04 Nov El escritor que vino de Italia a enriquecer la literatura argentina
El lunes a la madrugada, a los 77 años, murió en Buenos Aires el escritor y periodista Antonio Dal Masetto. En esa Buenos Aires que fue la protagonista de parte de su obra en libros como Gente del Bajo. Había nacido en Intra, Italia, en 1938, y llegó con su madre y su hermana a los 12 años en 1950. Su padre había llegado antes, a la ciudad de Salto, en la provincia de Buenos Aires, donde finalmente se instaló toda la familia. En Salto, Dal Masetto aprendió el castellano leyendo libros en la biblioteca del pueblo. Durante su juventud trabajó como albañil, heladero, empleado público, vendedor ambulante, pintor, y también ayudaba a su padre, que tenía una carnicería. “Yo el mar no lo había visto nunca. Para mí el mar estaba en los libros de Salgari. El mar era el Corsario Negro, era el Corsario Rojo y el Corsario Verde y la hija del Corsario Verde. Todos los corsarios. Surcar el mar era eso. Y los libros también eran eso. A los doce, trece años era un chico que tenía mis conflictos y mis dudas y mis grandes confusiones. Me estaba formando y además estaba aprendiendo y tratando de asimilar y combatir frente a las dificultades que se me presentaban por este lugar nuevo que desconocía. Había algo en mí que era imposible de comunicar a otro porque era únicamente mío”, dijo. Escribió cuentos y novelas. Dos de ellas fueron llevadas al cine: Hay unos tipos abajo, dirigida por Emilio Alfaro y Rafael Filipelli, y Siempre es difícil volver a casa, con dirección de Jorge Polaco.
El año pasado fue reconocido con el Premio Konex de Platino en el rubro “Novela: Período 2011-2013”. Su obra se enmarcó en su propia situación de inmigrante. Si bien Dal Masetto pertenecía a la generación de Abelardo Castillo y Ricardo Piglia –quien fue su editor en los 80 posdictadura–, Dal Masetto no encajaba ni en la tradición de El escarabajo de oro ni tampoco en los cánones teóricos de la narrativa con reflejo académico. Por amistad podía estar más cerca de la obra de Osvaldo Soriano, o de Miguel Briante a quienes, además de homenajear con una novela, los incorpora como personajes en cuentos. Sin embargo, se distancia de ellos al tocar el tema del desarraigo sin perder su mirada de extranjero.
Fue parte de la última oleada de inmigración europea después de la Segunda Guerra Mundial. A los 18 años, se mudó a la Ciudad de Buenos Aires, donde se convirtió en protagonista de la vida cultural y bohemia, sobre todo del Bajo porteño desde fines de los años sesenta, una atmósfera que también plasmaría en su obra.
Por esos años, publicó Lacre, su primer libro de cuentos que, en 1964, recibió la primera mención en el concurso Casa de las Américas de La Habana. Un año después, con su primera esposa, se mudó a Bariloche, donde trabajó como pintor de casas, una experiencia que narraría más tarde de regreso a la capital con la publicación de Siete de oro, su primera novela.
En 1969, en esta ficción -que abre una etapa de la literatura argentina- delinea las características del autor en toda su profundidad y amplitud: el relato duro, ceñido, la precisión de las descripciones, el sentido del montaje y la sucesión de escenas. Allí explora con intensidad los escenarios rumbosos del realismo y las señas de identidad generacional impuestas por una manera de ser joven.
“Siete de oro es muy autobiográfica; todo lo que ocurre ahí- sucedió en la realidad, tanto el viaje como ese mundillo con el que el personaje se encuentra en Bariloche, ciudad que evidentemente no se nombra. Yo viví tres años en Bariloche, del ’65 al ’68, fui de paracaidista, de aventurero”, dijo en una entrevista Dal Masetto.
El exilio y el desarraigo fueron explorados en Oscuramente fuerte es la vida y La tierra incomparable, que ganó el Premio Biblioteca del Sur en 1994, dos obras que junto a Cita en el Lago Maggiore constituyen una trilogía dedicada su Italia natal, su madre y su infancia.
Entre sus libros, publicados en España, Italia, Francia, Alemania, Suiza e Israel y compilados por Página/12 -diario del que fue asiduo colaborador y cuyas contratapas fueron también piezas literarias- y por la editorial Ateneo, están Crónicas argentinas, Bosque, Demasiado cerca desaparece, Hay unos tipos abajo, Tres genias en la magnolia, Fuego a discreción, El padre y otras historias y Gente del Bajo.
En 2014 Sudamericana publicó Imitación de la fábula, donde retoma la temática del viaje para construir la historia de un hombre que repentinamente decide adentrarse en un bosque patagónico en búsca de algo que no puede definir y que será, a su vez, un recorrido por su propio pasado.
“Mi forma de acceder a la escritura es a través del desorden, no tengo otra manera de acercarme a un proyecto literario. El desorden me da libertad. No tengo obligaciones ni estructuras, entonces tiro material y después de abundar mucho en ese desorden, viene un paso posterior de ordenamiento. En mi cabeza la escritura tiene mucho que ver con la arquitectura. Cuando imagino un texto lo pienso desde el punto de vista estructural, como un edificio: para que sea coherente, bello y sólido tiene que estar bien armado; un texto está sometido a las mismas leyes”, deslizó en una entrevista con Télam el año pasado.
“El viaje -agregó- es la historia, sin viaje no hay historia: La Odisea, Moby Dick, Verne, Salgari, las grandes historias son sobre viajes. El viaje está incorporado en la vida del ser humano, esto lo sabemos, todo el tiempo estamos viajando hacia alguna parte. En casi todos mis libros está el tema del viaje”, declaró quien se definió a a sí mismo como un “escritor espía”.
Poco sociable pero de amigos firmes, caótico y metódico a la hora de estructurar su trabajo, marcado por el desarraigo pero anclado en una porteñidad que también definió su obra, Dal Masetto delineó un universo autobiográfico, donde interpelaba sus vivencias y dejaba huellas personales que atraparon a miles de lectores. “En mis novelas siempre reflejo el mundo que viví-, el mundo que le tocó a mi generación tal como yo lo veo; un mundo complicado, espantoso en cierto sentido”, contó Dal Masetto hace poco. Un mundo que ahora lo ve partir.
“Antonio tuvo un año muy malo con problemas cardíacos”, dijo Diego Mileo su agente y amigo ayer a la agencia Télam. Murió por un infarto. Mileo lo describió como “una persona de una rectitud increíble, una sobriedad notable y una capacidad de trabajo grande. Pero sobre todo era una gran escritor, que fue traducido a diez idiomas”. Según su propia decisión y de acuerdo a la informado por su agente, no hubo velorio y sus restos serán cremados y depositados en el cementerio de la Chacarita. Deja también un legado literario. En diciembre Penguin Random House publicará la novela breve Crónica de un caminante.
TIEMPO ARGENTINO