08 Oct Maradona antes de El Diego y esas semejanzas con las críticas que le caen a Messi
Por Marcelo Máximo
Maradona antes de El Diego y de esa gambeta que lo idealizó y lo mudó al mito de un propio cielo argentino.
“¿Es posible que en el único lugar del mundo donde nosotros tenemos problemas es en nuestro país? Esto es lo que me amarga (…) Mi dolor es solo porque hay algunos que en la Argentina esto no lo entendieron. Y es un síntoma feo, de que no queremos avanzar, que vamos para atrás…”
“El problema es lo que le quieren vender a la gente. Con ella, hablando mano a mano en mi país, me preguntan el por qué de algunas noticias. Por ejemplo, me siento en un bar a charlar con cualquier argentino y terminamos de acuerdo, pero si leen determinados medios te terminan insultando. O sea que son dos cosas diferentes: hablar con los argentinos y lo que les venden a los argentinos. En mi juicio es un problema muy grave. A esta gente se lo voy a decir en la cara en la misma Argentina. Naturalmente, a la que me interesa. A los que se esconden no le puedo decir nada justamente por eso, porque se esconden. Y no voy a señalar públicamente a este medio o a aquel periodista para que después lo conozcan en la esquina de su casa.”
Nueve meses antes de la tarde de sol del estadio Azteca, Maradona estaba embarazado de Maradona. Hablaba, Diego, con la autoridad y la contundencia de un hombre que ya había visto –porque así lo fantaseó en el video donde hacía jueguitos en Fiorito con la 10 en la espalda y contaba aquel sueño- cómo besaba la Copa en el Mundial de México y su figura, capaz de desafiar a leyendas y próceres de estos pagos, se engrandecía hasta límites utópicos. Estaba molesto, Maradona, por ese trato descortés de buena parte de la prensa argentina y de algunos hinchas que –aún sin un mundo conectado y donde las redes sociales no eran un plan para el desagote de propias frustraciones- como un abrojo, se pegaban a las críticas sobre su actitud a la hora de ponerse la camiseta celeste y blanca.
La edición de la revista El Gráfico del 27 de agosto de 1985 publica una entrevista con ese Maradona dolido desde Italia. Todavía con molestias en esa rodilla que tanto lo condicionó al momento de jugar para conseguir el angustioso pasaje a la Copa. Todavía, con el sabor de lo ingrato por ese rebote que le llega a Nápoles y que tiene que ver con los cuestionamientos que, 30 años más tarde, también le caen por la cabeza a Lionel Messi. Diego habla y cuenta que en una charla con sus padres –la Tota y don Diego- se sincera y pregunta sobre los argumentos por los que su papel en el seleccionado es seguido con una lupa y con prejuicios por esos fines de semana donde, vestido de celeste napolitano, tiene al mundo bajo la suela y lo hace girar cuantas veces quiera.
“Estoy mal, preocupado, pero no sólo por la rodilla. Vine mal de la Argentina. Había ido con una grandísima ilusión, la de jugar muy bien la clasificación, aun al precio de todo el sacrificio que fueron esos viajes de ida y vuelta a Italia. Terminé con la rodilla a cuestas y con la amargura que me dejaron quienes decían que ese dolor me lo había inventado. Realmente, dejé la Argentina muy mal (…) No entendieron nada. Fijate, yo llego a la Argentina después de un montón de tiempo, con muchas ganas, y a los diez días sale una nota en la que yo aparecía cobrando 80 mil dólares por los amistosos con Paraguay y Chile. Una cifra que no le pagan ni a Frank Sinatra cantando desnudo en la cancha de River. Una taradez total, grande como una casa.”
Las semejanzas sobre este escenario planteado con Maradona antes de El Diego y con Messi previo a ingresar a la posible mitología argenta que abre su puerta sólo en caso de triunfo -28 años, tres mundiales y una final que se escapó en un suspiro del Maracaná- ofrecen algunos diagnósticos prematuros que reproducen miserias más allá de tiempos y de modernidades. La cruz de Diego es la cruz de Leo, la Diez es la camiseta donde se alinean todos los sueños de potrero y donde se esconden iguales sinsabores de un despecho ridículo y a la espera de la resolución del caso: si no hay vuelta olímpica, Maradona es un villero de Fiorito, Messi es el pibe catalán. Maradona es un gordo popular que insulta a los que silban el himno, Messi ni sabe la letra.
Dice Diego, cuando ese gol a los ingleses tiene cinco meses dentro de su panza y de su imaginación y ante la analogía de Bruno Passarelli (corresponsal en Italia, enviado especial a Nápoles) en la edición de El Gráfico del 11 de febrero de 1986.
“(…) Eduardo De Filippo, actor y dramaturgo napolitano había escrito una obra que se llama: Los exámenes no terminan nunca. Diego le contestó:
-En una de esas pensaba en mí. Porque, es cierto, para mí los exámenes no terminan nunca.”
Cualquiera de estas declaraciones de Maradona antes de ser El Diego es un material para copiar, pegar y postear en la cuenta de Facebook de Messi, donde el astro mundial de estos tiempos vuelca lo que le pasa con un tono y un filtro de edición acorde a un mundo donde el contexto y la frase puede originar un brote psicótico en una prensa que se abraza a la carencia del análisis y lo que importa –no en todos los casos, claro está- es lo efectista de un minuto a minuto para ganar pantalla y circo dando golpes a una mesa. En ese campo es donde aparecen observaciones que el Maradona devenido en El Diego hace sobre el papel de Messi en la final contra Chile por la Copa América.
“Messi sigue siendo el fenómeno de siempre, lo que no hizo Argentina es atacar. Es lógico caerle, es fácil. Tenemos al mejor del mundo, que va y hace cuatro goles contra Real Sociedad y viene acá y no la toca. Vos decís: ‘pero la puta, ¿sos argentino o sueco?’ Que se dejen de romper las pelotas los que dicen ‘a Messi hay que mimarlo’. A Messi hay que tratarlo como a todo jugador que se pone la camiseta de la Selección. Como el mejor del mundo, para lo bueno y lo malo. Pero ojo que tampoco Messi mató, violó, no hagamos una novela. Los que critican para que mejore, perfecto. Ahora eso de hacer una encuesta para ver si tiene que jugar en la Selección o no, nos fuimos de tema, muchachos, al carajo. Yo no lo vi caminar a Messi como dicen todos.”
De todo lo que dijo El Diego en el estadio de Riestra –fue a ver al local frente a Platense por la Primera B Metropolitana- y que reproducen los portales de Internet el clic de más llama a jerarquizar desde la crítica y no desde la contemplación. Al cabo, a quién le puede interesar si el título pasa por “Messi sigue siendo el fenómeno de siempre” o bien “yo no lo vi caminar la cancha como dicen todos”. Difícil la jugada para Maradona, que esta vez y como tantas otras veces, quizá no midió esa famosa segunda pelota de la que tanto se habla. Diego dijo lo que dijo, sí. Contextualizar cómo, dónde y por qué, ya es tarea fina.
“El problema es lo que le quieren vender a la gente”, comentaba el Maradona previo al Dios argentino en la revista El Gráfico. Justamente, en ese tópico tan lejos y tan cerca se esconden habladurías que no supo eludir con una gambeta para no quedar pagando y en la vereda del mundo editado. Nadie, desde la representatividad y la bandera, más que Maradona para entender lo que le pueda pasar a Messi por estas horas, que no son más que las de estos tiempos de señalamientos y acusaciones en el período de gestación de El Diego.
Marzo de 1986, El Gráfico.
“Me siento solo. Tenía ganas de tirar todo a la m… Menos mal que vino mi mamá. Por lo menos, ya que no puedo estar con el Turco y con el Lalo, con mi viejo y con mis sobrinos, está mi vieja. Aunque, te digo, muchas veces a la mañana la veo y le digo: ‘vieja, un día de estos nos vamos. En serio, estoy mal. Será que me estoy poniendo viejo y tonto. Pero, es cierto, vos tenés razón, estoy triste, no soy feliz.'”
EL GRAFICO