Markus: “Visité manosantas y brujos de una favela para salvar mi rodilla”

Markus: “Visité manosantas y brujos de una favela para salvar mi rodilla”

Por Sebastián Torok
Gabriel Markus atesora con orgullo dos victorias puntuales de su corta pero explosiva carrera: ante Ivan Lendl en Madrid 1992 y Michael Chang en Gstaad, el mismo año. Sin embargo, el público tenístico lo recordará siempre por haber sido el único argentino en vencer a Pete Sampras: 6-1, 2-6 y 7-6 (5) en las semifinales de Niza ’92, torneo que luego ganó. Aquel fue un suceso que distinguió su trayectoria. Número 36 del mundo en julio de 1992, jugador de Copa Davis y formado en el club Deportes Racionales, Markus supo hacer ruido en el circuito desde su 1,80m y juego ofensivo. Hastaque, con solo 23 años, una osteocondritis del cóndilo interno de la rodilla izquierda se convirtió en una pesadilla que jamás lo abandonó. Incluso, hasta la actualidad, que lo perturba en circunstancias simples de la vida cotidiana como agacharse para jugar con sus hijas de seis, nueve y diez años.
Entre 1994 y 1999, año que decidió bajar la guardia y retirarse, padeció seis cirugías. Seis. Aquí, en Europa, en los Estados Unidos. Claro que fue un accidente lo que aceleró el desastre. “En Roland Garros de 1993, en el vestuario, mientras me hacían masajes, la camilla, que no sé si estaba en mal estadio o qué, se partió y una pata de metal me cortó profundamente dos dedos del pie derecho. Me cosieron como pudieron, pero me sangraba muchísimo. Le había ganado a Magnus Gustafsson y tenía un día libre antes del próximo partido. Tenía un dolor insoportable, pero quise jugar y le gané a Bart Wuyts. Ya tenía algunas molestias en la rodilla izquierda, pero el esfuerzo hizo que me lastimara definitivamente. Me rompí la rótula, el cartílago y ahí empezó el calvario. Seguí varios meses luchando, abandonando, tratando de estar bien. Pero no podía ni manejar. Recorrí el mundo entero buscando soluciones y no las encontré. Muchos, entre ellos mi entrenador, el alemán Günther Bosch, el mismo de Boris Becker, me recomendaron que demandara a Roland Garros, porque me habían arruinado la vida. Pero no lo hice; pensé que me mirarían mal”, rememora Markus, de 45 años.
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Probó de todo para rehabilitarse. Métodos convencionales y medicina alternativa. “Visité manosantas y brujos de una favela para salvar mi rodilla. Es que me pasó al comienzo de mi carrera, cuando estaba creciendo rápido, le había ganado a varios tops y de repente no podía ni caminar”, se lamenta el ex entrenador de Marat Safin, Richard Gasquet, David Nalbandian y Franco Squillari, entre otras raquetas.
“En esa época, al país venían filipinos que supuestamente te operaban sin anestesia -recuerda-. No se sabía si era cierto, pero tenía que probarlo. Hice horas de cola hasta que me atendieron, pero no pasó nada. Después vino un tipo con poderes al programa de Susana Giménez, que curaba poniéndote las manos en la cabeza, que le había dado visión a gente ciega. Fui a verlo al centro, atendía en un quinto piso de un edificio sin ascensor y había cientos de personas enfermas en las escaleras. La cosa no funcionó. La historia de mi rodilla se conocía bastante y me contactaron desde Río de Janeiro para decirme que un brujo había curado a una nadadora que había quedado casi paralítica. Me tomé un avión, yo solo. Llegué a la noche a un hotel y traté de arreglar un taxi porque, como se llenaba de gente, tenía que ir a la madrugada. El de la recepción me preguntó si estaba seguro de ir, porque era en una favela peligrosa. Le dije que sí. El taxi no quiso subir, me dejó abajo de la montaña y caminé a oscuras media hora, pensando que me podía pasar cualquier cosa. Tenía un miedo terrible. Llegué; era una casucha. Me atendió con todos sus pases mágicos y esa misma tarde me tomé el vuelo de regreso. Tampoco me curó. Gasté todo el dinero que tenía, más un seguro de la ATP que me ayudó. No quería aceptar que un pedacito de mi cuerpo me prohibiera hacer lo que quería. No me deprimí, pero sí estuve desesperado. Dejé de ser una persona normal para ser una rodilla. Hasta que un día, después de hablarlo mucho en mi entorno familiar, hice un click. Hice una despedida en Deportes Racionales, a la que vino mucha gente y ahí es como que me liberé. Mientras la cosa no funcionaba, pensaba sobre mi futuro y siempre sentí que ser entrenador me iba a gustar. Así lo hice. Pude trabajar 10 o 12 años con intensidad, dentro de la cancha. Pero en los últimos tiempos sonó la alarma de la rodilla y hasta caminar fue un problema. Espero poder mejorar con medicación”.

-Salvando las diferencias, ¿ves similitudes entre tu caso y el de Del Potro, que está inactivo luego de tres cirugías en la muñeca izquierda?
-Hay diferencias: Del Potro logró cosas enormes, una situación económica que aunque no pueda volver a jugar le da tranquilidad. Pero desde el lado deportivo, sí hay parecidos. Un chico con posibilidades de ganar torneos y estar entre los mejores, que no puede seguir. Aunque la decisión hubiese sido complicada, adaptando su juego, usando más el slice, podría haber seguido compitiendo. Quizás no para ser número 5, pero podía correr, sacar, pegar de derecha. Es difícil que se ponga a cambiar el revés a una mano. Hay que ver si él tiene deseos de aceptar que en vez de ser un 10 del mundo, es un 30 o 40, porque es muy duro para un campeón. Pero es tan difícil convivir con un dolor, que aunque sepas que podés seguir jugando, la sensación es fea y no hubiese estado feliz. Él quiere curarse. Pero debe estar sufriendo demasiado, como yo lo hice en mi época.
-Si le responde la muñeca en los próximos meses, ¿confiás que volverá a los primeros puestos del tour?
-Bueno, de hecho ya lo hizo después de operarse en el 2010. Cuando alguien es muy bueno, vuelve. Lógicamente, cuanto más tiempo estás parado, más tiempo te va a costar. Si mejora de la lesión, volverá a ser una figura, porque es bueno y tiene memoria; no se va a olvidar de jugar.
-Del Potro anunció que ya no trabajaría con Franco Davin y actualmente no estás entrenando a jugadores. ¿Te gustaría tener ese desafío?
-Depende del jugador: si tiene ganas estoy para ayudar a cualquiera. Pero lo principal en su cabeza, hoy por hoy, está asegurarse que la mano esté curada. Debe estar rezando que cuando agarre la raqueta no le duela, porque si empieza a jugar y le empieza a molestar, se va a volver loco.
Markus explica que el tenis actual no lo entusiasma como el de hace 15 o 20 años. “Hoy es muy potente, muy físico. Hace unos años se veía más inteligencia, tácticas. La gente pagaba más contenta una entrada”, afirma. Observa como algo lógico que el nivel del tenis nacional haya disminuido: “Si comparamos con la época de la Legión, hoy el vacío es grande. Pero no se puede tener siempre una gran cantidad de jugadores”. Lo entusiasma el poderío y la evolución del correntino Leonardo Mayer, el argentino mejor posicionado del tour: “Tiene un físico bárbaro: es alto, brazos largos, saca fuerte, todo lo que hoy se necesita para jugar bien, que es la velocidad de pelota. La salud y la Copa Davis le dieron la confianza que necesitaba para su carrera. La Argentina tiene por delante, contra Bélgica, las semifinales más accesibles de los últimos tiempos. Tiene una muy buena oportunidad”.
-Al margen de la prensa, ¿la gente te sigue preguntando, cada tanto, sobre el triunfo con Sampras?
-Sí, me preguntan. Y gente que me cruzo en la calle, que no conozco, me dice ‘Eh Gabriel, el único que le ganó…’. Quedó marcado en la prensa y en la gente. El otro día fui a hacer una clínica y todos lo recordaban, pese a que pasó tanto tiempo. Me gusta, no me molesta. No solo tengo imágenes mentales, sino que hasta hace unos días lo estuve viendo en mi casa porque mis hijas están re fanáticas del tenis, juegan cinco veces por semana, y una de ellas, la del medio, me pidió que le ponga mis partidos en la TV y vio ese contra Sampras y también la final de Niza. Fue importante, pero en ese momento no le di tanta importancia porque era un contemporaneo. Ganarle a Lendl, para mí, fue muuucho más. Era la máquina perfecta del tenis. Por eso tanto dolor en el corte que tuve que hacer en el tenis. Nunca tuve respuestas para las preguntas que me hacía.
-¿Estás enojado con el tenis?
-Nooo, en absoluto. Entendí que a veces en la vida te pasan cosas que no las esperabas. Hace dos años, de la nada y en unos días, se murió mi mamá, joven, sana. Y no hubo respuestas. La vida es como un juego, con sus reglas y va pasando. Una lesión me retiró; me pasó, no lo esperé, fue un dolor grande. Pero nunca estuve enojado con el tenis. Una vez que terminó la pesadilla di vuelta la página…
LA NACION