29 Nov El murmullo de la selva
Por Giorgio Benedetti
Cientos de ríos y cursos de agua, algunos más anchos y otros más angostos, van surcando la espesura misionera hasta precipitarse en las majestuosas caídas de las cataratas. Entre ellos se expande una vegetación profusa de enredaderas que buscan la luz trepando hacia las copas de los árboles y miles de aves coloridas que aportan la armonía perfecta a los sonidos de la selva. La flora y la fauna viven y se expresan.
Se sabe que las Cataratas del Iguazú encarnan el más afamado de los atractivos misioneros y uno de los más conocidos en toda la Argentina.
Está considerado Patrimonio de la Humanidad desde 1984, y suma 66.148 hectáreas que desde 1934 conforman el Parque Nacional Iguazú, situado al norte de Misiones. Allí todo es selva, y la fauna salvaje convive entre más de 2.000 especies de vegetales y el caudal del río Iguazú que transcurre entre unos 275 saltos y finalmente llega a caer desde más de 70 metros de altura.
En las cataratas, el espectáculo de mayor majestuosidad es la Garganta del Diablo, formada por un semicírculo de 200 metros de ancho donde las aguas generan un estruendo imponente y un vapor que suele mostrarse con los colores de múltiples arco iris.
Este panorama puede disfrutarse en toda su dimensión desde menos de 50 metros de distancia, saliendo embarcado desde Puerto Canoas.
Otra buena chance para los amantes del turismo aventura es el paseo náutico que recorre seis kilómetros a través de los rápidos del Iguazú inferior, llegando al pie de los saltos para realizar el tradicional “Bautismo de las Cataratas”.
Descubriendo la naturaleza
La ruta 14 que se dirige hasta San Pedro conduce a la intrincada frondosidad del Parque Provincial La Araucaria. Desde aquí puede tomarse la ruta Provincial 17, que une las localidades de Eldorado y Bernardo de Irigoyen en un trayecto muy accidentado y de pendientes pronunciadas. Allí, escondido entre arroyos y tierras coloradas, se halla La Alegría Lodge, un establecimiento muy confortable en un ambiente rústico con cabañas de madera, que descansan serenas entre el aroma de las orquídeas y la sombra de altas palmeras.
Luego, una buena chance es emprender rumbo hacia el oeste; la Ruta 17 lleva a la localidad de Wanda, donde vale la pena parar en alguna de sus tiendas para dejarse tentar por las formas y colores de las piedras semipreciosas locales.
Vale destacar que cerca de las cataratas abren sus puertas varios complejos eco-turísticos, cuyas características han sabido cuidar tanto el aspecto estético como la necesidad de minimizar cualquier tipo de impacto negativo sobre el medio ambiente.
Dos de ellos son el Yacutinga Lodge y la Posada La Bonita, ambos rodeados de agradables bosques en un entorno natural inimaginable. Cerca de ellos, el denominado Refugio de Vida Silvestre provee protección a varias especies en vías de extinción, como el Jaguar sudamericano, el Tapir, el Ocelote y algunas aves seriamente amenazadas. Las 570 hectáreas de la reserva se encuentran rodeadas por el Parque Nacional Iguazú, y junto a sus límites corre el río del mismo nombre. Allí, las actividades ecoturísticas incluyen bird watching, caminatas de interpretación y recorridos en lanchas por los brazos del río Iguazú.
En estos sitios, lo primero que hay que hacer es tomar alguno de los numerosos senderos que esperan para descubrir los detalles de esa exuberancia animal y vegetal, formada por alrededor de 500 especies de aves y otras tantas de roedores y mamíferos, moviéndose en un escenario de profundos verdes y formas inesperadas.
Árboles ancestrales, plantas medicinales, orquídeas, mariposas, escarabajos y mamíferos se conjugan para brindar un espectáculo inolvidable. Y si la experiencia parece increíble, sólo hay que esperar a la noche, momento en que los guías conducen a pantanos cercanos, donde es posible ver anidar a los tucanes con las últimas luces del día, hasta que lechuzas y búhos comienzan su actividad.
La humedad produce vida y es en estas aguadas donde la selva es más rica, especialmente después del atardecer.
EL CRONISTA