Fotografían la “huella dactilar” del cerebro

Fotografían la “huella dactilar” del cerebro

Las huellas dactilares han sido, desde el trabajo pionero del argentino Juan Vucetich, a finales del siglo XIX, el más extendido sistema de identificación de personas. Ese dibujo único es la clave identitaria de cada individuo. Pero existe otro diseño irrepetible en el interior de cada ser, que lo hace único y que es el desvelo de las neurociencias.
Una investigación realizada en 126 personas ha revelado la “huella dactilar” que esconde el cerebro. El trabajo, publicado en la revista Nature Neuroscience, determinó que el conjunto de las conexiones nerviosas puede servir como “código de identificación” de un individuo en relación a un grupo grande de personas. Este entramado, llamado “conectoma”, podría emplearse también para predecir las capacidades individuales de aplicar la lógica y resolver problemas en situaciones desconocidas.
El objetivo de “mapear” las “autopistas neuronales” que atraviesan el cerebro es el gran desafío de la neurociencia. En esa línea, las universidades de Oxford (Reino Unido), Washington y Minnesota (EE UU) lanzaron un proyecto para “fotografiar” con técnicas de neuroimagen el cerebro de 1200 voluntarios. El estudio demostró que es posible identificar a un individuo a partir de su particular conectoma.
El Human Connectome Project nació en marzo de 2013 con la pretensión de conocer en profundidad la conectividad cerebral y comprobar si estas redes influían en el comportamiento humano. El impacto de los factores genéticos y ambientales sobre estos circuitos neuronales era otro de los objetivos de esta investigación.
El estudio de estas fotografías probó que es posible discernir perfiles individuales en relación a los patrones del conectoma. Pero no sólo eso: la “huella dactilar” del cerebro también sirve para predecir comportamientos cognitivos.

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Como señala el estudio, “los perfiles de conectividad actúan como una huella dactilar identificativa, estableciendo que la variabilidad individual en la conectividad es sustancial y reproducible”. Para demostrarlo, el equipo liderado por la neuróloga Emily Finn escaneó el cerebro de 126 voluntarios en seis sesiones separadas en dos días, de forma que el patrón obtenido durante la primera jornada servía para identificar a la persona en cuestión durante la segunda. Los resultados, explicó Finn, muestran que a pesar de que los cambios cerebrales pueden modular los patrones de conectividad, existe una arquitectura funcional intrínseca a cada individuo.
Además de identificar por primera vez esta “huella dactilar”, los investigadores fueron capaces de predecir el comportamiento cognitivo en función del conectoma individual. La red neuronal de cada persona estaría vinculada con su nivel de “inteligencia fluida”, la capacidad de adquirir nuevos conceptos y de adaptarse a situaciones inéditas.
Esta investigación podría servir de base en el futuro para desarrollar auténticos neuromarcadores que mejoraran y personalizaran las actividades educativas y las prácticas clínicas.
TIEMPO ARGENTINO