02 Nov Los médicos 3.0 de Silicon Valley
Entrar a los consultorios de One Medical en San Francisco es entrar a la medicina 3.0. Están decorados con muebles de diseño, y los pacientes son recibidos con música suave y un té verde. De todos modos, casi no hay esperas: “Reservo con mi smartphone un turno de 15, 30 o 45 minutos, y mi médico nunca llega más de cinco minutos tarde”, dice Holly Goldin, empleada de una firma de software de Silicon Valley. Desde hace poco, Goldin tiene también acceso a un servicio de consultas a distancia, 24×7, para los problemas menores. “La aplicación para smartphone incluye una herramienta de diagnóstico: con sólo responder algunas preguntas, obtengo una receta que rápidamente es transmitida a mi farmacia”, explica.
En cada visita, su médico redacta un informe que se incluye en su historia clínica electrónica, con los resultados de los exámenes. “Acá tengo la impresión de que todo el mundo me conoce”, se alegra Tracy Deluca, otra paciente, que lleva puesto un brazalete electrónico Nike, y no dudó en hacer secuenciar su genoma “para ver”. El paquete le cuesta 150 dólares por año, además del costo de las consultas, cubierto por su seguro de salud. “Esta optimización permite a nuestros clientes economizar entre un 8 y un 10% anual, y recibir mejores cuidados”, afirma Tom Lee, médico y fundador de One Medical.
Creada hace 10 años, la firma cuenta con 35 consultorios en San Francisco, Boston, Nueva York y Chicago y emplea a 200 médicos, entre ellos Leah Rothman. “El uso de nuevas tecnologías nos permite optimizar el tiempo que pasamos con nuestros pacientes y establecer un verdadero intercambio con ellos”, estima esta médica general de 33 años que se sumó a la startup cuatro años atrás. La exitosa One Medical ya lleva ganados US$117 millones, una parte junto con Google (rebautizada Alphabet el mes pasado). En octubre, el gigante de Mountain View también lanzó con One Medical una aplicación para chatear con un médico. En momentos en que las nuevas tecnologías prometen revolucionar la medicina y la investigación farmacéutica, Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft y hasta IBM están haciendo de la salud su nuevo El Dorado, atraídos por un mercado mundial estimado en US$10 billones.
En 2014, Google Ventures, el fondo de inversión del coloso de Internet, destinó un tercio de los 425 millones a su disposición para financiar start-ups del sector. Creado en 2013, su laboratorio secreto California Life Company (Calico) invertirá junto con la farmacéutica AbbVie US$1500 millones en un programa de investigación para “descubrir, desarrollar e introducir en el mercado nuevas terapias para pacientes con enfermedades relacionadas con la edad, incluidas la neurodegenerativas y el cáncer”.
Su división Life Sciencies desarrolla tecnologías para perfeccionar el diagnóstico, seguimiento y cuidado de los enfermos: lentes de contacto “inteligentes” para medir en forma continua parámetros biológicos, nanopartículas para rastrear células cancerígenas, o una cuchara para corregir el temblor de personas con el mal de Parkinson. ¿Un delirio? No para las grandes empresas del sector: la mayor farmacéutica del mundo, Novartis, fue la primera en cerrar un acuerdo con Google hace un año, seguida por Johnson & Johnson y Sanofi.
Google avanza a pasos agigantados, echando mano de los mejores equipos y multiplicando las adquisiciones. “Tenemos por principio hacer trabajar a los científicos en forma conjunta en vías diferentes. No le tememos a la complejidad ni a las cantidades impresionantes de datos que hará falta descifrar para lograr nuestros objetivos”, explicó a Le Monde Andy Conrad, a cargo de Google Life Sciences.
Una mina de información
A 15 minutos del campus de Google, Apple también afila sus armas. Lanzado en 2007, su iPhone es una de las piedras angulares de la medicina 3.0. Sin la revolución del smartphone, One Medical jamás habría tenido el mismo éxito, al igual que FitBit. Esta start-up, que cotiza en bolsa desde junio y tiene un valor de US$7000 millones, es la líder en pulseras electrónicas de monitoreo, con el 85% del mercado en Estados Unidos. Pasos dados, calorías quemadas, tiempo de sueño, frecuencia cardíaca: nada escapa a este rastreador de actividad. Conectado a una aplicación, este coach electrónico ya ha conquistado a más de 20 millones de personas y Apple espera que le vaya igual de bien con su iWatch, lanzado en abril. Esta enorme cohorte es una mina de oro para los investigadores académicos y los laboratorios, porque el seguimiento “en la vida real” a los pacientes se ha vuelto determinante.
Apple lo entendió y lanzó, en junio de 2004, su HealthApp, un panel que centraliza los datos obtenidos por FitBit y otros objetos conectados (balanzas, tensiómetros, glucómetros, inhaladores), pero también por el propio iPhone. Lejos de ser un dispositivo más, esta novedad cobró sentido seis meses más tarde con la salida del ResearchKit. ¿La idea? Transformar el iPhone en una herramienta de investigación médica. Los científicos pueden crear aplicaciones a medida para sus estudios y conectarlas al HealthApp para runir datos.
Entre los estudios ya lanzados con ResearchKit figura “Share the Journey” (algo así como “compartir la travesía”), que apunta a comprender por qué algunas pacientes que sobrevivieron al cáncer de mama se recuperaron más rápido que otras, o también “mpower”, que busca ser el estudio más amplio del mundo sobre el mal de Parkinson. “Con la ayuda de los sensores evolucionados del iPhone, podemos establecer mejor un patrón del asma de un paciente, lo cual nos permite administrarle un tratamiento más preciso y personalizado”, dice Eric Schadt, genetista en el Mount Sinai Hospital de Nueva York.
Facebook trabaja, por su lado, en la creación de comunidades de pacientes, y también en aplicaciones de salud. Microsoft se dotó de un arsenal comparable al de Apple: una aplicación llamada MicrosoftHealth, y una pulsera electrónica, la Microsoft Band. La empresa aspira a hacer la diferencia al utilizar de manera distinta los datos gracias al uso de algoritmos.
CLARIN