. Es que, así como antes parecía imposible vivir sin subirse periódicamente a la balanza, ahora parece igualmente impensable no posar delante del espejo para evaluar el estado de los músculos. Queda pendiente la duda de si, efectivamente, estaremos ante una nueva forma de tiranía de la imagen o si, finalmente, habremos emprendido el camino a la aceptación del propio cuerpo.
LA NACION