Fernando Fader, el artista preferido y más deseado por los coleccionistas internacionales

Fernando Fader, el artista preferido y más deseado por los coleccionistas internacionales

Por Ignacio Gutiérrez Zaldívar
Hace un siglo, desde su primera exposición en Galería Müller, que Fernando Fader es el artista más deseado por nuestros coleccionistas. Desgraciadamente sus obras son escasas, ya que solamente pudo realizar menos de 800 pinturas en los 23 años que se dedicó a la misma, superando su enfermedad y quiebres económicos.
Nació en Burdeos, Francia, el 11 de abril de 1882, y cuando contaba tres años, se instaló con su familia en Mendoza. Realizó la primaria en Francia, la secundaria en Alemania y estudió Pintura en Múnich, muy a pesar de su padre que lo prefería con una educación liberal como sus cinco hermanos. Los Fader fueron pioneros en el desarrollo de la industria del petróleo y crearon el primer oleoducto del país (42 kilómetros entre Cacheuta y Mendoza). También dieron energía y transporte a la ciudad de Mendoza y hasta realizaron una represa hidroeléctrica que no llegaron a inaugurar.
Fernando era el menor y vuelto de estudiar dibujo y pintura en Alemania, con pujantes 22 años, quiso contagiar su entusiasmo a los mendocinos, haciendo exposiciones, abriendo una Academia de Pintura y hasta ofreciéndose a realizar retratos allí, pero fracasó, ante la austeridad cuyana. Su primera exposición en Buenos Aires, en el Salón Costa, donde sus obras se ofrecían en bajísimos precios, tuvo la suerte que fuera elogiada por el brillante Cupertino del Campo quien escribió que era el mejor pintor de estas tierras y se estaba refiriendo a un joven de 23 años.
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Fallece el padre de Fader y, curiosamente, sus hermanos no se ocupan de continuar los emprendimientos y todo queda en manos del “artista” de la familia, quien abandona el arte durante cinco años para dedicarse a los negocios familiares, fracasa y tanto la fortuna de la familia como la herencia de su mujer, Adela Guiñazú, cae en manos de los acreedores.
Sobre llovido, mojado, ya que a los dos años le detectan tuberculosis y otros males y le dan meses de vida. Son las épocas de la Primera Guerra Mundial y nadie compra nada; y ni siquiera podía firmar las obras porque se las embargaban.
El doctor Llobet le aconseja que pase sus últimos días en el mejor aire: las sierras de Córdoba. Allí parte nuestro genial paisajista y Dios le da 20 años más de vida, donde realiza unas 200 obras que podemos considerar lo mejor del paisaje argentino. Debemos agradecer a un alemán el tener a Fader pintando, ya que Federico Müller le hace un contrato y con esfuerzo le aporta un estipendio de $ 500 mensuales (unos u$s 5000 de hoy) y durante dos décadas vende 161 obras del artista en un promedio de u$s 20.000, convirtiéndolo en el número uno de nuestros pintores, junto con su amigo Quirós.
Fader pensaba y estudiaba el modelo largamente, pero su ejecución era rápida. Dudo que haya una obra que le haya llevado más de tres horas, pero era más lo que destruía que lo que terminaba. Realizó menos de una obra por mes en sus últimos 20 años cordobeses.
Logró fusionar con maestría la figura en el paisaje, fue además un hombre culto y profundo y sufrió con su enfermedad y las fuertes drogas para mitigar los dolores. Vivía en un rincón alejado del mundanal ruido –se puede visitar–, siendo Dean Funes la ciudad más cercana, construyó su casa, una represa, una cancha de tenis, su salón de música. Fue un solitario. Por su enfermedad ni siquiera hablaba de frente a la gente. Tuvo tres hijos, quienes estaban la mayoría del tiempo en Buenos Aires con su madre. Fue admirado y reconocido por todos sus contemporáneos. Falleció en 1935 y desgraciadamente no pudo pintar ni viajar en sus últimos años. Tengo la dicha de haber sido su biógrafo y haber expuesto unos cinco centenares de sus obras en veinte exposiciones en el interior del país y en Buenos Aires. Hace un siglo sus obras se vendían en un promedio de u$s 800 de hoy y la más cara se vendió en el equivalente a u$s 70.000 (hoy vale un millón). Gracias a su amigo y marchand logró tener un ingreso mensual aproximado a u$s 10.000 de hoy, con altas y bajas y con la crisis de 1929 entre otros males. Sólo cinco obras se ofrecen a la venta anualmente en subastas y se venden en un promedio que quizás sea el más alto del mercado argentino. Muchas de sus obras están en museos, siendo el Museo Guiñazú, casa de Fader, en Lujan de Cuyo (Mendoza), el que tiene la colección con mayor cantidad de obras (42).
Pero es el Museo Nacional de Bellas Artes el que tiene las de mayor calidad y desde hoy se pueden ver algunas en el primer piso del Museo. Una serie maravillosa son las ocho obras de “La Vida de un día”, que se encuentran en el Museo Castagnino de Rosario: su modesto rancho de adobe y piso de tierra pintado a las diferentes horas de un día fue su primera buena venta. Las obras la compraron coleccionistas rosarinos en cuotas mensuales. Hombre ejemplar, creador mágico y ejemplo de pasión y amor por la vida, mi querido y admirado Fernando Fader.
EL CRONISTA