Vidondo: el doctor del ring

Vidondo: el doctor del ring

Por Andrés Vázquez
Parece un gigante escapado de un cuento. Su cara redonda, de sonrisa amplia y ojos chiquitos, denota a un tipo bonachón. Sus músculos no están perfectamente marcados, pero sí bien repartidos en la imponente humanidad de 120 kilos y 1,96m. Las manos grandes, esas con las que pensaba (y piensa) revisar pacientes y hoy tallan su destino, intimidan. Su historia es una rara parábola entre lo que pudo ser hace un tiempo y lo que es. A los 38 años, y con apenas tres materias pendientes para recibirse de médico en la Universidad Nacional de Rosario, Matías Vidondo está ante la chance más importante de su peregrinaje deportivo: mañana, en el Madison Square Garden, enfrentará al cubano Luis Ortiz por el título pesado interino AMB, con el objetivo de convertirse en el primer sudamericano campeón del mundo en la máxima categoría. La pelea será el semifondo del combate entre el kazako Gennady Golovkin y el canadiense David Lemieux (televisará Space). “Esta oportunidad justifica que haya dejado stand by la carrera de medicina. Muchos no lo entienden, pero lo que más deseo hoy es la gloria deportiva; después retomaré mis estudios. Me tengo una confianza ciega para derrotar a Ortiz y hacer historia”, comenta Vidondo, en charla con La Nacion.
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El caso Vidondo no tiene conexión con los típicos del ambiente de las narices chatas. Criado en el seno de una familia neuquina de clase media, constituida por papá Roberto (empleado bancario), mamá Mabel (ama de casa) y sus hermanos Andrea (odontóloga), Gonzalo (traumatólogo) y Ana Paula (bancaria), Matías comenzó a boxear casi por casualidad, a los 28 años; eran tiempos de una incipiente obesidad -tenía colesterol alto-, en los que ser traumatólogo era su objetivo. Sin embargo, recién a los 33 años se animó a sacar la licencia de profesional. “Siempre tenía la pasión por el boxeo, pero mis viejos nunca me habían dejado pelear por los preconceptos y porque es un deporte duro. Pero cuando me vine a Rosario, arranqué”, cuenta Vidondo, que posee un récord de 20 triunfos (18 por KO), una derrota y es campeón argentino desde 2013, cuando le ganó al cordobés Fabio La Mole Moli.
Justamente fue ese combate frente a Moli, en Lanús, el que marcó un quiebre en sus prioridades y lo convenció de que valía la pena postergar los estudios. “Cuando logré el título argentino tomé real dimensión de que el boxeo era, hoy, más importante que la medicina. Me di cuenta de que me daba más miedo rendir un examen que boxear. Siempre le tuve terror al fracaso intelectual y quise ser alguien, porque los más bajos siempre me decían el grandote boludo o grandote al pedo”, confiesa Vidondo, que llegó al pugilismo después de haber experimentado sin éxito en el voleibol.
La carrera pugilística de Vidondo siempre pareció estar signada por diferentes contratiempos, como lesiones y falta de rivales. Pero la perseverancia trazó un rasgo sobresaliente en su personalidad. Tras estar 11 meses esperando para combatir (su última pelea fue ante otro argentino destacado, Marcelo Domínguez, al que también venció por KOT), el Matador afronta esta chance ante Ortiz, un gigante 36 años que posee un récord invicto de 22 triunfos (19 por KO). “¿Por qué me costaba tanto conseguir un rival? Será porque no me apoya ningún sindicato. O, tal vez, porque hablo bien y pienso un poco”, justifica Vidondo. Y añade: “Hace unos meses recibí una oferta de 50.000 dólares para pelear en Nueva Zelanda, pero la rechacé porque…querían que fuese a perder. A mí no me interesa la guita, yo quiero la gloria deportiva”.
Lejos de considerarse uno de esos desprotegidos que contribuyen al armado de los récords de las promisorias figuras, Vidondo sueña con dar el gran golpe en el mismo escenario que se enfrentaron Ringo Bonavena y Muhammad Alí, en 1970. “Trataré de subir al ring sin pensar en los fantasmas de Alí y Bonavena y estar a la altura del Madison. Eso sí, te aclaro que ni logrando el título voy a ser más grande que Ringo”, comenta, entre risas.
A pesar de su presente deportivo, Vidondo no puede dejar de hablar de su futura profesión. Y cuando se le pregunta por la supuesta contradicción que significa practicar un deporte rudo y estudiar medicina, deja bien en claro su postura: “Los rugbiers son médicos y nadie les pregunta si es una contradicción hacer las dos cosas. Es una falacia decir que el boxeo, por el hecho de recibir golpes, nos puede ocasionar daños neurológicos. Eso puede pasar con cualquier deporte”, aduce.
Quizás haya sido el destino, caprichoso, el que decidió que el Matador Vidondo se inclinara por el boxeo. Hoy, a horas de pelear por la corona mundial, la extraña decisión parece tener su recompensa. “Decidí darle la prioridad al boxeo porque sé que tengo una fecha de vencimiento y la medicina puede esperar. Eso sí, después de este combate con Ortiz, gane o pierda, voy a recibirme de médico”, asegura Vidondo, el doctor del ring.
LA NACION