El fantasma del número cero

El fantasma del número cero

Como es lógico, en los últimos meses nos tocó asistir a un repiqueteo de propaganda política y a reclamos de ONG, asociaciones y grupos de interés que pidieron definiciones a los candidatos. ¿Qué piensan hacer para reducir la mortalidad materno-infantil? ¿Y para evitar el embarazo adolescente? ¿Qué agenda impondrán para la niñez? ¿En derechos humanos? ¿En educación?
Los científicos, que contra lo que suele pensarse no viven en un universo paralelo ni están ausentes de las alternativas de un cambio de gestión que puede afectar no sólo el rumbo de sus investigaciones y de su carrera, sino también las potencialidades del país, tampoco permanecen al margen. Hay inquietud por cambios que pueden poner en riesgo logros adquiridos. A mi escritorio llegaron por lo menos tres documentos que hacen un balance de lo realizado y propuestas para el futuro.
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Para tratarse de un país en el que reina el desacuerdo en tantos temas, encontrar muchos puntos de contacto entre ellos es una sorpresa. Con las diferencias que cabe esperar, la coincidencia más notoria es que hay que sostener el esfuerzo para que sus frutos se multipliquen. También se advierten visiones similares sobre varias de las estrategias deseables para seguir avanzando.
“A lo largo de esta década de gestión se construyó una formidable plataforma de investigación y desarrollo de capacidades tecnológicas, puesta ahora al servicio de nuestro aparato productivo”, dice el grupo Cytar (Ciencia y Tecnología Argentina, cytar2015@gmail.com ), compuesto por Eduardo Arzt, Fernando Goldbaum, Diego Hurtado, Alberto Kornblihtt, Águeda Menvielle, Fernando Pitossi, Gabriel Rabinovich y Alejandro Vila.
El país “está en condiciones de realizar progresos significativos en el desarrollo basado en el conocimiento (…) pero necesita de una política de Estado que preste continuidad a las acciones que se realizan con este fin”, dicen los firmantes de EPAC (Encuentro Permanente de Asociaciones Científicas, que agrupa a 30 instituciones, http://bit.ly/1GyI2q2), Carlos Abeledo, Eduardo Charreau, Francisco de la Cruz, Juan Carlos del Bello, Mario Lattuada y Mario Mariscotti.
Entre otras cosas, los primeros destacan la creación del Ministerio de Ciencia, el aumento del presupuesto, los casi 200.000 m2 sumados a la infraestructura científico-tecnológica, el crecimiento de la planta de investigadores y becarios, la repatriación de científicos, el impulso a la transferencia de conocimiento, la creación del Polo Científico, de la Fundación Sadosky, de centros de investigación en provincias distantes…
Los segundos subrayan: “Necesitamos un país que se apoye en la ciencia y la tecnología, y no un país que apoye a la ciencia y la tecnología”, e instan a buscar “un consenso lo suficientemente amplio como para que supere (…) los mandatos ejecutivos, que sólo perduran por cuatro años”.
En un ambicioso estudio, la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba analizan el estado de esas disciplinas (http://bit.ly/1W7bbGI) y recomiendan reeditar programas de becas de formación posdoctoral en el extranjero, complementados con otras de reinserción que garanticen la instalación de laboratorios y financiamiento para el inicio de la carrera de jóvenes investigadores, formar recursos en áreas de vacancia, y mejorar y modernizar la enseñanza de estas ciencias en la escuela secundaria.
Todos subrayan que hay que preservar los equipos que se ocupan de programas en marcha, y convertir las buenas iniciativas en una política de Estado cuyas metas se evalúen periódica y rigurosamente. Pero destacan que queda mucho trabajo por delante.
En febrero de 1676, Newton le escribió una carta a Robert Hooke, uno de los creadores de la Royal Society, en la que incluyó una frase que se haría célebre: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado en los hombros de gigantes”. Desde entonces suele repetirse cada vez que se quiere subrayar la importancia de aprovechar los aciertos de los que nos antecedieron. Otra frase, atribuida alternativamente a Edison y a Picasso, asegura que el genio está hecho de un 1% de inspiración y un 99% de transpiración. Sea quien sea el ganador de los comicios de pasado mañana, ojalá tenga en cuenta estas premisas para que, en ciencia y en otras áreas, sigamos escalando y no volvamos al casillero cero.
LA NACION