30 Oct Viggo Mortensen: “Los premios son un negocio aparte”
Por Nicolás Peralta
Intriga, romance, cigarrillos y tragos por doquier, y todo el glamour de una década. Eso representa, tanto en el guion como en la estética, De amor y dinero, la película protagonizada por Viggo Mortensen que es una adaptación de un libro de Patricia Highsmith, maestra del género, titulado Las dos caras de enero.
Ambientado en 1962, el film cuenta la historia de una pareja formada por Chester MacFarland (Mortensen) y la bella Colette (Kirsten Dunst) que recorre Grecia. En medio de una visita a la Acrópolis conocen a Rydal (Oscar Isaac), un joven estadounidense que habla griego y trabaja como guía turístico. Atraído por la belleza de Colette e impresionado por el dinero de Chester, Rydal acepta encantado una invitación a cenar, lo que le lleva a implicarse cada vez más en unos acontecimientos de los que no podrá liberarse. “Era un guion atractivo desde el comienzo”, confiesa a Tiempo Viggo, el actor más argentino de Hollywood –vivió en nuestro país de chico– y uno de los más solicitados por los directores de todo el mundo.
Viggo, entre los más de 50 largometrajes que se le contabilizan, trabajó con muchos de los grandes: una de sus primeras interpretaciones destacadas fue en Carlito’s Way de Brian Di Palma, estuvo en tres películas de David Cronenberg (Una historia violenta, Promesas del este, Un método peligroso), y en la trilogía de Peter Jackson, El señor de los anillos, lo que lo catapultó a la fama mundial y le dio la capacidad de elegir sus trabajos con mayor holgura. “Tengo la suerte de poder hacer lo me gusta, sin pensar en si será o no un éxito”, dice.
–¿Cómo fue la experiencia en el set de esta película?
–Rodamos a comienzos de otoño en Creta, Atenas y Estambul, así que fue lindo poder estar en sitios tan exóticos. El rodaje en sí fue ambicioso, especialmente pensando que se trataba de una ópera prima de Hossein Amini como director, pero él estaba muy bien organizado y contábamos con un extraordinario equipo técnico, así que la cosa salió bien.
–¿Y el trabajo con Kirsten Dunst?
–Es muy cariñosa y profesional, y tiene muy buen sentido del humor. La verdad es que fue fácil. Ella consiguió encajar perfectamente en la época de 1962 con su aspecto y su comportamiento haciendo de Colette McFarland. Me gustó su manera de construir su personaje, quedó muy natural lo que hizo.
–¿Qué fue lo que más hizo énfasis Hossein Amini a la hora de dirigirte? ¿Qué es lo que logró sacarte como actor?
–Colaboramos unos dos años antes de conseguir poner en marcha la producción y poder rodar, así que ya nos entendíamos bien antes de irnos a Grecia. Él me ayudó a enfocarme en la época, a construir el personaje de Chester McFarland. Hablamos bastante de ciertos prototipos norteamericanos de la post-guerra, y mucho de películas del género “film noir” o llamado cine negro de los ’40 y ’50.
–¿Leíste la novela de Highsmith? ¿O algo de la autora?
–Me gustan las novelas y los cuentos de Highsmith. Ella es una escritora bestial; casi todos sus personajes son perdedores, gente insegura y a veces cruel. Son hombres y mujeres hechos a medida para el cine negro.
–¿Con qué criterio elegís las películas en las que participás? Qué debe tener un guion para seducirte?
–Que me parezca un guion que bien podría terminar siendo una película que a mí me gustaría ir a ver.
–Como actor, ¿cuáles son los mayores desafíos a los que podés aspirar?
–Aspiro a aprender cosas nuevas, cuentos y personajes que me puedan enseñar cosas distintas e inquietarme. Superando el miedo a lo desconocido es una manera de intentar crecer como artista.
–¿Juzgás a tus personajes por sus acciones?
–No. Siempre intento aprender a quererlos para poder entenderlos y encarnarlos con fidelidad, dándoles vidas tan complicadas como la de cualquier ser humano real.
–¿Cuál sentís que es tu rol social? ¿Reflexionás sobre la importancia de tu actividad laboral?
–No reflexiono mucho sobre eso. Mi rol social es intentar tratar bien a los demás y al medio ambiente. Con eso ya tengo aprendizaje y desafíos para toda la vida.
–¿Pensás a veces en que tus películas se ven en todo el mundo? ¿Tener una audiencia mundial te pesa?
–No pienso en eso. Pienso que tengo suerte, eso sí, pero el trabajo lo hago sin pensar en entretener. Lo hago para ayudar a contar de la mejor manera posible cuentos para el cine.
–¿Aspirás a un Oscar? ¿Te importan los premios?
–No. Lo de los premios es, generalmente, cosa de la suerte y de la promoción, un negocio aparte. Nunca ganar un premio te va a convertir en mejor artista. Si te llegan, bien. Si no te llegan, tampoco es tan importante. Son un lujo y, a veces, un grato acontecimiento que en el fondo muy poco tiene que ver con el laburo del actor.
–¿Cómo se maneja el ego en una profesión de tanta exposición y relación con el público?
–Tratando a la gente que te rodea con todo el respeto posible, como en cualquier oficio, y trabajando de manera colectiva para contar bien los cuentos de cine.
–Volviendo a tu personaje tiene algo de paternal y protector por sobre los demás personajes. ¿Hay algo de eso en vos en la realidad?
–En el trío de la peli mi personaje es el que más años tiene, así que es lógico que tenga un lado pseudo-paternal. Aparte de eso, yo siempre he intentado cuidar a mis compañeros de rodaje, sin importar la edad que tengan, y espero siempre tener la buena suerte de que me cuiden a mí también.
–Es una película clásica de acción detectivesca, no sólo en el sentido estético sino en la forma de narración ¿Te parece? Tiene algo de la lucha por amor, y celos…
–Tiene todas esas cosas. Es un cuento sobre mentirosos y tramposos, gente desesperada. Como en cualquier película del cine negro, todos los personajes mienten y pierden al final. ¡Es lo que hay!
–Hablame un poco de tu vida acá. ¿Qué es lo que más te gustaba de la Argentina?
–Esa es una pregunta gigantesca, que puede tener una respuesta tan larga como una novela de Tolstoi. Te puedo decir en breve que tengo muy buenos recuerdos de mi infancia, y que para mí siempre es un placer volver a la Argentina. Es tierra mía, con una cultura que entiendo y extraño.
–El año pasado se estrenó Jauja, la película que protagonizaste bajo la dirección del argentino Lisandro Alonso. ¿Cómo evaluás esa experiencia?
–No hay nadie como Lisandro. Me encantó trabajar con él. Con Ana Piterbarg también, cuando rodamos su ópera prima Todos tenemos un plan. En realidad no busco ni pienso en directores a la hora de aceptar un reto como actor. Pienso en algo que me desafíe como actor.
–¿Y hacia adelante cómo te ves? ¿Pensás en tu carrera a futuro?
–No pienso mucho en el futuro. Me gusta la cita de Albert Camus que dice “la verdadera generosidad para con el futuro consiste en entregarlo todo al presente”.
–¿Vivir muchas vidas a través de tus personajes hace que aprecies la que te tocó en verdad?
–Encarnar a tantos personajes diferentes me ayuda a permanecer abierto a la posibilidad de cambiar de punto de vista, a veces radicalmente, a preguntarme con frecuencia si lo que pienso y hago está bien o podría –quizá debería– ser de otra manera. Eso me parece más sano de lo que normalmente nos pasa con la edad, un buen arma contra la inflexibilidad y la entropía mental, una manera de vivir más parecida a la de los niños.
TIEMPO ARGENTINO