27 Nov ¿A quién le importa el ISIS y la guerra en Siria?
Por Marcelo Cantelmi
Si se imaginara un ejemplo perfecto de hasta qué extremo no existe coordinación o hasta interés en la lucha contra el ISIS o respecto al destino de Siria, el ataque turco de este martes a un caza ruso lo exhibiría con claridad. Es débil el argumento de que la multitud de flotas de guerra que operan en ese espacio, desde Estados Unidos a Francia, y un racimo de potencias del Golfo, justificaría el riesgo de estos incidentes.
Todos los registros satelitales confirmarían que el avión del Kremlin superó varias veces la frontera turca y recibió numerosas advertencias como denuncia ese país. Pero también es cierto que el caza no era amenaza alguna para Turquía. Hay mucho más que el celo de Ankara por preservar su espacio nacional en este gravísimo episodio. Resultaría más bien un escarmiento que cuaja con la lógica turca decididamente contraria a la defensa del dictador Bashar al Assad que ejerce Moscú. Pero, además, por una cuenta sencilla: si se debilita el terrorismo del ISIS y los demás grupos que combaten en ese terreno, se fortalece el frente kurdo, el enemigo prioritario para Ankara. Esas visiones contradictorias bloquean cualquier acuerdo estrategico entre esas potencias.
Vladimir Putin, quien entiende el poder del mismo modo autoritario que su colega turco Recep Tayiip Erdogan, ha venido bombardeando Siria sin discriminar los blancos. El sitio donde estaba actuando el avión ruso derribado, una zona tomada por los rebeldes y organizaciones competidoras del ISIS, confirma ese juego múltiple del Kremlin. Putin defiende que primero se debe acabar con la guerra para luego discutir una transición en la cual el presidente ruso demandara un lugar electivo. De ese modo preserva sus bases en el país árabe y el lugar de poder de su aliado Irán a cuyo patio trasero pertenece Siria.
Los atentados en París hace dos semanas -apenas luego del derribo a fines de octubre del avión civil ruso en el Sinaí- cambiaron la proyección del tablero. Desde entonces el Kremlin y el gobierno francés se han acercado como nunca antes para emprender un golpe común contra la banda terrorista que efectivamente podría alcanzar por primera vez mejores resultados que los vistos hasta ahora. Hace pocos días Putin acordó con su colega François Hollande que las operaciones en el país árabe se realicen en coordinación con el portaaviones Charles de Gaulle en el Mediterráneo.
El mandatario francés, en un discurso a su país, elevó al mismo tiempo, la jerarquía de Rusia en este conflicto y advirtió que el enemigo principal es Daesh, citando al ISIS por su nombre árabe. Con esos gestos corrió a un segundo plano la demanda hasta hace poco persistente de París por acabar antes que nada con la dictadura de Damasco. Al mismo tiempo, abandonó también la dura crítica que Francia venía lanzado junto a casi toda Europa contra las operaciones militares rusas. Se trataba del inicio de una alianza mucho más consistente para golpear a la banda dentro de la estrategia arrasadora de Rusia. A partir de ese momento, el cambio se advirtió en los golpes sin precedentes sobre Raqqa, la capital siria del califato.
Pero, ahora el incidente del derribo del avión por parte de Turquía abre un enorme interrogante sobre el destino de ese arenero. Sucedió, además, en momentos que Hollande se reunía con Barack Obama para intentar involucrar a EE.UU. de un modo más decisivo en la alianza militar que el francés, apremiado por las circunstancias, está construyendo.
Turquía es un miembro poderoso de la OTAN cuyo articulado exige un compromiso de acción común de todos los integrantes contra cualquier agresión externa. Es lo que buscaría cimentar Erdogan a partir de este episodio. El ideal sería presionar a Rusia a través de la alianza atlántica para obligarla, a partir de sus propios errores, a apartarse y perder así la ventana de oportunidad que el Kremlin obtuvo en esta crisis para recomponer sus relaciones con Occidente. De ese modo turquía mantendría a salvo el status quo. Se debe recordar que cuando ese país comenzó a bombardear Siria, lo hizo tras comprobar que las operaciones occidentales habían debilitado al ISIS permitiendo a los kurdos afirmarse en la frontera con Turquía. Es por eso que Putin revolea su furia acusando a “los socios del terrorismo”.
La síntesis que deja este nuevo capítulo es el de la parálisis. Si estas contradicciones siguen en el primer plano no hay forma de resolver la guerra en Siria, ni la amenaza del ISIS, convertidas en cuestiones apenas colaterales de las luchas entre los poderes de la región.
CLARIN