“En el sexo hoy somos más conservadores que en los ’60”

“En el sexo hoy somos más conservadores que en los ’60”

Por Natalia Páez
Cuando se publicó el libro autobiográfico La vida sexual de Catherine M., que rápidamente se convirtió en un bestseller en Francia, parte de la prensa amarilla se manifestó desconcertada. Es que su autora, la curadora de arte Catherine Millet (1948), no daba con el estereotipo de escritora de libros eróticos. Conocida por ser la directora de la revista Art Press (un mensuario parisino de arte contemporáneo) esta mujer de mirada y voz serenas, de vestir formal, podía ser más una profesora universitaria como las que caminan por los pasillos en La Sorbona que la protagonista de una película pornográfica. Una mujer profesional que gozaba (si cabe el verbo) de prestigio que sin embargo se animaba a contar cosas como esta: “En las partouzes más concurridas en las que participé a partir de los años que siguieron, podía haber hasta ciento cincuenta personas, más o menos (no todas follaban, algunas sólo habían ido a mirar), de entre las cuales podemos calcular que yo acogía el sexo de alrededor de una cuarta o quinta parte, según todas las modalidades: en las manos, en la boca, por el coño y por el culo.” El libro relata desde experiencias con desconocidos hasta sus relaciones amorosas: desde su despertar sexual -en los libertinos sesenta- hasta los años en que fue publicado el libro en 2001. Tuvo tal repercusión que fue traducido a 40 idiomas y vendió más de 3 millones de ejemplares. En Argentina La vida sexual… acaba de ser publicado por Anagrama y se acompaña de otro cuya primera edición, de 2009, fue traducido como Celos: el otro lado de Catherine M., en el que aborda -siempre desde el relato autobiográfico- la relación con su marido Jacques Henric con el que tenía un acuerdo tácito de libertad para vincularse con otras personas. Pero donde los celos, sin embargo, afloran como la más arcaica de las sensaciones. Dentro de la tradición francesa otras mujeres precedieron a Millet, como las enormes Colette o Anaïs Nin que ya habían contado antes sus experiencias sexuales que se salían de las tradiciones.
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Millet acaba de publicarSeis años después de Celos… Una niñez soñada, que todavía no se traduce al español, donde cuenta su infancia y la relación conyugal de sus padres donde existían vínculos extramatrimoniales y que sin dudas también formó su personalidad y su postura frente al mundo sexual y sentimental.
De visita en Buenos Aires y unas horas antes de ser entrevistada públicamente en el marco del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA), Catherine Millet dialogó ayer con Tiempo.
-En el discurso de apertura de FILBA, Martín Kohan, habló sobre la tradición actual de los autores a exponerse, usted lo hizo hace ya 14 años.
-Mi libro se inscribió en la corriente que se llama autoficción que hasta el día de hoy suscita muchos debates. Le voy a contestar algo que es más particular de Francia. En el momento en que yo publiqué mi libro, tanto en la literatura como en el cine, muchas mujeres se estaban animando a hablar de esto. Por ejemplo Catherine Breillat, la cineasta.
-Usted se tomó fotos desnuda mucho antes de la era de las selfies y esas fotos suscitaron reacciones diversas. Usted llegó a decir “Es mi cuerpo, no soy yo.”
-“Mi cuerpo no soy yo” se refiere a que lo que los otros ven allí, en esas fotos. A las interpretaciones de la imagen. Y una misma imagen, en este caso mis fotos desnuda, suscitaban reacciones opuestas. Recibía mensajes de hombres que me decían que yo era muy bonita y que querían saber si podían salir conmigo. Y a la vez otros mensajes muy agresivos de hombres que decían que yo era fea y no les gustaba mi forma de hablar sobre la sexualidad. De modo que mi cuerpo no soy yo, no estoy atrapada en él. Ni tampoco soy lo que los demás ven en él, estoy en otro lugar.
-¿En su literatura sí logra ser usted misma?
-Sí, en la literatura sí. Es donde intento llegar a la verdad, mi objetivo. Elijo el tono autobiográfico e inclusive he llegado a contrastar mis propios recuerdos de algunas situaciones con lo que recuerdan personas que estaban conmigo para tratar de ser fiel a los hechos. Para buscar exactitud.
-¿Por qué es difícil escribir buenos libros eróticos?
-Si hay que hablar de la propia sexualidad, es difícil ser honesto. Muchas veces nos contamos a nosotros mismos muchas mentiras sobre nuestra sexualidad. Tengo la convicción de que en este plano las mujeres nos engañamos menos que los hombres. Si uno se refiere más al plano de la escritura mi dificultad fue encontrar el tono justo para decir las cosas pero sin chocar. No quería chocar con los lectores que me imaginaban o no tenían la misma sexualidad que yo. Cuando me preguntan el porqué de mi estilo tan distanciado, mi respuesta era “para no comprometer al lector”.
-Entre los años ’60 y 2001 hubo cambios tecnológicos importantes, pero los vínculos amorosos no parecieran haber cambiado tanto.
-Siempre hay un gran desfase entre el discurso que tenemos en sociedad, donde se supone que hoy somos más libres que antes, inclusive hay herramientas para vincularse sexualmente desde los teléfonos celulares, aplicaciones para encontrarse a tener sexo con otros y satisfacer el deseo. Sin embargo, hay un desfase cada vez más importante entre la percepción de la sexualidad por la sociedad y la manera en cómo la vivimos. Las mujeres jóvenes tienen un discurso muy explícito, incluso el vocabulario que emplean. Peor por ejemplo respecto de la pareja, el amor, son más inocentes que en mi generación. Somos ahora más conservadores que en los 60. Éramos más libres entonces.
-Se está hablando de poliamor, una filosofía en la que los participantes de común acuerdo mantienen relaciones con otros.
-Pues eso a Francia todavía no llegó, no al menos en forma masiva. Hasta los franceses tenemos cosas que aprender sobre el amor (risas).
-¿Es consciente de que si escribiera un libro de la vida sexual después de los 50 sería un bestseller?
-Sí, y me gustaría mucho hacerlo. No se habla de vidas sexuales plenas en determinada edad, de una forma abierta. Tampoco de relaciones homosexuales. El sexo en las personas mayores sigue siendo un tabú, claramente.
-Pareciera que es más fácil tener una relación abierta que escapar de los celos. ¿Lo ve como en contradicción?
-Sí. El haber tenido una filosofía liberal no me preserva del sentimiento de los celos porque es un sentimiento muy arcaico, muy arraigado en el ser humano y difícil de controlar.
TIEMPO ARGENTINO