23 Oct Manuela Carmena: “Hay que encontrar nuevas maneras de hacer política”
Por Hinde Pomeraniec
A los 71 años, la ex jueza Manuela Carmena es una de las sorpresivas protagonistas de la nueva política española. Alcaldesa de Madrid desde junio pasado, llegó al poder como figura independiente, aunque acompañada de diversos colectivos surgidos al calor del movimiento de los “indignados”. Entre las certezas que la acompañan, hay una que la motiva. Carmena está convencida de que los partidos políticos tienen sus días contados.
“La sociedad tiene que encontrar nuevas maneras de hacer política y creo que para eso los partidos sobran”, dice esta mujer de ideas firmes que llegó a Buenos Aires para presentar su nuevo libro, Por qué las cosas pueden ser diferentes, un ensayo cuyo título define la filosofía de su cruzada.
-Usted militó en el Partido Comunista, pero en su libro se pelea bastante con el marxismo
-Yo soy una persona de izquierda, no soy marxista. Mi preocupación desde siempre ha sido la igualdad. Desde muy joven me pregunté por qué hay tantas personas que no tienen lo que necesitan y, en cambio, hay otros que tienen mucho más de lo que precisan. Aunque históricamente estuve en un partido comunista nunca me sentí comunista: yo era Manuela, era mi vida, mis cosas, y luego, aparte, apoyaba eso que era el partido. Pienso que los partidos como tales están acabando porque no tiene sentido que la democracia hoy se organice por estructuras tan absolutas que te definen todo.
-¿Y cómo imagina una organización política sin partidos?
-Cuando estás diseñando algo nuevo, lo importante es imaginar qué puede ser diferente. Lo primero es ver cómo los ciudadanos pueden llegar a establecer estructuras de representación por problemas y no por ideologías, es decir, ver qué queremos solucionar o mejorar, y ahí de pronto podemos encontrar una fragmentación de ideas que a veces se encuentran y a veces se enfrentan. De ese modo, superaríamos esa estructura de partidismo cerrado que enfrenta tanto a las sociedades y genera odio y distanciamiento.
-¿Entonces cree, por ejemplo, que puede tener puntos de encuentro con gente del Partido Popular?
-Claro que sí. Mira: yo nunca he querido estar en política. Acepté liderar esta candidatura porque me pareció que era un momento histórico para Madrid, que llevaba más de 25 años con un ayuntamiento del PP y toda la sociedad madrileña progresista, abierta y joven no se identificaba con unas actitudes muy tradicionales. En la campaña, la gente se quedaba sorprendida de que yo dijera que un candidato de otro espacio decía cosas interesantes. Hasta que no podamos reconocer eso, la sociedad no avanza porque pierde pluralidad y diversidad. Es absurdo, la sociedad tiene que cambiar su modo de organizarse y encontrar nuevas maneras de hacer política y creo que para eso los partidos sobran.
-¿Un esquema más asambleístico?
-No. La asamblea no es una estructura que pueda ser un instrumento útil y efectivo porque la gestión no la pueden hacer mil personas a la vez. Nos cuesta imaginar la democracia de otra manera, pero ¿por qué no? ¿Por qué en la democracia no podría haber en lugar de cuatro, cinco o seis partidos, 200 ideas sobre determinados problemas sociales representadas cada una de ellas por determinados grupos de ciudadanos?
-¿Qué problemas urgentes tiene hoy Madrid?
-La crisis no ha golpeado por igual. Para que te hagas una idea, hay distritos del Sur -la zona más pobre- en la que el nivel de vida es cuatro años menor que el que debería ser. Eso no es razonable en una sociedad desarrollada. Hay otro problema que es cómo gestionar bien el servicio público: todos los servicios se han contratado con empresas privadas y se ha desatendido la calidad. Desde la información al público, los centros de mayores, las escuelas, las bibliotecas, la limpieza, todo está tercerizado. Si lo público responde sólo a los intereses de una gestión económica, se adelgaza, se empobrece, se pudre, que es lo que ha pasado.
-Fuera de España se dijo: en Madrid ganó la candidata de Podemos. ¿Cuál es su vínculo con el partido de Pablo Iglesias?
-La verdad es que el vínculo es muy ligero, casi inexistente, porque cuando yo acepté liderar una candidatura popular fue porque se trataba de una candidatura de grupos en los que no había partidos. Ahí hay personas de Podemos, pero hay otras personas independientes y de otras agrupaciones. Podemos apoyó mi candidatura y lo agradecí, pero siempre dije que era independiente y que no recibo ni órdenes ni sugerencias de nadie.
-¿Esto significa que en la campaña general no va a asistir a los actos de Podemos?
-Claro que no, entre otras cosas, porque he dicho que no soy una persona política, he aceptado exclusivamente porque era necesario para la gestión municipal y me ha parecido que podía ayudar a la gente joven a llegar a la política, pero yo no tengo ninguna ambición ni me considero una politóloga para decir lo que hay que hacer, no voy a tener ninguna participación en la política general.
-¿Tomó medidas anticorrupción a su llegada al ayuntamiento?
-Sí, pero aún nos falta: queremos crear una oficina antifraude independiente del ejecutivo municipal y con participación de todos. Hasta ahora hemos tomado medidas en el sentido de hacer una mayor clarificación de todos los procesos y, sobre todo, renunciar a cualquier tipo de privilegios. Es muy difícil y muy peligroso que se piense que la política es una manera de hacer negocios. Los coches oficiales, palcos en teatros, todo esto está desapareciendo. Utilizamos el transporte público. La vida diaria, llegar al trabajo, tiene que ser un acto normal como el de todas las personas y no vivir en una estructura de privilegio o que la política sea algo que te mejora la vida desde el punto de vista económico.
-¿No teme que el establishment termine devorándosela tipo Pacman?
-No, no me da miedo. Primero… ¡porque ya hay muy poco que comer! [ríe]. Cuando uno tiene 71 años, no te preocupa nada que te cercenen el futuro porque ya no tienes futuro… Yo voy a estar cuatro años en el ayuntamiento y ni un día más porque mi vida no es esto: quiero volver después a mi deliciosa vida de jubilada.
LA NACION