06 Nov Estrés silencioso: con las tensiones cotidianas, corazones en riesgo
Por Fabiola Czubaj
EL 45% de los argentinos de más de 18 años les preocupa que un ser querido tenga un infarto. Y no es para menos. El estrés acecha de manera sostenida y silenciosa, y los especialistas lo miran con recelo. La angustia y la preocupación por una mezcla de incertidumbre generalizada, tensión social permanente y acumulación de tareas para trabajar más horas y sentir que el tiempo (y el sueldo) no alcanza se cuelan en los consultorios y se traducen en un riesgo cardíaco y cerebrovascular.
“Se está subestimando el estrés”, afirma Roberto Peidro, vicepresidente de la Fundación Cardiológica Argentina. “El estrés agudo puede provocar accidentes cardíacos -agrega-. Y el estrés sostenido, como el de las personas con muchas responsabilidades laborales, pero poco poder de decisión, como las gerencias intermedias, genera incertidumbre y estrés crónico. Esto provoca alteraciones arteriales que pueden llevar a un infarto.”
Cuando el estrés genera ansiedad, angustia, hostilidad o ira es peligrosamente perjudicial. Tanto que una discusión en la calle por una mala maniobra puede provocar una arritmia. O una crisis como la de 2001 puede causar 20.000 muertes cardíacas y 10.000 infartos no fatales más.
Y sólo el “corralito”, esa creación argentina de exportación, multiplicó nueve veces el riesgo de sufrir daños vasculares. Los resultados de estos dos estudios, uno de la Fundación Favaloro y otro del Cemic en un laboratorio “natural” como el país, demuestran cómo las emociones extremas afectan el corazón.
El estudio sobre el “corralito” permitió justamente definir características que aumentan la vulnerabilidad individual: la impaciencia, la sensación de estar contra reloj todo el tiempo, la inquietud sostenida, la competitividad extrema, la persecución constante del logro, el apresuramiento, la hipervigilancia, la agresividad y la ira. Es difícil no reconocerse en alguna en los tiempos hiperconectados que corren.
Por eso no sorprende que la encuesta de Ipsos para el Día Mundial del Corazón, que se conmemora mañana, muestre que al 45% de los argentinos les preocupa que un familiar cercano pueda tener un infarto. En la encuesta, de 1000 casos representativos de la población de entre 18 y 60 años, la salud del corazón apareció tercera en la lista de problemas de salud que más inquietan a los argentinos. Están primero la salud del cerebro y la alimentación, y les sigue la salud visual.
A los hombres y las mujeres los inquietan la hipertensión, el infarto y los problemas de memoria. Al 61% de las mujeres y al 48% de los hombres les preocupa la presión alta, mientras que el 50% de ellas y el 40% de ellos coinciden en su preocupación por el infarto, de acuerdo con las respuestas del trabajo para la empresa DSM.
Los factores psicosociales explican las lesiones vasculares en tres de cada diez personas. Así lo observó el equipo de Fernando Taragano, del Cemic, el estudiar el “corralito”. Con el estudio del equipo de Enrique Gurfinkel, de la Fundación Favaloro y la Universidad de Massachussetts, probaron cómo las crisis económicas matan y causan discapacidad.
La semana pasada, los datos preliminares del Programa Nacional de Alzheimer (PNAz), que dirige Taragano, revelaron que el 13% de los habitantes de tres localidades de Misiones, Córdoba y La Pampa tienen ansiedad y depresión, sin importar si viven en el campo o en la ciudad. “Esto refleja cómo impactan los problemas actuales”, dice Augusto Vicario, miembro del PNAz y cocoordinador de la Unidad Corazón-Cerebro del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA).
Intensamente
Emociones intensas durante un partido de fútbol, un terremoto y un asalto también pueden desatar un problema de salud pública. No se trata sólo de “masticar la bronca” un poquito todos los días. En 2002, investigadores de dos universidades inglesas publicaron en la revista British Medical Journal que el día que la Argentina eliminó a Inglaterra del Mundial de Francia, en 1998, las internaciones por infarto aumentaron un 25% en los hospitales británicos.
Un susto brusco, un divorcio y hasta una mudanza también pueden tener su riesgo. “Morir de un susto no es un mito”, desmiente Peidro, y los especialistas coinciden. Las emociones negativas del estrés, como la angustia o la ira, aceleran el proceso de acumulación de placa en las paredes arteriales (arterioesclerosis).
Carol Kotliar, directora del Centro de Hipertensión Arterial del Hospital Universitario Austral, estudia desde hace varios años la relación entre el sistema inmunológico y la enfermedad cardíaca. “La arterioesclerosis es el precio que pagamos por el mal estilo de vida”, asegura la especialista, que también es directora médica de Santa María de la Salud.
En la revista Clinical Journal of the American Society of Nephrology, publicó con su equipo que el sistema inmunológico tiene un papel clave en la relación entre el estrés y la susceptibilidad a la enfermedad cardiovascular. Lo atribuyen a un desequilibrio en las líneas de defensa del organismo (linfocitos auxiliadores y reguladores) que favorece una respuesta autoinmune, en especial cuando el estrés es sostenido.
“Cuando las abuelas decían: «No te pongas nervioso que te van a bajar las defensas y te vas a enfermar», tenían razón. Sin saberlo, describían este proceso de activación de la autoinmunidad”, señala Kotliar.
Este año, en la Revista Argentina de Cardiología, con su equipo publicó que los hipertensos son más propensos a somatizar que los que tienen presión normal. Lo comprobó con un cuestionario simple. “El hipertenso consulta mucho por dolor de cabeza, inestabilidad y, muchas veces, no encontramos una relación entre el síntoma y la enfermedad. Ahora sabemos que es porque somatiza más -dice-. Si pudiera aplicarse este test antes de hacer tantos estudios, podríamos identificar ese riesgo.”
En Villa María, en un estudio sobre 1366 adultos, el equipo de Vicario y Gustavo Cerezo, del ICBA, observó que la ansiedad y la depresión son más comunes en los hipertensos que en los normotensos. “Estos síntomas anímicos son más frecuentes en las mujeres y en los hipertensos”, dice Vicario.
LA NACION