El tour tras las huellas de nazis por Bariloche

El tour tras las huellas de nazis por Bariloche

Por Claudio Andrade
La primera vez que Joseph Mengele rindió el examen para sacar su licencia de conducir en Bariloche lo reprobó por desconocer el nombre de las calles y los giros de la localidad. Era un buen conductor pero llevaba pocos meses en la zona. Para el trámite utilizó el nombre con el que entró al país el 20 de junio de 1949, Helmut Gregor, cédula Nº 3.940.484 otorgada por la Policía Federal argentina. Corría el año 1950. Con el tiempo el “Doctor Muerte” comenzó a sentirse cómodo en la pequeña villa de montaña y optó por recuperar sus marcas de nacimiento. Con una salvedad, en la Patagonia, en sus tarjetas de presentación que lo indicaban como médico, cambió el Joseph por José: José Mengele.
Existen testimonios y pruebas documentales que demuestran la presencia de uno de los más despiadados criminales nazis en el sur del país. Aquel que experimentaba con prisioneros en Auschwitz. Entre ellos, el del director de radio Nacional, Francisco Caló, quien refirió esta anécdota al periodista Abel Basti. El mismo cronista que escribe estas líneas tuvo en sus manos una de aquellas tarjetas, una libreta negra con las direcciones y nombres de sus contactos en la Argentina y Chile y una valija con sellos de varios hoteles (entre ellos el Cabo de Hornos de Punta Arenas, Chile), todas pertenencias que Mengele abandonó en el subsuelo de una chacra del Alto Valle de Río Negro.
Como consecuencia de la forzada inmigración nazi a la cordillera, Bariloche ha quedado contenida en un aura de destino paradisíaco que, a su vez, envuelve otra más oscura, la de un refugio perfecto, discreto, para los fascistas que huyeron de Europa en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Las sospechas de su papel como escondite nazi fueron bien confirmadas por el apresamiento del antiguo vecino y otrora capitán de las SS Erich Priebke en 1995.
Pasaron unos cuantos años antes de que el negocio turístico comenzara a sacarle rédito a la polémica fama. Desde hace un par de temporadas el “Tour Nazi” ya forma parte de la ciudad. Se trata de itinerarios que funcionan casi en secreto y que son publicitados discretamente, “punto a punto”, por organizaciones independientes, instituciones educacionales de Estados Unidos y algunos países de Europa, y empresas turísticas locales que no quieren desaprovechar la veta. Estos grupos de estudiosos o simples curiosos son capaces de gatillar altas cifras por una “visita guiada” que les permita observar por sus propios ojos dónde y cómo vivieron Mengele, Erich Priebke o, incluso, Hitler y Eva Braun – de ser verdad que sobrevivieron a la caída de Berlín como indica una versión histórica-. En general, pagan de 2000 a 10.000 pesos por una o varias jornadas guiadas hacia las propiedades de los ex jerarcas nazis. Un tour común, personalizado, de media jornada (10 horas corridas), en cualquier lugar de la Patagonia ronda los 2.000 pesos. De manera que los honorarios doctos no se salen de la norma.
Hay agencias internacionales y locales que ofrecen por estos días una visita al “Bunker Nazi”, las ruinas de lo que presuntamente fue una fortaleza militar levantada por fanáticos de Adolf Hitler en las afueras de Bariloche. Para molestia de no pocos habitantes, la localidad es hoy un punto insoslayable a la hora de tratar la historia del nazismo después de Hitler. El escritor y periodista Abel Basti ha vendido unos 50.000 ejemplares de su “Guía Turística Nazi” en Bariloche y alrededor de otros 100.000 libros con sus títulos referentes a la teoría de que Hitler no se suicidó sino que vivió largos años en esta ciudad, en la que habría criado, junto a Eva Braun, a dos hijos.

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Las librerías barilochenses tienen una sección especial dedicada al nazismo, por lo general bien expuesta al público, con 20 a 40 títulos que refieren al tránsito de los alemanes por Sudamérica. La lista de criminales que estuvieron en la zona es extensa y no termina con Mengele sino que más bien comienza. A éste le siguieron Reinhard Kops, un agente de inteligencia y al que se le adjudica la muerte de miles de judíos en Albania. Kops fue propietario del coqueto hotel Campana todavía abierto; Erich Priebke, el capitán de las SS, al que se juzgó y condenó por participar del fusilamiento de 335 civiles en la masacre de las Fosas Ardeatinas cerca de Roma; Hans Rudel, el piloto preferido de Hitler y que se transformaría en socio del Club Andino local; Adolf Eichmann, uno de los cerebros del Tercer Reich, finalmente capturado y secuestrado por los servicios de inteligencia israelíes en Buenos Aires; Friderich Lantshmer, gobernador nazi del Tirol austríaco, entre muchos otros. Estos hombres, que alguna vez fueron la encarnación del dolor y la sangre en el marco de la Segunda Guerra Mundial, se convirtieron en vecinos de los que nadie conserva un reproche.
Al contrario. La tensión con respecto a su pasado es como un río subterráneo en la vida cotidiana de Bariloche. Algunas de las obras y entes que mejor representan a los barilochenses, como el prestigioso Colegio Primo Capraro, la Asociación Cultural Alemana, el Club Andino Bariloche, la estética sólida y cuidada de sus atractivas casas del centro, su sabrosa gastronomía, su conocida vocación por la música clásica, se encuentran en deuda con la inmigración de los países germanos. “Hay gente de gran poder adquisitivo que quiere que los lleves a los hogares de los nazis, que les muestres la ciudad que ellos habitaron hace 50 o 60 años”, explica Basti. El periodista también recibe la solicitud de grupos de estudio y de colegios secundarios de todo el país. “El nazismo no desapareció de la faz de la tierra, se convirtió en otra cosa. Es por eso que tenemos que repensar la historia y ver cómo nos afecta hoy. En Bariloche no hay jerarcas nazis, pero quedaron sus casas, sus construcciones, sus obras y dejaron, algunos de ellos, también su impronta ideológica”, reflexiona Basti.
En el centro y en especial en la Avenida Belgrano, se acumulan las casas donde hoy viven los descendientes de los inmigrantes alemanes, suizos y austríacos. También hay franceses, eslovenos y polacos, pero son los menos. En esta avenida está ubicado el hotel Campana de Kops y justo enfrente el que fue el hogar de Mariano Barilari, un médico que, según cuentan, conoció a Sigmund Freud y practicaba el hipnotismo. Este hermoso chalet habría sido escenario de cenas de las que participaban las familias Mengele y Eichmann. La vivienda es, en la actualidad, el punto de partida de cualquier tour dedicado a los nazis. “Principalmente trabajo con grupos de turistas o estudiosos que vienen de Norteamérica. Hay un especial interés entre ellos por profundizar el tema trasladado aquí”, explica el destacado historiador, periodista y escritor Hans Schulz. Schulz, uno de los principales biógrafos de la ciudad, está convencido de que los recorridos temáticos ayudan a quitarle el peso mitológico que ha adquirido una materia que no se discute en los almuerzos de la clase media argentina. Esto a pesar de que, según estadísticas no oficiales, entre 1945 y 1950 al país llegaron alrededor de 100.000 refugiados nazis.
“Durante décadas los argentinos se han referido solapadamente a Bariloche como un refugio para los nazis. Las autoridades de turismo y del gobierno municipal, que hablaron bajo condición de anonimato, dicen que las personas son injustas al creer que Bariloche es un refugio nazi porque se trata de un argumento basado únicamente en las acciones de una pequeña fracción de sus residentes”, escribió en 1995 The New York Times cuando Priebke fue extraditado a Italia en medio de la conmoción de toda una comunidad. Desde entonces se han multiplicado las miradas dirigidas al sur por esta particular razón. El turismo, dedicado a la temática nazi, tiene abundante material para explotar en su beneficio.
CLARIN