Pese a que pusieron rejas, sigue el peligro en la Illia por la expansión de la Villa 31

Pese a que pusieron rejas, sigue el peligro en la Illia por la expansión de la Villa 31

Por Silvia Gómez
Las primeras construcciones junto al guardarrail, a metros de la estación de peaje, comenzaron a levantarse en abril del año pasado. Mínimas, estrechas, de una sola planta y apretadas entre la autopista y una calle que corre paralela a la Illia, en lo que se conoce como barrio Cristo Obrero. Hoy esas mismas viviendas tienen una o dos plantas más, y forman parte de una hilera de construcciones que habitan familias enteras. Los chicos juegan con el ensordecedor ruido de los autos como telón de fondo; los vecinos cuelgan en las terrazas y ventanas la ropa recién lavada; y si bien muchas de esas casas le dan la espalda a la autopista, muchas otras tienen ventanas hacia la Illia. El crecimiento de las villas 31 y 31 Bis, en el barrio de Retiro, no se detiene; hacia arriba, hacia los costados. No hay sitio que quede libre en un asentamiento con una ubicación estratégica y una enorme demanda habitacional.
El Gobierno porteño –que actualmente trabaja en ambas villas con el tendido de conductos cloacales, pluviales, de agua potable y la pavimentación de calles– estima que hoy viven alrededor de 40 mil personas. Según el Censo de 2001, había 12.204 habitantes; y 26.492 en el Censo de 2010.
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Justamente, estos números inciden directamente en la construcción y le otorgan un enorme valor a cada metro disponible. De hecho, en informes anteriores, Clarín reveló un negocio inmobiliario tras bambalinas. Porque si bien la construcción de habitaciones empezó como una forma de ganar un dinero extra para muchas familias, hoy existen grupos de mafias organizados que usurpan el espacio aéreo y construyen edificios de cinco, seis y hasta siete plantas; y lo hacen sobre las casas de vecinos que no pueden enfrentarse a estas mafias. Buena parte de estos problemas podrían hallar una solución si se implementara la urbanización de la villa, que es ley y fue votada en la Legislatura porteña en 2009.
Sin el marco de una organización mínima, el descontrol también inside por fuera de los límites del asentamiento.
“Colocaron rejas, un móvil policial, cámaras, pero todo sigue igual. El lunes me revolearon un cascote metros después de cruzar el peaje, mano a la Ciudad. Y no es la primera vez. Me paso doce horas en la calle; voy y vengo muchas veces por la Illia y cada dos por tres veo algo raro”, contó a Clarín Ezequiel, un remisero que tiene muchos clientes en Vicente López y en Capital.
En los últimos tiempos, el Gobierno porteño y AUSA (la empresa de la Ciudad que administra las autopistas locales) realizaron una serie de obras para contener el crecimiento de la villa; en función de la seguridad de quienes transitan la vía rápida, pero también de quienes viven pegados a ella. Se colocaron cercos perimetrales, canteros de gran envergadura y un “techo” conformado por cables de acero con forma de red triangular que actúa como malla de seguridad entre los dos carriles de la autopista. Esta última intervención fue aprobada por los vecinos, pero también criticada por muchos otros.
“Para nosotros la autopista también es un problema, porque los automovilistas tiran basura, botellas y comidas desde los autos. Una botella desde arriba y a velocidad se transforma en un proyectil. Cuando hay un choque o un accidente, hasta caen pedazos de ruedas o partes de un auto. Una vez cayó un casco”, contó un delegado de la manzana 33. El bajo autopista es uno de los lugares más inseguros y peligrosos de la villa, porque allí las condiciones de vida son asfixiantes. Si en algún momento prosperara la urbanización, esas viviendas deberían ser relocalizadas. En tanto, se manifestaron en contra quienes consideran que esta obra es un paliativo, que solo busca “esconder” la villa.
Los especialistas en seguridad vial advierten que la convivencia entre la autopista y la villa es peligrosa para vecinos y automovilistas; básicamente porque el entorno ideal de una vía rápida debería estar despejado. Sin embargo, todo está muy lejos del ideal. Cada día asoma en el horizonte una nueva obra, y con ella más y más familias que buscan donde vivir. Un caos que sufren los propios vecinos del asentamiento más antiguo de la Ciudad y quienes transitan la Illia.
CLARIN